Venezuela renovó a la guerrilla de Colombia su oferta de neutralidad y apoyo a los diálogos de paz, pero a la vez el presidente Hugo Chávez, vistiendo uniforme de combate, le advirtió que no tolerará una sola incursión más.
"No queremos inmiscuirnos en la guerra interna que tiene Colombia o, mejor dicho, sí queremos aportar nustro granito de arena para la paz. Somos neutrales y respetamos el principio de autodeterminación de los pueblos", dijo Chávez en un acto castrense en la frontera.
El mandatario sorprendió vistiendo en el Teatro Militar de Operaciones Uno, en Guasdualito, 700 kilómetros al suroeste de Caracas, el uniforme de camuflaje de teniente coronel del ejército, rango con el que pasó a retiro en 1994 tras dos años preso por acaudillar una sublevación en 1992.
En tono enérgico, Chávez advirtió: "El presidente de la República de Venezuela y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas le exige a la guerrilla colombiana que no haga ni una sola operación más en nuestro territorio".
Y abundó: "Ni cobro de vacuna (pago que los guerrilleros exigen a los empresarios), ni secuestros, ni mucho menos acciones armadas, porque nosotros estamos obligados a responder, como tenemos que responder si lo hacen".
La advertencia coincidió con un nuevo contacto, para el que Caracas se facilitó como sede, entre Antonio García, segundo comandante del Ejército de Liberación Nacional de Colombia (ELN) y el comisionado para la paz del presidente Andrés Pastrana, Víctor Ricardo.
García y Ricardo ya se habían reunido en esta capital el martes y el miércoles de la semana pasada, pero ese encuentro resultó "un completo fracaso", según Nicolás Rodríguez, alias Gabino, el primer comandante del ELN.
El único acuerdo de la reunión García-Ricardo fue repetir el diálogo en Venezuela, al que llegaron con sus demandas intactas: el ELN quiere una entrevista de Rodríguez con Pastrana, así como un despeje (repliegue) militar en varios municipios para albergar durante nueve meses una Convención sobre el futuro del país.
El gobierno colombiano reclama, en contrapartida, señales del ELN para la humanización de la guerra, como el cese de secuestros y otros ataques a civiles, y de la voladura de oleoductos, encaminándolas todas hacia un cese del fuego.
La Venezuela que alberga ese diálogo, y que es un escenario posible para la Convención que busca el ELN con sectores de la sociedad civil, ha dado un brusco giro respecto de lo que fue su política ante el conflicto colombiano hasta hace unos meses.
Durante la presidencia de Rafael Caldera (1994-1999), y mientras gobernaba Colombia Ernesto Samper, varias veces sus ministros del Exterior y de Defensa firmaron textos declarando a la guerrilla colombiana "enemigo común" de Bogotá y Caracas.
Venezuela ha sido blanco de ataques principalmente del ELN, el más doloroso de los cuales fue una incursión contra un puesto de vigilancia fluvial, el 26 de febrero de 1995, en el que los insurgentes colombianos mataron a ocho infantes de marina.
Caracas se paseó por el escenario de una especie de "persecución en caliente" (perseguir a los iregulares en territorio colombiano), pero optó por militarizar gran parte de la frontera con base en dos Teatros de Operaciones.
Medidas semejantes adoptaron en las últimas semanas los gobiernos de Ecuador y Perú, agregando el presidente peruano Alberto Fujimori amenazas de castigar con todas sus fuerzas a los guerrilleros que osen cruzar la línea fronteriza.
En cambio, Chávez, a poco de ser electo (el 6 de diciembre), viajó a Bogotá ofreciéndose a "ir a donde tenga que ir y hablar con quien haya que hacerlo" para ayudar a la paz en Colombia.
El nuevo mandatario envió dos comisionados a San Vicente del Caguán, sur colombiano, para el inicio el diálogo el 7 de enero entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el presidente Andrés Pastrana.
Pocos días después, Chávez se sumó en La Habana al diálogo de Pastrana con el presidente cubano Fidel Castro y allí los tres se pronunciaron por impulsar el proceso de paz en el vecino país.
Pastrana correspondió a esos gestos haciendo un alto en sus ocupaciones de atención al desastre creado por el terremoto en la zona cafetalera de su país, para acudir, el 2 de febrero, a la investidura de Chávez como nuevo presidente.
Francisco Arias, uno de los teniente-coroneles que acompañó a Chávez en la cruenta y fallida asonada en 1992, actuó como gobernador de estado de Zulia (occidente fronterizo con Colombia) para facilitar la reunión García-Ricardo en Venezuela.
Pero el aporte más sustancial a la distensión con la guerrilla es la declaratoria por Chávez de que Venezuela es "neutral", abandonando la tesis precedente que reducía la amistad de Caracas al gobierno colombiano y consideraba enemiga a la insurgencia.
Esa neutralidad puede ser un paso pevio para reconocer a la guerrilla colombiana el estatuto de fuerza beligerante, según analistas como Fernando Ochoa, ex canciller y ex ministro de Defensa de Venezuela, y Enrique Santos Calderón, editor del diario colombiano El Tiempo.
La neutralidad de Chávez rompe el que según Santos puede ser – con la militarización de fronteras por los vecinos- el primer paso de una estrategia continental de contención, pues "Estados Unidos no va a cruzarse de brazos indefinidamente" ante el hecho colombiano que perturba la región.
Ochoa, ahora senador del partido opositor Proyecto Venezuela, estimó que la política de neutralidad "es acertada", pero criticó que Chávez la declarase "en vez de negociar antes con la guerrilla un compromiso para respetar nuesro territorio como un santuario". (FIN/IPS/jz-eg/ip-la/99