Una encuesta sobre percepción de problemas ambientales en Perú revela tiene irregulares niveles de conciencia ecológica entre la población y algunas incongruencias, que podrían ser consideradas pintorescas si no fueran graves.
"Por ejemplo, la gente está concientizada para impedir que se fume en lugares públicos, porque el humo del cigarrillo provoca cáncer, pero acepta tranquilamente otro factor cancerígeno más agresivo: la falta de normas adecuadas en el expendio urbano de gasolina", comenta la bióloga Teresa Huillca.
Huillca señala que ninguna de las 655 estaciones de gasolina existentes en el casco urbano de Lima posee sistema de recuperación de gases, de modo que cada una de ellas contamina con gases de efecto cancerígeno las viviendas situadas en un radio de 50 metros a la redonda.
Según una encuesta sobre percepción de riesgos ambientales efectuada por el instituto privado Cuanto, la población peruana revela adecuada sensibilización sobre algunos problemas pero tiende a desconocer la gravedad de otros.
En el tema del agua, el grado de conciencia ecológica es relativamente alto, y más del 60 por ciento de los encuestados demostró tener información sobre las medidas necesarias para reducir el riesgo ambiental en relación con su uso y manejo.
La mayoría de la población, especialmente en las áreas urbanas marginales, considera importante hervir el agua destinada a la alimentación, lo que refleja el éxito de las campañas oficiales contra la epidemia del cólera que surgió en Perú en 1991.
Pero la conciencia sobre los problemas ambientales vinculados al aire y al suelo son progresivamente menores, entre 46 y 44 por ciento, aunque el 70 por ciento de la población desconoce el peligro contaminante del manejo de pesticidas en la agricultura.
La población reconoce los riesgos originados por la expansión del parque automotor, pero sólo el 47 por ciento admitió saber algo sobre el hueco de la capa de ozono y de los factores que lo originan.
Además, "la mayor parte de la población cree que la preservación de los santuarios naturales obedece a razones paisajistas y de compasión con los animales, y desconoce que la calidad de vida de la sociedad humana puede ser afectada si no se preservan la flora y la fauna", comenta el experto Oscar Ferrer.
La encuesta reveló también que los grados de conciencia ecológica dependen en gran medida de los niveles educativos y de los estratos socioeconómicos de cada segmento de población.
El 35,5 por ciento de las personas con nivel de educación superior en Perú tiene aceptable grado de conocimiento y conciencia ambiental, en tanto que las que solo alcanzaron nivel primario reflejaron un grado ínfimo de conciencia: sólo el 2,3 por ciento.
En las ciudades de la costa, especialmente en Lima, los residentes en los barrios marginales y periféricos identificaron la existencia de basurales cerca de sus casas como una de los más importantes amenazas ambientales contra la salud pública.
"En las barriadas, la percepción del riesgo se refiere a los montones de basura acumulados en las calles por deficiencia en la recolección municipal, o en los basurales que se forman en baldíos próximos a las viviendas, porque allí proliferan ratas y moscas", dice Ferrer.
"La incineración le parece a la mayoría de la población un adecuado destino para la basura y se suele ignorar que quemarla es peligroso porque la combustión de plásticos origina gases cancerígenos", comenta.
Reglamentariamente, la basura no debe incinerarse, y los vertederos municipales practican el llamado "relleno sanitario", que consiste en enterrar los residuos sólidos, pero por combustión espontánea o porque alguien les prende fuego, en los grandes basurales hay siempre zonas ardiendo.
"Eso pasa en la periferia de la ciudad, pero en muchos edificios de clase media, los constructores han instalado incineradores, para que los propios vecinos quemen su basura domiciliaria, sin conciencia alguna del riesgo que ello origina", concluye Ferrer.
Pero el tema de la basura urbana ofrece otro gran riesgo adicional: la carencia de normas sobre el manejo de los residuos generados en los hospitales.
Aunque está prohibido, centenares de personas trabajan en los basurales clasificando a mano y "rescatando" papel, cartón, telas y vidrio, y desechos alimenticios, que los criadores de cerdos utilizan en forma ilegal.
Obviamente ese reciclaje y el empleo de desperdicios extraidos de los basurales es peligroso, pero el riesgo es mucho mayor si se toma en cuenta que parte de esa basura procede de algunos hospitales.
En noviembre de 1997, el manejo de la basura de los hospitales de Lima fue calificado de "imperfecto y peligroso" ante una comisión parlamentaria que investigó el tema por Ximena Fernández, ex gerente central de Producción de Servicios de Salud del Instituto Peruano de Seguridad Social.
La comisión concluyó que la inexistencia de una norma legal sobre residuos sólidos, que permita a la Dirección General de Salud Ambiental del Ministerio de Salud fiscalizar el destino de la basura de los hospitales, provoca graves riesgos.
Pese a esa conclusión, hasta ahora no se ha promulgado una Ley que corrija esta situación y los hospitales siguen manejando su basura según sus propios criterios y presupuestos.
Los hospitales del Instituto Peruano de Seguridad Social separan los residuos que consideran contaminados y patológicos para remitirlos al incinerador del Hospital Naval, pero el resto de los desechos se entrega al servicio de recolección municipal, en donde se mezcla con la basura de la ciudad. (FIN/IPS/al/ag/en/99