PERU: Las garzas intrusas no quieren emigrar

Pese a la tala de los árboles donde se habían instalado, la destrucción de sus nidos y la matanza de sus pichones, las garzas rehusan abandonar un parque de la capital de Perú y han anidado en los techos de las casas de los vecinos, que reclaman su expulsión por cualquier medio.

Según militantes ecologistas, el caso de las garzas refleja el mal manejo de los recursos naturales urbanos que provoca la indefinición sobre la jerarquía y la jurisdicción que corresponde a las autoridades municipales y a las entidades ambientalistas estatales.

"Esa indefinición favorece una expansión urbana desordenada y depredadora, porque las autoridades municipales de pequeños distritos imponen a veces su autonomía para desacatan las pautas generales de preservación del medio ambiente", comentó la periodista Isabel Bautista.

Hasta el momento, la "guerra de las garzas" es ganada por las aves, que rehusan abandonar el espacio urbano que invadieron hace algunos meses, y cuentan ahora con el respaldo de los ecologistas, pero el incidente amenaza involucrar al Ministerio de Salud y a una transnacional chilena.

Presionado por los vecinos, que se quejaban de las molestias provocadas por el estiércol y graznidos de las garzas y sostenían que podían ser contagiados por sus probables parásitos, el alcalde del distrito de San Juan de Miraflores, Adolfo Ocampo, ordenó la expulsión violenta de las aves.

Machete en mano, los obreros del Municipio de San Juan talaron los árboles en los que se habían instalado la "garzas bueyeras", destruyeron sus nidos y mataron los pichones, para obligarlas a emigrar.

Para desconsuelo de los vecinos y del alcalde Ocampo, las aves permanecen posadas sobre las ramas desnudas, los postes telefónicos y los techos de las casas, mirando desconcertadas, en un espectáculo que ha causado indignación de los ecologistas y de un sector de la población.

Las aves proceden de la zona de los Pantanos de Villa, uno de los pocos humedales que aún subsisten en la periferia de Lima y cuya conservación está encomendada a una entidad oficial.

Las garzas intrusas corresponden a la variedad conocida como "bueyera" o "vaquera" (que en Europa denominan "ractorera"), suelen caminar detrás de bueyes o tractores, atrapando gusanos y otros animales expuestos por el paso del arado.

Hay otras seis especies de garzas en la costa peruana, entre ellas la garza blanca grande, ave migratoria que es acogida con afecto por algunas ciudades y aldeas europeas.

Los diversos tipos de garzas y las otras aves que habitaban en gran número los Pantanos de Villa han comenzado a disminuir desde que las autoridades municipales autorizaron hace tres años la implantación de varias fábricas, entre ellas una transnacional de origen chileno que elabora fideos.

El municipio metropolitano de Lima y las autoridades del Instituto Nacional de Recursos Naturales (INRENA) trataron de impedir la instalación de la planta pero el municipio distrital de Chorrillos mantuvo su decisión, a pesar de la intensa campaña en contra promovida por los ecologistas.

Los empresarios adujeron que su planta no estaba en el pantano sino en el borde, aseguraron que no utilizarían el agua del subsuelo y colocaron espejos en las elevadas paredes exteriores de la fábrica "para que las aves no se dieran cuenta" de la intrusión del edificio en el paisaje.

Sin embargo, el nivel del agua del subsuelo disminuye, el pantano se deseca progresivamente y la vida silvestre del humedal supuestamente protegido tiende a reducirse.

"Como preocupante consecuencia de la reducción del habitat natural de los Pantanos de Villa, algunas especies se han desplazado hacia áreas verdes urbanas. Es una respuesta biológica de supervivencia, frente a la destrucción del ecosistema", comenta el biólogo Víctor Pulido.

Las garzas bueyeras buscaron un nuevo escenario para instalarse y algunas bandadas anidaron en el parque Santa Rosa, de donde los vecinos tratan de desalojarlas con la colaboración del Municipio.

El alcalde Ocampo sostiene que pidió al INRENA instrucciones para obligar a las garzas a dejar el parque sin hacerles daño físico, y le contestaron que debía esperar que se fueran porque se trata de aves migratorias.

"Como no se iban, el alcalde consideró que podría apresurar la decisión de las garzas talando los arboles, ignorando que las migraciones de las aves son decididas por los cambios estacionales, de modo que no se fueron y se aposentaron en los techos de las casas", comentó el experto Enrique Zapater.

Arnold Millet, director ejecutivo del Proyecto de Recuperación Ambiental de Lima, condenó la decisión de Ocampo, y sostuvo que en lugar de talar árboles, debe sembrarse muchos más, porque Lima tiene un elevado déficit de áreas verdes.

Ante el revuelo provocado por el incidente de las garzas intrusas, el administrador de los Pantanos de Villa, Luis Brea, informó que en la parte sur esa reserva natural se están sembrando 2.000 árboles "para que en el futuro miles de aves puedan anidar sin problemas".

Otro experto, Guillermo Reaño, considera que algunas especies están cambiando hábitos y aprendiendo a compartir espacios en las áreas urbanas, y menciona diversas aves, como "huerequeques" y cernícalos, que han colonizado distritos residenciales de Lima muy arbolados.

"Tenemos que crear una cultura medioambientalista en la población urbana, que permita una coexistencia pacífica entre el hombre y las especies silvestres que nos visitan, como ocurre en otras latitudes", concluyó Reaño. (FIN/IPS/al/dg/en/99

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