Un accidente de tránsito en el sur de Chile, que causó la muerte de 10 personas, mostró una vez más las difíciles condiciones de vida de las trabajadoras agrícolas temporales, que a la vez son jefas de hogar.
La colisión entre un autobús que llevaba 64 pasajeros y un camión se produjo el día 17 en las cercanías de Pitrufquén, 707 kilómetros al sur de Santiago, y entre las 10 víctimas fatales hubo cuatro mujeres y tres niños.
El accidente dejó además 55 heridos entre los 64 ocupantes del autobús, contratado por la empresa agrícola San José para el transporte de campesinos, que en la actual temporada veraniega se emplean en la recolección de arándano, fruto parecido a la mora.
Fuentes policiales señalaron que el vehículo no estaba autorizado para prestar esos servicios y que además llevaba un exceso de pasajeros, ya que su capacidad era de 35 personas.
La ministra del Servicio Nacional de la Mujer (Sernam), Josefina Bilbao, asistió el día 18 al funeral de las víctimas y dijo que se debe aclarar la presencia entre los pasajeros de numerosos menores, tres de los cuales murieron.
"Esto quiere decir que las madres deben llevarlos con ellas a su trabajo por no tener a quien encargarlos, o que los niños trabajaban también en las labores agrícolas, lo cual constituiría una ilegalidad", dijo Bilbao.
Fuentes de la empresa San José señalaron el mismo día del accidente que los menores eran llevados por sus madres a un centro infantil, a cargo del municipio de Pitrufquén y del propio Sernam, ubicado en una escuela cercana a los predios agrícolas.
Pero la dirección del Sernam en la región de la Araucanía aclaró que ninguna de las mujeres involucradas en el trágico accidente figura como beneficiaria de su programa de atención a hijos de trabajadoras agrícolas temporales.
Las temporeras, como se las denomina en Chile, constituyen una masa laboral de 200.000 mujeres distribuídas desde la norteña región de Atacama, a 800 kilómetros de Santiago, hasta la de Los Lagos, 1.000 kilómetros al sur.
Son asalariadas que trabajan entre tres y seis meses al año, en jornadas de hasta 10 y más horas al día, ya sea en la recolección de productos frutícolas o en los centros en que éstos se empacan para su exportación.
Estudios del Sernam indican que entre 40 y 50 por ciento de las trabajadoras y trabajadores temporales laboran sin contrato y más de dos tercios de las mujeres no están adscritas a regímenes de previsión social para poder aspirar a una jubilación.
Las temporeras tienen una edad promedio de 32 años y más de la mitad de ellas están desprotegidas frente a accidentes y enfermedades laborales, entre las cuales abundan los daños provocados por la exposición prolongada a pesticidas.
Por lo general, las temporeras tienen entre dos y tres hijos. Un tercio de ellas, unas 65.000, de acuerdo al Sernam, son jefas de hogares monoparantales, y 30 por ciento forman parte de la población que está por debajo de la línea de pobreza.
Los regímenes salariales de estas trabajadoras varían en las diversas regiones y empresas agrícolas del país. Informes de 1996 de dos regiones frutícolas indican que ganaban entre 2,5 y 7,5 dólares al día.
Bilbao rindió homenaje a dos temporeras jefas de hogar fallecidas en el accidente de Pitrufquén y llamó a los productores y exportadores frutícolas a colaborar en los esfuerzos del Estado para mejorar las condiciones de vida de estas trabajadoras.
Las temporeras constituyen el sector tal vez más postergado entre las jefas de hogar, cuyo número total en Chile asciende a 1.162.570, lo cual equivale a 27,1 por ciento de los núcleos familiares del país.
La desprotección social y laboral de las temporeras contrasta con los éxitos económicos de la hortofruticultura de exportación, sector que en 1998 tuvo un crecimiento récord de envíos al exterior, pese a la crisis internacional.
Las exportaciones frutícolas crecieron 8,4 veces entre 1981 y 1998, y en la última temporada generaron ingresos por 1.200 millones de dólares que, de acuerdo a las proyecciones, aumentarán a 1.500 millones en el ciclo 1998-1999.
Este sector genera muchos progresos, pero a la vez es fuente de rezagos, como lo muestran las duras condiciones de vida de las temporeras, señaló Bilbao, quien exhortó a los empresarios a una mayor sensibilidad.
El Sernam puso en marcha un programa de asistencia a las trabajadoras temporales, que entre otras realizaciones consigna la creación de 160 centros de atención a sus hijos, distribuidos en áreas rurales de las regiones agrícolas.
En conjunto con el Ministerio del Trabajo, el Sernam capacitó entre 1996 y 1998 a 3.000 temporeras en talleres sobre derechos laborales, distribuyó 30.000 cartillas sobre el tema y mantiene módulos didácticos.
Los programas del Sernam hacia este sector incluyen también cursos para que completen su enseñanza básica y adquieran metodologías de liderazgo y organización, con el objetivo de que puedan luchar mejor por sus derechos, expresó Bilbao. (FIN/IPS/ggr/dm/hd/99