Millones de trabajadores de Asia emigran a países vecinos en una tendencia que presiona a los servicios públicos, aumenta la tensión social y podría incluso amenazar la estabilidad regional, advierten analistas.
Hace 20 años, los emigrantes por razones económicas del este y del sudeste de Asia eran un millón de personas.
Ahora, aunque no se conoce la cantidad exacta, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo calcula que al menos seis millones de personas trabajan en la región fuera de sus países de origen, y al menos la mitad lo hacen ilegalmente.
La globalización económica aumentará la migración regional provocada por razones laborales, agregan los expertos.
La recesión asiática también impulsa a los desempleados a buscar trabajo en el exterior, aunque las presiones internas y los problemas económicos de las economías ricas enfrían su recepción de bienvenida.
La mayoría de los países "atraviesan una transición de movilidad" asociada con grandes cambios económicos, según un estudio del Instituto de Población e Investigación Social de la Universidad de Mahidol, de Bangkok.
La naturaleza de gran parte de ese movimiento está cambiando, según el estudio. Antes de los años 80, el movimiento laboral transnacional se regía por contratos laborales formales y organizados.
El auge económico de los años 80 y principios de los 90, que provocó grandes desigualdades regionales y la decadencia del sector agrícola, causó una ola de migración interna del medio rural al urbano.
Los trabajadores de los países más pobres, como Indonesia y Filipinas, se trasladaron en masa a las zonas más ricas, como Corea del Sur, Hong Kong, Malasia y Tailandia, para compensar por la escasez de mano de obra.
Esto coincidió con el colapso de los controles fronterizos en gran parte de Birmania, Camboya, Laos, Vietnam y el sur de China, lo que causó el crecimiento del comercio y el transporte, y el incremento de la mano de obra emigrante.
Tailandia alberga a 1,4 millones de trabajadores migrantes, la gran mayoría de ellos birmanos, pero también procedentes de Laos, Camboya, China, Bangladesh, India y Pakistán. Sólo una fracción del total ingresaron por vía legal.
Malasia tiene más de 700.000 trabajadores migrantes, la mayoría de Bangladesh, Filipinas e Indonesia.
La mayoría de los trabajadores migrantes son hombres jóvenes, del medio rural, preferidos por los empleadores como una fuente de trabajo barata y fácil de controlar.
"Muchas de estas personas no tienen otra opción que aceptar los empleos más bajos y sucios de las fábricas, o someterse a la prostitución", declaró Robert Bennoun, representante del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia en Bangkok, y coordinador del grupo de trabajo de ONUSIDA sobre el Trabajo Migrante y el VIH.
"Se alejan de su familia y de las estructuras de apoyo de sus aldeas, tienen poca educación y no tienen derechos, así que son explotados", agregó.
Pero mientras la pobreza sigue siendo la razón principal por la que la mayoría de los migrantes cruzan la frontera para trabajar en otro país, también se ven influidos por la invasión de los medios de comunicación extranjeros provocada por la globalización, que está cambiando las costumbres sociales y culturales.
Las mujeres representan una proporción cada vez mayor de los migrantes, como consecuencia de la mayor cantidad de oportunidades que tienen en las economías industriales y de servicios, reveló el estudio de Mahidol.
Es una situación propicia para el abuso, sobre todo para las jóvenes y las niñas que recurren a la prostitución, algunas en forma voluntaria, y otras en condiciones de esclavitud.
Mientras en épocas mejores la policía y las autoridades ignoraban a los solicitantes de empleos ilegales, la crisis económica causó que los gobiernos repriman a sus poblaciones inmigrantes.
Tailandia deportó a 250.000 inmigrantes, en su mayoría birmanos. Cuando Corea del Sur otorgó una amnistía para que los extranjeros ilegales partieran por su voluntad, 50.000 se acogieron a la misma.
Malasia deportó a gran cantidad de trabajadores extranjeros, entre ellos a 50.000 indonesios.
El gobierno tailandés calcula que el desempleo en el país de 60 millones de habitantes ya superó la cifra de dos millones, de los cuales 1,3 millones son aldeanos que trabajaban en las ciudades y ahora volvieron al medio rural.
China tiene una enorme mano de obra interna flotante, gran parte de ella constituida por migrantes del interior industrial. En Indonesia hay gran movimiento fuera de las zonas deprimidas hacia lugares como Bali.
Antes de la crisis, los trabajadores filipinos en el exterior, estimados entre dos y cuatro millones, enviaron más de 750 millones de dólares por año a sus familiares en Filipinas, convirtiéndose en la tercera fuente de divisas de ese país.
Así mismo, 23 por ciento de las divisas de Bangladesh proceden de sus trabajadores emigrantes.
Los trabajadores que vuelven a sus países traen consigo problemas nuevos, incluso valores y aspiraciones que contrastan con su medio. Muchos recurren a la delincuencia, el tráfico de drogas y la prostitución para sobrevivir.
El movimiento de población se asoció a la expansión de tipos de malaria y sida resistentes a los fármacos.
"En Tailandia, lo que vemos mientras la gente vuelve de la ciudad es que muchos hospitales de las provincias más pobres comienzan a llenarse con casos de VIH en un momento en que la capacidad del sistema de salud está decayendo", señaló Bennoun.
A pesar de las penurias que sufren los trabajadores emigrantes, el estudio de Mahidol precisa que "la gran mayoría de los migrantes, tanto internacionales como internos, se benefician económicamente" con su ida.
"Aunque el gobierno tailandés deportó a numerosos trabajadores de Birmania, casi un millón de personas van y vienen por año. La razón es que aunque la situación es mala en Tailandia, sigue siendo mejor que en su lugar de origen", señaló Bennoun. (FIN/IPS/tra-en/awn/js/aq/pr/99