La crisis de Brasil, provocada por la devaluación del real que podría desencadenar otra ola de inestabilidad económica internacional, tiene un aire familiar para Tailandia, al otro lado del mundo.
En junio de 1997, el gobierno tailandés hizo exactamente lo mismo cuando dejó flotar y devaluó en los hechos al baht. El paso determinó que la moneda fuera el primer dominó en caer en la crisis económica de Asia que continúa hasta hoy.
El baht se precipitó aproximadamente a la mitad de su valor frente al dólar, desencadenando devaluaciones en toda la región e iniciando una de las recesiones más severas desde la segunda guerra mundial.
Para Tailandia, la crisis del real corrobora la idea imperante en Bangkok de que los problemas de la economía tailandesa son parte de fallas estructurales más amplias del sistema financiero mundial.
Pero aparte de este punto meramente teórico, Tailandia no tiene mucho de que beneficiarse con la crisis brasileña.
Analistas advierten que el colapso del real brasileño podría minar la confianza de los inversores en los mercados emergentes, frenar el crecimiento de la economía de Estados Unidos y dañar seriamente el arduo intento de recuperación de Tailandia.
La semana pasada, el Banco Central brasileño se vio obligado a flotar libremente el real luego de una masiva fuga de capitales ante el temor de que el gobierno no pudiera pagar su deuda externa.
El día de la devaluación inicial, el miércoles 13, el real cayó nueve por ciento. Al día siguiente, 1.800 millones de dólares abandonaron el país.
Existen diferencias y similitudes entre Brasil, hasta el momento de la devaluación, y Tailandia y otros países asiáticos.
La mezcla de moneda sobrevaluada y una gran deuda de corto plazo ayudó a desatar las crisis en Corea del Sur, Indonesia, Tailandia, luego Rusia y ahora Brasil.
Pero mientras la mayoría de los problemas de Brasil están asociados con el excesivo gasto público, la crisis tailandesa se debe principalmente al exceso del consumo y de las deudas del sector privado.
"Los países industrializados, así como el Fondo Monetario Internacional, deberán reaccionar con rapidez para contener el impacto adverso mundial", declaró el ministro de Finanzas Tarrin Nimmanahaeminda.
La alusión al FMI de parte de Tarrin tiene un dejo irónico ya que el funcionario es conocido en Tailandia como el "mejor discípulo" de la institución multilateral y, para muchos tailandeses, Brasil representa un fracaso más de las recomendaciones del organismo.
"La debacle brasileña, acaecida a pesar del respaldo de 41.000 millones de dólares aportados por el FMI, destaca aun más el caso de Tailandia y su desempeño económico basado en la severa medicina del FMI", comentó el diario en inglés The Nation, de Bangkok.
El paquete del FMI para Brasil, concebido en septiembre a raíz del colapso del rublo ruso, fue un paso previsor para proteger al real de la crisis mundial.
Pero ahora muchas voces opinan que la estrategia conjunta de Estados Unidos y el FMI fracasó. Otros sostienen que la defensa de tipos de cambio fijos o semi-fijos es una política "errada" en Asia, Rusia y ahora en Brasil.
Brasil, la mayor economía de América Latina y con una fuerte presencia de los bancos occidentales, se considera un dominó de demasiado peso como para dejarlo caer.
El paquete del FMI, según The Nation, dio a los "inversores el tiempo para huir, pero no resolvió los problemas subyacentes de la economía brasileña".
El diario señaló que es hora de poner en tela de juicio el propósito central del FMI de proteger los intereses de los acreedores extranjeros y de liberalizar las economías para recuperar los capitales extranjeros, como ocurre con la política económica tailandesa.
La crisis brasileña amenaza directamente a los intereses de Tailandia. En primer lugar, numerosos analistas esperan que la devaluación del real afecte también al baht tailandés, que se apreció considerablemente en 1998 de 45 a 36 bahts por dólar.
En segundo lugar, la sensación negativa hacia las economías emergentes obligará a retrasar los planes del gobierno tailandés para recaudar fondos en el exterior con bonos garantizados por el Estado.
"Al principio el mercado podría no distinguir entre los distintos mercados emergentes como el de Brasil o el de Tailandia", señaló el viceministro de Finanzas Pisit Lee-artham.
Es probable que se vean perjudicadas las exportaciones tailandesas y de otras fuentes asiáticas si la crisis brasileña frena la economía de Estados Unidos.
Brasil es un competidor directo de Tailandia en los mercados internacionales de exportación de muchos productos agrícolas, y la caída del real le dará una ventaja competitiva frente a los artículos tailandeses.
El propio Brasil es un gran mercado para los productos tailandeses y absorbe la mitad de las exportaciones de Tailandia a América Latina, así que los problemas económicos brasileños se reflejarán en la caída de las ventas de los exportadores tailandeses.
Pero lo que preocupa y mucho a Tailandia es que la crisis brasileña podría forzar la devaluación del yuan chino, que se mantuvo estable todos estos meses a pesar de la inestabilidad mundial.
Muchos analistas relacionan la caída de las exportaciones de Tailandia y de otras economías del sudeste de Asia antes de la crisis a la devaluación del yuan adoptada en 1994, que abarató los productos chinos frente a los de sus competidores en los mercados mundiales.
"El colapso del yuan desencadenaría otra ronda de devaluaciones en toda la región, arruinaría el sistema bancario chino y frenaría su economía considerablemente", opinó un economista de la Universidad de Chulalongkorn en Bangkok.
Muchos creen que esa posibilidad sería el golpe final para las posibilidades de recuperación de la recesión en la región.
Una de las posibles consecuencias de largo plazo de la crisis brasileña es que los gobernantes del sudeste de Asia reconsideren los beneficios que les reportó el modelo económico neoliberal que aplicaron todos estos años.
Cuando la crisis asiática comenzó a mediados de 1997, los defensores de la política económica neoliberal, que recomiendan la apertura total de los mercados y las economías orientadas a la exportación, apuntaron a América Latina como un ejemplo de estabilidad porque, sostuvieron, "ya había pasado por la inestabilidad y adoptado los ajustes estructurales necesarios".
Pero Brasil demostró que, evidentemente, ese no es el caso. Muchos opinan que lo que necesita cambios estructurales es la ideología que acompaña a la globalización de la economía mundial. (FIN/IPS/tra-en/bs/js/aq/if/99