VENEZUELA: El dictador regresa a la escena, 40 años después

El presidente electo de Venezuela, Hugo Chávez, levantó otra polvareda de polémica al invitar a su toma de posesión al último dictador que tuvo el país, en un gesto más simbólico que real y que avivó la discusión sobre su incierta orientación ideológica.

Marcos Pérez Jiménez 1948-1958), general retirado de 84 años, vive exiliado en Madrid desde hace 30, luego de purgar cinco años de cárcel en Venezuela por peculado, y no puede regresar sin ser detenido porque sobre él pesa un auto de detención como presunto autor intelectual del asesinato de un militar opositor.

Chávez, como hicieron otros candidatos en el pasado y su principal contendor, Henrique Salas, en la campaña presidencial de 1998, visitó a Pérez Jiménez en España y ofreció públicamente que lo perdonará para que pueda terminar su vida en el país.

El actual presidente, Rafael Caldera (82 años), también había ofrecido indultar a Pérez Jiménez, si éste pedía perdón por los delitos que se le atribuían, lo que rehusó el general, siendo una incógnita si ahora prepará finalmente las maletas.

La revista caraqueña Primicia mostró en su última edición que Pérez Jiménez vive plácidamente de sus rentas, en su elegante mansión en Madrid, ajeno a la polémica e inmerso en la observación astronómica, su postrera pasión.

En Venezuela, el debate comenzó cuando Chávez, tras su elección el 6 de diciembre, anunció que invitó a su investidura el 2 de febrero al viejo general "así como he invitado al presidente cubano Fidel Castro y a otras figuras. Entiendo y respeto a quienes disienten, pero quiero verlo sentado ahí".

Carlos Canache, presidente del partido socialdemócrata Acción Democrática (AD), perseguido por Pérez Jiménez y el que más gobernó en los 40 años que siguieron a su régimen, encabezó a los críticos que consideraron la invitación ofensiva y al mismo tiempo un error político.

Chávez "al perdonarlo hace bien, pero al exaltarlo se equivoca", dijo Enrique Ochoa, ex jefe de los socialistas locales. Pérez Jiménez, recordó, no sólo fue un dictador que conculcó libertades y violó los derechos humanos, "sino además fue un gran corrupto" y amasó así una enorme fortuna.

"¿Cómo se sentirá Luis Miquilena -ministro del Interior designado por Chávez y jefe de su movimiento político Quinta República- al sentarse al lado de quien ordenó las salvajes torturas en su contra?", se preguntó Canache, al igual que otros dirigentes, incluso cercanos al presidente electo.

Miquilena, de 78 años, dirigente de izquierda contra Pérez Jiménez, estuvo cinco años presos durante la dictadura y fue sometido a torturas tan crueles que el fallecido escritor Miguel Otero Silva lo hizo protagonista de su novela sobre la resistencia, "La muerte de Honorio".

"Eso da una idea de la grandeza de Miquilena", observó el canciller designado José Vicente Rangel, compañero de ruta del nuevo ministro del Interior, quien ha ofrecido trabajar porque sobre las policías de Venezuela cese de apuntar el dedo acusador de las organizaciones humanitarias.

Miquilena mismo dijo a IPS que "llegó la época de perdonar. No es sano para nadie vivir toda la vida acumulando odios. El pasado pasó, y el momento del país impone la unidad de todos los sectores".

Explicó que "con su gesto, Chávez busca demostrar que su gobierno será de conciliación y no sectario, como el que conocimos de los partidos. El país es otro", señaló.

Chávez concluyó este viernes una gira a Europa y, a su paso por Madrid, se abstuvo de visitar al ex dictador, debido a lo apretado de su agenda, mientras que Miquilena admitió que la invitación fue simbólica y no se tradujo en un gesto formal, por la situación jurídica del general.

El ex dictador dijo que "si me invita (Chávez) es porque sabe que eso va a complacer a mucha gente, pero no he recibido una invitación oficial. Consideraré entonces si me conviene ir".

Además de "gesto de reconciliación", Chávez buscaría con la invitación lanzar otras señales: la primera es que la soldadura de las fracturas militares es un proceso de largo aliento, y la segunda es la de su independencia frente a sus aliados.

Chávez, teniente coronel retirado de 44 años, encabezó una de las dos cruentas sublevaciones de 1992, y estuvo dos años preso hasta que su causa fue sobreseída por Caldera, a pesar de la oposición de generales del alto mando que sofocó las asonadas.

Como candidato tuvo el apoyo de una alianza de casi toda la izquierda, antiguos militares golpistas y empresarios proteccionistas, mientras su discurso fue percibido como nacionalista e izquierdista en círculos internacionales.

Pero el presidente electo insiste en rechazar otras etiquetas que las de "revolucionario bolivariano" y dice inscribirse en términos internacionales en la llamada "tercera vía", equidistante del comunismo y del neoliberalismo salvaje.

La imagen de Pérez Jiménez, si bien está marcada por su condición de ex dictador, fue reivindicada por un movimiento popular contra los partidos dominantes en 1968, y además su gobierno, desarrollista y urbanizador, es considerado por sectores militaristas como modelo de eficiencia.

Para algunos analistas, entre Chávez y Pérez Jiménez hay un hilo conductor, con indepedencia de sus ideologías y el hecho de que el presidente electo llega al poder con un contundente triunfo electoral, donde se incluye el hecho de que el nuevo gobierno también será cívico-militar, según lo definió Rangel.

Nacido en un pueblito andino, Pérez Jiménez fue un brillante cadete que estudió en la Escuela de Chorrillos (Perú) en los años 30, y decidido a modernizar las casi rurales fuerzas armadas de Venezuela organizó una logia militar y un golpe de estado a mediados de la década siguiente.

En 1945 se alió con el líder de la naciente Acción Democrática, Rómulo Betancourt, más tarde considerado "padre de la democracia venezolana" y mediante un golpe tomaron el poder para una Junta de Gobierno cívico-militar.

Betancourt organizó una asamblea constituyente y elecciones que en 1947 ganó el novelista Rómulo Gallegos (Doña Bárbara), pero en 1948, con menos de nueve meses de gestión, Gallegos fue derrocado mediante un golpe que Pérez Jiménez encabezó.

En junio de 1954, el opositor teniente León Droz Blanco, exiliado en Colombia, fue asesinado y desde entonces se atribuyó al dictador la autoria intelectual del crimen.

En 1958 un levantamiento cívico-militar derrocó a Pérez Jiménez y se organizaron elecciones, que ganó Betancourt, y ya como presidente logró la extradición del ex dictador desde Estados Unidos, pero Washington la autorizó sólo para que fuese juzgado por peculado de dineros públicos.

Un movimiento pérezjimenista obtuvo más de 10 por ciento de votos en las elecciones de 1968, pocos meses después que el ex dictador, ya cumplida su condena, se radicó en España.

En previsión de que pudiera ser candidato presidencial, como fue el caso del general Gustavo Rojas Pinilla (Anapo) en Colombia, los partidos mayoritarios reformaron la Constitución para que fuesen inelegibles a altos cargos quienes hubiesen recibido sentencias de más de tres años de cárcel.

En 1972, el juez Gonzalo Rodríguez -más tarde el presidente de la Corte Suprema que inició la destitución del ex presidente Carlos Andrés Pérez en 1993- dictó auto de detención contra Pérez Jiménez como presunto autor intelectual de Droz Blanco.

Tildado de cobarde por adversarios como Rangel y el editor José Catalá, Pérez Jiménez jamás regresó al país y el movimiento de sus seguidores se diluyó al paso de los años. (FIN/IPS/jz/la-ip/99

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