La buena noticia es que otra vez se pueden conseguir medicamentos en Rusia, ya que los peores efectos de la crisis financiera del año pasado empezaron a ceder. La mala noticia es que poca gente tiene dinero para comprarlos.
Las grandes farmacias de Moscú disponen ahora de la mayoría de los medicamentos, incluso de marcas extranjeras, a precios razonables.
Pero los trabajadores, que reciben su sueldo muy esporádicamente, y los pensionistas, que deben cuidar sus rublos, prefieren los remedios tradicionales.
Elena Mikhailova, residente en un gran edificio de un barrio de Moscú, tiene una selección de tés diversos, para el resfrío, la tos, y distintos dolores.
Su vecina, Olga, planta aloe vera en el alféizar de la ventana. El jugo de las hojas se usa para hacer bebidas calmantes o como linimento para heridas y golpes.
El acceso a medicamentos se volvió problemático antes incluso del estallido de la crisis económica de agosto del año pasado.
La crisis redujo abruptamente la lista de medicamentos importados a un tercio y duplicó los precios.
Quedó en evidencia entonces la gran dependencia rusa en los medicamentos importados, que conforman 60 por ciento de las existencias en las farmacias.
Las compañías farmacéuticas nacionales se muestran inquietas porque continúan las dificultades de abastecimiento de medicamentos a pesar de que el peor momento de la crisis económica y financiera parece haber quedado atrás.
El problema no es el abastecimiento en general de fármacos, sino la dificultad que tienen los proveedores para cobrar por sus entregas debido a la debacle del sistema bancario y la carencia general de fondos.
Cuando estalló la crisis, la inestabilidad del rublo hizo que los proveedores exigieran pagos por adelantado y, de preferencia, en efectivo. Sin embargo, la mayoría de las farmacias no pudo cumplir con esas condiciones, por lo que muchas compañías occidentales dejaron de entregar sus productos.
El resultado fue que el precio de los fármacos importados se multiplicó por tres y hasta por cinco, mientras la variedad de medicamentos disponibles, que solía ser de unos 3.500, pasó a ser de sólo mil.
Las industrias también aumentaron sus precios, al punto de que sus productos dejaron de ser competitivos y el colapso del sistema bancario hizo que muchas empresas no pudieran pagar las materias primas importadas esenciales para fabricar medicamentos.
El resultado fue que la producción disminuyó, y se estima que los problemas de abastecimiento continuarán por un tiempo.
Rusia no llegó a desarrollar su industria farmacéutica mientras formó parte de la Unión Soviética, si bien había gran interés en que se fabricaran medicamentos básicos y componentes de otros fármacos para el resto del bloque soviético.
El colapso del comunismo al final de la década del 80 y la fragmentación de la Unión Soviética en 1991 desconectaron a los fabricantes rusos de medicamentos de sus clientes, y privaron a los servicios de salud de sus principales proveedores.
La mayoría de las industrias farmacéuticas fueron privatizadas desde entonces. Entre 1992 y 1994, la responsabilidad de las compañías privatizadas, débiles e inexperientes, pasó de un ministerio a otro, pero todos fueron incapaces de competir con los fabricantes extranjeros.
Hace seis años, cerca de 70 por ciento de los medicamentos se producía en el país y un tercio se importaba. Actualmente, las importaciones representan dos tercios del mercado total.
Antes de la crisis del año pasado, las empresas rusas, bajo la conducción de un equipo de 50 fabricantes nacionales, empezaron a librar batalla. Lograron aumentar las ventas y los beneficios en 20 y 46 por ciento respectivamente hacia el fin de 1996, e incrementaron el rendimiento en otro 15 por ciento en 1997.
Si bien ahora hay acceso a una buena cantidad de fármacos, estos sólo cubren, en promedio, la mitad de las necesidades de la población, mucho menos que en los países vecinos.
La causa del fenómeno no es sólo la reducción de los ingresos. Un estudio del banco ruso Alfa Capital reveló que el consumo de medicamentos por persona en 1996 fue equivalente a un tercio del de Alemania y un quinto del de Estados Unidos.
El gobierno intenta recuperar el control sobre la industria farmacéutica, controlando primero los precios.
Un decreto firmado al final del año pasado para limitar los márgenes del beneficio exigido por los distribuidores entrará en vigor en mayo y restringirá el aumento de los productos farmacéuticos a 25 por ciento en Moscú.
Ramil Khabriyev, funcionario del Ministerio de Salud, explicó que los fabricantes tendrán que registrar el precio en cada medicamento y que cada región de Rusia establecerá el aumento máximo autorizado por producto. Los precios serán publicados y cambiarán de acuerdo a los niveles de inflación. (FIN/IPS/tra-en/jp/ai/mk/ceb-dg/if-he/99