Grandes corporaciones internacionales han acumulado docenas de patentes de nuevas técnicas de ingeniería biológica que provocan la esterilidad de las semillas, alertaron organizaciones no gubernamentales (ONG).
La "tecnología exterminadora" implica la inserción de genes en las semillas que impiden a las plantas resultantes germinar por sí mismas.
Semillas que han sido genéticamente alteradas para producir cosechas cuantiosas o resistir a insectos o sequías no pueden ser reproducidas sin el permiso de las corporaciones.
No obstante, esa tecnología ha provocado fuertes críticas en todo el mundo porque pequeños agricultores, especialmente en los países en desarrollo, que dependen de la recuperación y ahorro de sus sementeras temen que la nueva técnica los obligue a comprar anualmente las semillas a mayor precio.
Las noticias sobre la "exterminadora" aparecieron luego que Estados Unidos concedió una patente sobre la técnica al Departamento de Agricultura y a la compañía Delta and Pine Land con sede en Mississippi, una firma de semillas de la cual el gigante de la biotecnología Monsanto pretende apoderarse.
Si bien todavía no está disponible comercialmente, la tecnología puede ser empleada en cereales, algodón, soja y otras semillas.
Un informe de la Fundación Internacional para el Progreso Rural (RAFI) previno que muchos otros gigantes de la producción de semillas y artículos farmacéuticos, incluidos Novartis y Zeneca, también se aprestan a lanzar la "exterminadora".
Compañías como Pioneer Hi-Bred, Rhone Poulenc y Dupont han desarrollado tecnologías similares para obtener semillas estériles.
"Las patentes revelan que la técnica de esterilización de semillas no es el resultado de una investigación aislada", señaló Pat Mooney, director de RAFI. "Toda gran empresa agroquimica está desarrollando su propia versión de semillas suicidas", agregó.
El informe de RAFI indica que las patentes demuestran que las compañías están desarrollando semillas cuyas características genéticas pueden tornarse fértiles o esteriles mediante un "inductor" químico externo mezclado con pesticidas patentados o fertilizantes producidos por la propia empresa.
A comienzos del próximo siglo, los agricultores podrían verse obligados a plantar semillas que solo germinarían y darían cosechas si se las rocía cuidadosamente con un tratamiento químico que incluye pesticidas patentados, fertilizantes o herbicidas, apuntó RAFI.
Zeneca, el gigante de semillas británico, por ejemplo, ha desarrollado una tecnología que podría permitir la siembra de excelentes cosechas siempre que sean tratadas con productos químicos patentados y vendidos por la compañía, comentó Mooney.
Agregó que Monsanto también se ha presentado para obtener una patente que inhibiría a una semilla de germinar a menos que se la rocíe con ciertas sustancias químicas.
La firma suiza Novartis ha recibido una patente por una técnica que regula los procesos de desarrollo en las plantas, incluyendo germinación, floración y maduración de frutos.
"Si las compañías pueden programar genéticamente a las semillas para que reaccionen sólo mediante la aplicación de los pesticidas o fertilizantes que fabrican, significa que aumentarán las ventas de sus agroquímicos patentados y otros productos", señaló Edward Hammond, un investigador de RAFI.
Sin embargo, el portavoz de Monsanto, Jay Byrne, negó que las compañías estén conspirando para crear un ciclo de dependencia como sugiere RAFI.
Admitió no obstante que están considerando esas técnicas como "una manera de proteger sus inversiones de miles de millones de dólares en la investigación de productos de ingeniería biológica".
Monsanto estima que demandará 10 años y 300 millones de dólares la creación de productos comerciales alterados genéticamente como el maíz, el algodón y las patatas, que contengan el gene de una bacteria que produce una toxina contra los insectos llamada "Bt".
"Cualquiera de esas empresas buscará la manera de proteger sus inversiones", dijo Byrne.
Monsanto trata actualmente de recuperar sus cuantiosas inversiones exigiendo a los granjeros estadounidenses y canadienses que plantan semillas genéticamente alteradas que no las germinen de nuevo si no lque as compren anualmente a la empresa.
Los agricultores de Canadá y Estados Unidos que prefieren ese tipo de semillas deben firmar un acuerdo para permitir a los investigadores de Monsanto inspeccionar sus campos durante varios años con el fin de asegurarse de que no fueron replantadas. Cualquiera que rompa el convenio es llevado ante los tribunales.
Monsanto dijo que la "exterminadora" podría brindar garantías técnicas al problema y mayor calma a la empresa, permitiéndole vender más fácilmente ese tipo de semillas en otros países.
Críticos de la "exterminadora" dijeron que podría causar un desastre en el abastecimiento mundial de alimentos, porque más de mil millones de agricultores, sobre todo pequeños granjeros en Africa, Asia y América Latina. dependen de las semillas recuperadas en cada cosecha.
Cuando los granjeros ahorran sus semillas eligen aquellas que tienen características más productivas o resistentes para replantarlas y, de ese manera, siguen adaptando las cosechas a su medio ambiente específico.
La preocupación sobre el impacto de esa tecnología en esos pequeños agricultores ha llevado a los gobiernos de India y Holanda a condenar la "exterminadora".
Organizaciones agrícolas y ambientalistas de todo el mundo, incluyendo Greenpeace, el Centro para Educación y Tecnología, con sede en Chile, y la Unión de Científicos Preocupados han pedido una prohibición perentoria de la "exterminadora".
El Grupo Consultivo de Investigación Agrícola Internacional, una vasta red creada por las Naciones Unidas y el Banco Mundial, recomendó que los 16 institutos que la integran prohiban la tecnología en sus programas de estudios para lograr mejores cosechas.
Jay Byrne, de Monsanto, dijo que la compañía no obligará a ningín agricultor a comprar sus tecnologías. Los granjeros son libres de ahorrar sus simientes con el método tradicional, "como siempre lo hicieron", comentó.
No obstante, pequeñas organizaciones que abogan por los pequeños agricultores en países en desarrollo temen que la nueva técnica se propague y los gobiernos obliguen a los granjeros a adquirir ese tipo de semillas.
La alarma crece en la medida que tamnbién aumentan las inversiones del sector privado en investigación de biotecnología agrícola.
La mayoría de los países en desarrollo están recortando su apoyo financiero a los programas públicos de investigación en biotecnología agrícola, declaró Per Pinstrup Andersen, director del Instituto Internacional de Investigación de Políticas Alimentarias.
"Las perspectivas son que el sector privado se haga cargo, pero no va a generar el tipo de tecnología que necesita el pequeño agricultor, a menos que éste logre ubicarse en un nivel más elevado y pueda pagarla", dijo. (FIN/IPS/tra-en/mk-kb/ego-dg/en/99)