La conferencia de las partes del Convenio de Diversidad Biológica comenzó en medio de una fuerte polarización entre países industriales y en desarrollo, enfrentados por el texto del Protocolo de Bioseguridad que se debate en esta ciudad del Caribe colombiano.
El programa original preveía que los ministros de Ambiente de los 174 países que suscribieron el Convenio en 1992, en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, se dedicarían, siete años después, a aprobar el texto final del Protocolo.
Pero los 600 expertos enfrascados en un agitado debate desde el viernes no lograron aún ponerse de acuerdo.
El Protocolo debe ser acordado por consenso, como un instrumento jurídicamente vinculante, para regular el uso, movilización y comercio de los organismos genéticamente modificados o transgénico.
Aunque el Protocolo debía estar listo antes de su inicio, la conferencia de las partes fue inaugurada oficialmente por el presidente de Colombia, Andrés Pastrana, quien exhortó a la comunidad internacional a evitar la consolidación de un monopolio mundial de semillas y del mercado de alimentos.
Pastrana advirtió que los productos transgénicos pueden beneficiar la alimentación y la salud, pero también convertirse en una pesadilla si no se manejan de forma responsable.
El mandatario llamó a "enfrentar con responsabilidad temas implicados en la biodiversidad, como la seguridad alimentaria mundial, la salud, la diversidad cultural, los sistemas tradicionales de producción y el futuro equitativo, en el mundo industrializado y las naciones en desarrollo".
El discurso disipó así dudas surgidas el fin de semana sobre la posición colombiana por su papel de anfitrión conciliador y ratificó la intención del país de continuar en la férrea defensa de los países con gran riqueza biológica.
El clima tenso que enmarca las dos reuniones simultáneas empeoró a partir de las denuncias hechas este lunes por las delegaciones de Brasil, India, Suiza y Venezuela sobre la falta de transparencia en los procedimientos seguidos por los presidentes de comisiones.
"Llevamos ocho días de trabajo en grupos y subgrupos, según un procedimiento fragmentado, que desde el principio no ha sido transparente", dijo Fernando Gervasi, jefe de la delegación de Venezuela.
"Las delegaciones han trabajado hasta la madrugada los últimos cuatro días, a partir de tres textos propuestos que no reflejan el consenso, y ha soportado el aplazamiento de tres días de la reunión plenaria, desde el viernes en la mañana", dijo Elizabeth Bravo, de la delegación ecuatoriana.
Argentina, Chile y Uruguay rompieron la unidad del mundo en desarrollo al adherir a las posturas del denominado Grupo de Miami, encabezado por Australia, Canadá y Estados Unidos, país que, sin embargo, no participa formalmente en la reunión porque no ha ratificado aún el Convenio de Diversidad Biológica.
Unos 100 países del Sur en desarrollo de Africa, América Latina, Asia y el CAribe, entre ellos India y China, los dos más poblados del mundo, se unieron contra el Grupo de Miami.
"La historia se repite. Como hace siete años en la Cumbre de Rio, Estados Unidos, a pesar de ser el único que no suscribe los acuerdos y por lo tanto no es parte oficial de la negociación, logra imponer sus intereses", recordó Liza Covantes, de la organización ambientalista Greenpeace Internacional.
"Una de las estrategias es la fragmentación de las deliberaciones en muchos grupos y subgrupos. El uso exclusivo del inglés en los textos negociados, redactado por sus abogados, es otra vía. Incluso en el propio idioma es difícil entender a los abogados", agregó Covantes.
La ingeniería genética, último capítulo en el desarrollo de la biotecnología, permite manipular procesos vitales de reproducción y multiplicación de la vida, al recortar genes de algunos organismos y pegarlos a otros para crear nuevos seres, cruzando las barreras entre plantas, animales y humanos.
La mayoría de los productos transgénicos son alimentos, semillas e insumos agrícolas y fármacos desarrollados por un pequeño pero poderoso grupo de empresas multinacionales, encabezadas por la estadounidense Monsanto y la suiza Novartis.
Sus principales productos son soja, tomate, tabaco, algodón y maíz resistentes a herbicidas unos, y a plagas, los otros.
"La seguridad alimentaria, la salud, el ambiente y las economías del mundo en desarrollo están en juego. Estos intereses se enfrentan con los de los billonarios exportadores de alimentos, lo que constituye el telón de fondo del desacuerdo", explicó el científico colombiano Rodrigo Artunduaga.
"A pesar de ser economías en desarrollo, Argentina, Chile y Uruguay defienden el potencial de exportación de transgénicos del Mercosur", dijo Artunduaga, integrante de la delegación colombiana.
De 28 millones de hectáreas sembradas con transgénicos del mundo, Estados Unidos representa 74 por ciento. Argentina ocupa el segundo lugar, con 15 por ciento, y Canadá el tercero, con 10 por ciento", según el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones de Agrobiotecnología.
El valor de la comercialización de transgénicos de uso agrícola supera los 2.000 millones de dólares y alcanzará los 20.000 millones de dólares en el 2005, según previsiones de expertos.
"El Grupo de Miami no ha querido ceder un ápice en sus pretenciones comerciales" pues "no quiere ponderar los riegos para la salud ni para las economías nacionales, ni tampoco poner etiquetado a sus productos" transgénicos, se lamentó Gurdial Singh Nijar, abogado de la Red del Tercer Mundo.
Este grupo "quiere excluir del Protocolo 90 por ciento de los productos transgénicos y sus derivados, así como los productos farmacéuticos, e insiste en que la responsabilidad por eventuales catástrofes deben ser asumidas por los países importadores y no por las empresas ni los países exportadores", agregó. (FIN/IPS/as/mj/en dv/99