El fracaso del capitalismo en Rusia y el mal estado de salud del presidente Boris Yeltsin allanan el camino al poder de seguidores del ex jefe de Estado Mijaíl Gorbachov y de ex funcionarios de los servicios de seguridad del régimen soviético.
Uno de ellos es el primer ministro Yevgeni Primakov, ex jefe del FSB, los servicios de inteligencia que sucedieron a la KGB de la época soviética.
La noticia esta semana de la úlcera de Yeltsin, la última de una serie de enfermedades padecidas por el presidente, provocó un revuelo inicial al que le sucedió un clima de "no pasa nada", ya que su mala salud se está convirtiendo en una cosa de rutina.
Por ahora, la permanencia formal de Yeltsin en el cargo parece servir a los intereses de todos, aunque lo ocupe desde el hospital. El presidente seguirá cargando con la culpa del colapso económico, mientras la elite dilucida cómo resolver los agudos problemas de este país.
Pero la salud de Yeltsin plantea una vez más la interrogante de quién está al frente del país y quién dirigirá a Rusia al próximo milenio.
La extraña tranquilidad de la elite ante la desaparición de Yeltsin del mapa político quizá se explique por la aparición de un nuevo "contrato social", al menos en el círculo de poder.
El colapso financiero acaecido en agosto significó que la época de reformas económicas neoliberales sin ton ni son terminó en fracaso, que Rusia no es una brillante economía emergente y que el dramático enfrentamiento entre "reformistas" y "radicales" aún no concluyó.
La crisis también produjo un resultado un tanto inesperado, la revitalización de una tercera fuerza, los "gorbachovitas", herederos políticos del último presidente de la Unión Soviética, Gorbachov.
Analistas de este país explican que estas personas también tienen algo más en común, ya que muchos integraron las filas de la KGB.
Esta "tercera fuerza" parece estar ganando la lucha política interna, mucho antes del 2000, el año de las próximas elecciones presidenciales.
Las encuestas muestran que la mayoría de la población aprueba la realización de elecciones anticipadas, así como un gobierno fuerte que sea capaz de detener la corrupción y la delincuencia y de reavivar la economía.
Aunque la oficina de Yeltsin asegura lo contrario, Primakov parece estar al mando de la mayoría de las tareas presidenciales. Guennady Seleznyov, presidente de la Cámara de Representantes (Duma), declaró que Yeltsin debería transferirle formalmente todos sus poderes al jefe de gobierno.
Esa opinión es compartida por 74 por ciento de la población, según una encuesta independiente, pero el subdirector de personal de Yeltsin, Oleg Sysuyev, descartó la idea.
En un gesto de confianza política, Primakov abandonó Moscú esta semana para asistir a la asunción del presidente de Kazajstán, Nusultan Nazarbayev.
A pesar de la siniestra reputación de la KGB, la mayoría de sus funcionarios se encontraban entre los más capaces de la Unión Soviética. Ahora tienen una imagen de burócratas políticamente neutros y eficaces, la única fuerza capaz de frenar la corrupción y la ineptitud.
Entre los antiguos funcionarios de la KGB con cargos de poder se encuentra el nuevo jefe de personal de Yeltsin, general Nikolai Bordyuzha.
Bordyuzha fue designado al mando de las poderosas fuerzas de la frontera en enero de 1998, que se fusionarán con el servicio federal de seguridad como parte de las reformas de reducción de costos.
Girgory Rapota, ex vicedirector del servicio de inteligencia, es ahora director de Rosvooruzheniye, principal empresa exportadora de armas y una de las mayores fuentes de divisas de este país.
En 1998, Yeltsin nombró a Vladimir Putin, ex oficial de inteligencia de la KGB asignado a Alemania durante los años 70, primero como subdirector de personal a cargo de las relaciones con las regiones de Rusia, y luego al frente del FSB.
El general Viktor Zorin, ex subdirector del FSB, fue designado director del Departamento de Programas Especiales, una oscura oficina que se cree actúa ante problemas regionales.
El general Nikolai Patrushev, otro alto funcionario del FSB, fue nombrado director del Directorio Principal de Control, dependiente de la presidencia, que controla el gasto de los fondos federales por parte de los gobiernos regionales.
El jefe de personal de Primakov es Yuri Zubakov, ex vicedirector del servicio de seguridad interna, y se dice que el actual portavoz del servicio, el general Yuri Kobaladze, será el próximo vicedirector del estatal canal de televisión RTR.
Así mismo, numerosos ex funcionarios se encuentran en el sector bancario y empresarial, y muchos otros ingresaron a la política.
En el contexto de la resurrección del peso político de la KGB, no es de sorprender que la Duma haya votado la reinstalación de la estatua de Felix Dzerzhinsky, el fundador de la KGB, en la plaza de Lubyanka, al frente de la sede de los servicios de inteligencia, en Moscú.
La estatua fue derribada en el otoño boreal de 1991, tras el intento frustrado de un golpe de Estado organizado por la KGB y altos funcionarios comunistas para detener el proceso de reformas conocido como la "perestroika".
Analistas estiman que la dependencia cada vez mayor del gobierno con respecto a los ex funcionarios de la KGB es un intento de reclutar individuos que no tengan lazos con los poderosos grupos empresariales que luchan por obtener influencia política, con el fin de lograr la estabilidad. (FIN/IPS/tra-en/sb/ak/js/aq/ip/99