El sector alimentario de los países en desarrollo de Asia, Africa y América Latina corre el riesgo de un "Chernobil biotecnológico", alertaron hoy las asociaciones ecologistas españolas y la revista británica The Ecologist.
Ecologistas en Acción, que agrupa a todas las organizaciones ecologistas de España, presentó en Madrid y otras 20 ciudades del país la edición en castellano de The Ecologist, que en su versión en inglés fue destruida después de impresa por presión de la transnacional Monsanto, según su editor, Edward Goldsmith.
La edición está dedicada a la agricultura biogenética y a su influencia en los cultivos, los alimentos, el ambiente y la salud de las personas.
The Ecologist comenzó a editarse en 1968 y su edición de noviembre de 1998, de 14.000 ejemplares, fue destruida íntegramente después de impresa.
La imprenta Penwells, que llevaba más de un cuarto de siglo imprimiendo la revista, la trituró "ante el temor de problemas con la multinacional" Monsanto, asevera el editorial de la edición en español.
Pero después, al imprimir la revista en otra imprenta, "las dos cadenas de quioscos inglesas más importantes, WH Smith y John Menzies, anunciaron que no la venderían por miedo a problemas legales con Monsanto", añade.
Los editores sostienen que se debe producir "un debate de verdad" previo a la continuación de la venta de productos transgénicos.
Ese debate y el sometimiento de sus resultados a la voluntad ciudadana son indispensables para evitar un "Chernobil biotecnológico", en alusión a la catástrofe nuclear en Ucrania, otro "mal de las vacas locas" o similares.
La revista se inicia con un primer artículo, a cargo del príncipe Carlos, heredero de la Corona Británica, quien asegura ser un cultivador que utiliza técnicas biológicas, sin pesticidas ni fertilizantes artificiales.
Carlos sostiene que la mayoría de las plantas modificadas genéticamente y comercializadas hasta ahora, contienen genes de bacterias que las hacen resistentes a un pesticida de amplio espectro "producido por el mismo fabricante".
Añade que cuando los cultivos son fumigados con ese pesticida, perecen todas las otras plantas del campo. "El resultado es un terreno esencialmente estéril, incapaz de aportar, alimentar o ser un hábitat para la vida natural".
El ataque contra Monsanto es duro. Brian Tokar, profesor en el Goddard College de Plainfield, en Vermont, Estados Unidos, señala que esa transnacional norteamericana ocultó la contaminación de muchos de sus productos.
"En unos casos, Monsanto no informó de la contaminación, en otros dio información falsa con el fin de demostrar que no existía contiminación y en algunos casos remitió muestras para que las analizara el gobierno, que habían sido especialmente preparadas para que la contaminación con dioxina no existiera", añade.
La denuncia más alarmante de The Ecologist la exponen la bióloga y genetista Ricarda Steinbrecker y Pat Roy Mooney, director de la Fundación Internacional para el Desarrollo Rural, con sede en Winnipeg, Canadá.
Steinbrecker y Mooney sostienen que la "Tecnología Terminator" es una amenaza para la seguridad alimentaria mundial. Esa tecnología, conocida comercialmente como Sistema de Protección Tecnológica (TPS), produce semillas que se autodestruirán después de producir la planta.
Eso significa que la planta originada en esa semilla no producirá nuevas semillas ni podrá ser utilizada como tal (en el caso, por ejemplo, de la papa) y, por tanto, será estéril.
El mercado objetivo de la Tecnología Terminator son los agricultores del Sur, según anuncios de la compañía Delta and Pine (controlada por Monsanto) al presentar la patente.
"En esos anuncios proclaman que el SPT hará que para las empresas sea económicamente seguro vender sus variedades de alta tecnología en Africa, Asia y América Latina", recuerdan Mooney y Steinbrecker.
The Ecologist incluye un documento firmado por todos los delegados africanos, con excepción de los de Sudáfrica, que asistieron a la conferencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) sobre recursos genéticos, en junio de 1998.
Los delegados reclaman "que siga la cosecha tradicional" y puntualizan que, en particular, no aceptarán "el uso del Terminator o cualquier otra técnica que anule la capacidad" de los agricultores para cultivar los alimentos que se necesitan.
Además, invitan "a los ciudadanos europeos a solidarizarse con los países de Africa para que puedan resistir estas tecnologías y para que sus sistemas de cultivo natural puedan continuar sin interferencias». (FIN/IPS/td/ag/en/99