Amenazada la vida de su ídolo deportivo, Andrés Galarraga, Venezuela reaccionó de modo unánime con un escudo de esperanza, que además mostró al beisbol como cemento y bálsamo social en medio de su crisis política y económica.
El beisbol deparó a los venezolanos, en los últimos 10 días de febrero, la tristeza colectiva de saber a Galarraga enfermo de un linfoma y la alegría de recibir la visita del más exitoso jugador latinoamericano del momento, el dominicano Samuel "Sammy" Sosa.
"Soy un fanático (hincha) de nueve años que te admira y te quiere. Espero que te mejores pronto, y que des un jonrón (máximo tanto ofensivo) de alegría y de fe", escribió Carlos Javier, de la zona agrícola El Vigía, al suroeste, en una de las centenares de cartas enviadas a la redacción del diario El Nacional.
"Todas las noches rezo para que te mejores y sé que lo lograrás", escribió Hans, de siete años. Los pequeñuelos del equipo pre-infantil "B" del sector Las Cumbres, en Caracas, enviaron una carta colectiva.
Cientos, miles de mensajes, declaraciones de buenos deseos, un torrente de expresiones de ánimo siguieron a la tarde del día 18, cuando las radioemisoras dieron la noticia y un ansioso pesar invadió calles, casas, cafés, fábricas, transportes, escuelas, oficinas, hospitales y, por supuesto, los estadios.
A Galarraga, uno de los más exitosos latinoamericanos en el beisbol de Grandes Ligas (Estados Unidos y Canadá), le fue detectado un tumor canceroso en la tercera vértebra lumbar, que de inmediato le obligó a suspender entrenamientos de la temporda 1999, para someterse a tratamiento.
La prensa, radio y televisión informaron prolijamente sobre "el cáncer que enfermó a toda Venezuela": un linfoma de los menos frecuentes entre los venezolanos y del que no quedó a salvo pese a sus extraordinarias condiciones físicas.
Galarraga, formado en el popular equipo Leones del Caracas en el beisbol de Venezuela, ha trabajado como inicialista (guardián de la primera almohadilla) y bateador de poder en las Grandes Ligas desde 1985, con los clubes Expos de Montreal, Cardenales de San Luis, Rockies de Colorado y Bravos de Atlanta.
Entre todos los venezolanos que han jugado en Grandes Ligas, Galarraga ha sido el más exitoso con el madero: ha disparado 332 jonrones en 14 temporadas, de los cuales 47 el solo año 1996, con los Rockies, e impulsado 1.172 carreras (anotaciones).
Tiene 37 años y, según se mueve la máquina del tiempo en el llamado beisbol mayor, aún le quedaría un trecho de carrera. Como muestra, en 1998 disparó 44 jonrones, no demasiado lejos de la marca de cuatro décadas de Roger Maris (60), batida apenas el año pasado por Mark McGuire (70) y Sammy Sosa (66).
Las frías cifras no alcanzan a explicar la popularidad del apodado "Gato" Galarraga: encarna, en cambio, el sueño popular de un muchacho humilde, habitante de una casa con piso de tierra en una barriada de Caracas, que a base de tesón se abre paso hasta la cumbre y roza el cielo con las manos.
El presidente Hugo Chávez, quien de joven también soñó con ser un grandeliga y como sus compatriotas hizo votos por la salud de Galarraga, dijo que con el ídolo ha conversado "sobre cómo hemos llegado a nuestros destinos viniendo desde muy abajo".
Galarraga encarna además el deporte de las mayorías: Venezuela, con la mayor parte de su población en la costa Caribe, optó por el beisbol como Cuba, República Dominicana o Puerto Rico, mientras el resto de Sudamérica lo hizo por el fútbol.
Por añadidura, Galarraga es un hombre de carácter y aspecto bonachón, sonrisa fácil, que encanta a los niños, visita escuelas y hospitales, y es la imagen de campañas en favor del deporte versus las drogas y otras para la buena conducta cívica.
La noticia de su enfermedad "enfrentó a Venezuela con el caso de la muerte del héroe joven. En todas las épocas ha sido un drama muy doloroso para las sociedades, y más cuando el héroe responde de tal manera a los arquetipos del colectivo", observó a IPS el sociólogo Tulio Hernández.
"No hay héroe más grande para un venezolano que un beisbolista. Y la enfermedad golpea al estelar y que además participa en labores como enseñar a los pequeños o visitar escuelas y hospitales: del país se apodera una colectiva sensación de pérdida", agregó Hernández.
La enfermedad de Galarraga estalla cuando el país estrena un gobierno que se propone convocar a una asamblea constituyente para "refundar la república", en tanto la situación económica está dominada por la fuerte y prolongada caída del "salario nacional" o ingreso proveniente del petróleo.
Chávez se apresta a tomar medidas de emergencia como nuevos impuestos, ajuste de gastos y reorganización de dependencias públicas, lo que puede generar más desempleo y otras situaciones conflictivas en un país donde cuatro de cada cinco habitantes vive en algún grado de pobreza.
El mandatario ha chocado con los partidos tradicionales y otros entes de poder por su diseño de constituyente, y durante las primeras semanas de febrero el país parecía encaminado a sumirse en un clima de confrontación, aunque en los últimos días Chávez multiplicó el diálogo y la concertación con todos.
Pero si el dolor por la enfermedad de Galarraga -ya a órdenes de la clínica que guiará su terapia en Florida, Estados Unidos- operó como cemento social, la visita de Sosa hizo de bálsamo. El dominicano dijo confiar en que "Andrés jugará el próximo año", cuando Chávez le impuso una condecoración.
Sosa ofreció una exhibición de bateo en el Estadio Universitario de Caracas en la que el presidente Chávez, de 44 años, ataviado como el beisbolista profesional que no fue, actuó como pítcher (lanzador) delante de cientos de chiquillos.
"Sosa bateó cuatro jonrones ante los envíos del presidente", reseñaron los órganos de prensa. La figura del ídolo dominicano visitando su engramado y sonriendo al doblegar al presidencial adversario, fuera de forma, devolvió a los venezolanos la alegría beisbolera que el linfoma de Galarraga les había arrebatado. (FIN/IPS/jz/eg la 99