Por cuarta vez en 20 años, Juan Pablo II fue recibido hoy con fervor y alegría por miles de personas en México, país con más de 70 millones de católicos y una historia de constantes roces con la Iglesia.
Ante unas 4.000 personas, que acudieron al aeropuerto junto a un grupo de mariachis y decenas de niños, el Papa dijo que llegó a México para pedir a la virgen de Guadalupe, que "al fin de este milenio fecundo y atormentado" se abran "vías seguras de fraternidad" para el próximo siglo.
Tembloroso y con dificultades para moverse, el prelado indicó que su viaje tiene un matiz continental, pues sirve para presentar los resultados del Sínodo de Obispos de América, celebrado en 1997 en Roma, cita donde "se trazaron los rasgos fundamentales de la acción pastoral del futuro".
Indicó que espera que los resultados del Sínodo respondan "a plenitud al plan salvífico de Dios y a la dignidad del ser humano en el marco de sociedades justas, reconciliadas y abiertas con un progreso técnico que sea convergente con el necesario progreso moral".
Al darle la bienvenida, el presidente Ernesto Zedillo señaló que los mexicanos se alegran de la visita, pues el Papa "representa el afán de justicia" y busca la solidaridad. Añadió que lo recibe un pueblo que sufre carencias materiales pero que tiene una importante riqueza espiritual.
Desde el momento que la radio y televisión informaron que el avión que traía a Juan Pablo II ingresó a cielo mexicano, las personas apostadas en las calles aplaudieron y otras dirigieron pequeños espejos al sol, para que el reflejo sea visto por el visitante.
Luego, cuando el prelado recorrió algunas calles sobre el "Papamóvil", la acogida fue aún más calida: hubo risas, gritos y hasta algunas lágrimas.
Tras cumplir el recorrido por las calles, el Papa se reunió con el gobernador de la ciudad, Cuauhtémoc Cárdenas, quien le entregó las llaves de la capital.
Entre la primera visita del pontífice a México en 1979 y la actual, el país latinoamericano transitó por varias crisis económicas que empobrecieron a la población, las sectas proliferaron y se restablecieron las relaciones entre el Vaticano y el Estado, rotas en 1856.
Karol Wojtyla, nombrado Papa hace 20 años, permanecerá en México hasta el próximo martes, día en que viajará a Estados Unidos.
Durante su estancia en el país latinoamericano se reunirá con miles de fieles, quienes escucharán el mismo mensaje de paz y reconciliación que el Papa emitió hace 20 años en su primera visita, según indicó la Iglesia local.
En los últimos cuatro años, el gobierno mexicano reclamó varias veces a prelados mexicanos que opinaron sobre política y criticaron las estrategias económicas oficiales, mientras la jerarquía católica reivindicó su derecho a opinar y demandar justicia.
Por órdenes del gobierno de Zedillo, autoridades migratorias expulsaron en 1995 a tres sacerdotes extranjeros del estado de Chiapas, donde se asienta la guerrilla zapatista, y detuvieron a dos religiosos mexicanos acusados de intervenir en política.
Las relaciones entre el Estado mexicano y la Iglesia han transitado por momentos difíciles desde desde el siglo pasado, cuando las llamadas leyes de Reforma precipitaron la ruptura diplomática.
Con esas leyes, el Estado expropió propiedades territoriales a la Iglesia, dictó la libertad de cultos, separó a la Iglesia de todo órgano de la administración pública, abolió el fuero eclesiástico, expulsó a los jesuitas e institucionalizó la enseñanza laica.
Tras la revolución de principios de siglo se aprobaron leyes que no reconocían personería jurídica a ninguna iglesia, les negaba el derecho a la propiedad y prohibía los oficios y las enseñanzas de carácter religioso fuera de los templos.
La aplicación de estas normas generó incluso una guerra en los años 20 e inicios de los 30, luego de lo cual comenzaron a relajarse hasta quedar como meros enunciados legales, mientras gran parte de la población mantenía y reproducía su fe religiosa.
Fueron los pedidos de Juan Pablo II para restablecer relaciones entre el Vaticano y México lo que llevó al ex presidente Carlos Salinas hacia ese objetivo en 1992, hecho que sin embargo no ha logrado eliminar los periódicos roces entre el Estado y el clero.
Para recibir este año de nueva cuenta al Papa en México, quien logró que este país cambie leyes sobre el tema religioso y formalice sus relaciones con la Iglesia, las autoridades realizaron los últimos días una operación de maquillaje en esta capital.
Se arreglaron calles y plazas y se estableció un fuerte dispositivo de seguridad. Además, trabajadores limpiaron y pintaron fachadas, remozaron jardines y decoraron los lugares que verá el Papa, mientras personal de seguridad puso rejas metálicas y desalojó a vendedores ambulantes y mendigos. (FIN/IPS/dc/dg/ip-cr/99