Los partidos de la alianza oficialista de Brasil protagonizan una batalla política en el parlamento, esgrimiendo los nuevos impuestos propuestos por el presidente Fernando Henrique Cardoso para financiar obras públicas.
El Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) defiende el llamado impuesto verde, que incidirá sobre el precio del combustible, pues la recaudación prevista, de unos 1.110 millones de dólares, será administrada por el Ministerio de Transporte, ocupado por un miembro de ese sector.
Por su parte, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), al que pertenece Cardoso, presiona con apoyo de los demás cuatro integrantes del oficialismo para aprobar un impuesto a las transacciones con cheques para financiar obras del Ministerio de Salud, a cargo de un destacado miembro de ese grupo.
Los dos impuestos integran la propuesta de ajuste fiscal del gobierno y presentada a la población como tabla de salvación nacional, después de que la moneda nacional se desvalorizó casi 50 por ciento desde la primera quincena de enero.
Pero los políticos parecen más preocupados en sacar provecho de los nuevos impuestos para sus partidos que en ofrecer alternativas financieras a Cardoso.
El PMDB amenazó votar contra el impuesto sobre cheques si el PSDB y los demás partidos oficialistas rechazaran el "impuesto verde". En represalia, los cuatro partidos prometieron boicotear la propuesta del PMDB si ese partido impide la aprobación del tributo que beneficiará al Ministerio de Salud.
"Somos testigos de una guerra absurda creada por la expectativa de los partidos oficialistas de usar dinero público para dar empleo a amigos de políticos que pueden ser de gran utilidad en las próximas elecciones", afirmó el dirigente José Genoino, del opositor Partido de los Trabajadores.
Los desaciertos y peleas entre los partidos del gobierno son uno de los motivos de la baja sostenida en la popularidad del presidente Cardoso, que perdió 10 puntos porcentuales en las encuestas de opinión pública desde principios de enero.
Los brasileños que califican al presidente de malo o pésimo constituyen ahora 33 por ciento, superando por primera vez, desde 1994, a los que consideran que su gestión es buena u óptima. El porcentaje de simpatizantes de Cardoso cayó de 37 a 27 por ciento.
Las acusaciones mutuas entre los partidos oficialistas aumentaron el descrédito de la población en la eficacia de los nuevos impuestos que el gobierno pretende ver aprobados en el primer trimestre del año en curso.
"Si los impuestos ya eran criticados por la población, después de esa riña partidaria son aun más impopulares", señaló el comentarista político Marcos Sá, de la revista semanal Veja.
Los nubarrones negros sobre el horizonte político brasileño se tornaron más amenazadores tras la divulgación de una encuesta el instituto Vox Populi.
Setenta y siete por ciento de los entrevistados manifestaron su simpatía por los gobernadores que prometen no pagar deudas federales para poder pagar sueldos y mantener sin cortes los presupuestos de salud, educación y seguridad pública en los estados.
El presidente se enfrenta con siete gobernadores opositores que han sido acusados de precipitar la desvalorización del real al asustar a quienes controlan el flujo de capital especulativo con la amenaza de una moratoria en el pago de las deudas de sus estados.
Fernando Henrique Cardoso reaccionó con dureza a la rebelión de estos gobernadores, pero la población parece ver con buenos ojos una renegociación de las deudas estaduales. (FIN/IPS/cc/mj/if ip/99