El carnaval de este año, además de dar tregua a la tensión diaria del mercado financiero, permitió a Brasil recuperar parte de su sentimiento de nación en medio de una crisis que lo lleva a sentirse un banco en bancarrota.
"Brasil es más grande que la Bolsa", sintetizó el ministro de Deportes y Turismo, Rafal Grecca, en una entrevista al Jornal do Brasil. "Lo mejor del domingo de carnaval es que el lunes no operan las bolsas", agregó.
Durante cuatro días el país pudo respirar sin acompañar la cotización del dólar, de las acciones y la evolución de los intereses. Los bancos, las bolsas y las actividades económicas en general solo vuelven a funcionar con normalidad en la tarde de este miércoles.
La fiesta del carnaval gana importancia como factor de identidad nacional, cuando la globalización comandada por el capital financiero convierte países en entes bancarios que solo pueden existir si ofrecen garantías de rentabilidad, es decir si tienen credibilidad ante los inversionistas.
No importa mucho qué produce el país, su cultura y su gente, sino la estabilidad de su moneda, el balance de sus cuentas corrientes con el exterior, su situación fiscal, el nivel de apertura de su mercado, las posibilidades de ganancia y la seguridad que ofrece.
En muchos países la función más importante pasó a ser el del presidente del Banco Central. La moneda tiende a desvincularse de la nación, para mejorar el desempeño "bancario" en la competencia mundial.
El euro y las últimas propuestas de dolarización total de la economía de América Latina, encabezadas por Argentina, apuntan en ese sentido, similar al de fusiones e incorporaciones de empresas y bancos que construyen poderosos conglomerados.
La gran amenaza a los países, en especial los denominados emergentes, es el ataque especulativo, idéntico a las corridas bancarias que ocurren cuando los depositantes pierden la confianza en sus entidades.
La quiebra es casi inevitable y la "ayuda" internacional supone renunciar a la soberania y reducirse como nación.
En ese juego, poco significan las reservas cambiarias como garantía contra una corrida de los inversionistas.
Brasil confió en los 74.000 millones de dólares que acumuló hasta el inicio de 1998 y los vio bajar a un tercio en el inicio de enero, cuando se vio obligado a dejar de defender la estabilidad de su moneda, antes de quedar prácticamente sin reservas.
Las perspectivas son sombrías. Economistas de distintas orientaciones prevén una vuelta de la inflación superior a 10 por ciento, una brutal recesión económica con hasta seis por ciento de caída del producto interno bruto y un correspondiente aumento del desempleo.
Celso Furtado, maestro de la economía política en Brasil, previó que la moratoria, el reconocimiento de la quiebra, será inevitable dentro de "dos o tres meses".
El país se endeudó demasiado en los últimos años y, como salida, aumenta las tasas de interés, que representan más endeudamiento. No podrá pagar sus compromisos y será obligado a renegociar su deuda externa, para no quebrar totalmente, sostuvo.
El gobierno y la mayoría de los economistas rechazan la moratoria, argumentando que representaría una ruptura con la comunidad financiera internacional, que ya costó muy caro al país en la década pasada, cuando se adoptó tal alternativa.
Las dificultades en la búsqueda de una salida para la trampa financiera en la que se metió el país se evidencia en las prolongadas negociaciones que sostiene el equipo económico gubernamental con el Fondo Monetario Internacional, para mantener la ayuda de 41.500 millones de dólares acordada en noviembre.
El Fondo envió una misión que estuvo en Brasilia durante dos semanas y ahora recibe en Washington a una delegación brasileña para concluir la revisión del acuerdo, en base a las nuevas condiciones de la economía brasileña.
La expectativa es que eso demore dos semanas más, retardando la liberación de una segunda partida de la ayuda, de 9.000 millones de dólares, para abril. Antes se esperaba el desembolso en marzo.
Ajena a esas decisiones que determinarán su vida futura, aunque angustiada por la crisis, la población brasileña trató de disfrutar lo mejor posible el carnaval de la crisis. Y festejó el fortalecimiento del turismo, fuente de numerosos empleos.
Río de Janeiro recibió 85.000 turistas nacionales y extranjeros en este carnaval, estimó Alvaro Bezerra de Mello, presidente de la Asociación Brasileña de la Industria de Hoteles.
Los hoteles tuvieron más de 80 por ciento de su capacidad ocupada. Es menos que en el año pasado, pero se trata de un excelente resultado, teniendo en cuenta la crisis, evaluó De Mello.
El presidente de la empresa de Turismo de la alcaldía de Río de Janeiro, Gerard Bourgeseau, más optimista, aseguró que la ciudad recibió 150.000 visitantes. El alcalde Paulo Conde anunció que duplicará el aporte de recursos del gobierno municipal al carnaval el año próximo.
Se prevé que las inversiones en el carnaval, como en el turismo en general, constituirán la principal fuente de empleos durante la recesión económica.
Se calcula que el carnaval emplea a 40.000 personas en Río de Janeiro, 5.000 de los cuales directamente en la preparación del gran espectáculo, que es el desfile de las escuelas de samba.
De esa forma, el carnaval restablece una pequeña parte del autoestima nacional y ofrece alguna perspectiva de ablandar los efectos de la crisis financiera. (FIN/IPS/mo/mj/ip if cr/99