El Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) será escenario esta semana de una batalla diplomática en torno al régimen de sanciones contra Iraq, a un mes de los ataques conjuntos de Estados Unidos y Gran Bretaña contra ese país.
Si bien Francia y Rusia adelantaron propuestas que podrían poner fin al embargo que la ONU impuso hace ocho años y que limitarían el control de inspectores del foro mundial sobre el arsenal de Bagdad, varios diplomáticos consideran una fórmula de compromiso de Canadá que sentaría ante la mesa de negociaciones a partidarios del embargo y a sus detractores.
La fórmula canadiense supone la realización de dos reuniones del Consejo de Seguridad para que los expertos discutan conjuntamente los progresos realizados por los programas de desarme de Iraq en los ultimos ocho años.
"La primera reunión analizaría el estado del desarme en Iraq. El segundo encuentro consideraría la situación humanitaria y otros temas", explicaron fuentes diplomáticas canadienses.
Esas reuniones, a sugerencia de Ottawa, podrían ser presididas por los subsecretarios generales de la ONU, Jayantha Dhanapala y Sergio Vieira de Mello. En los encuentros se evaluaría la situación actual y se definirían las acciones a seguir.
"De esa manera, el Consejo podría ser provisto del tipo de asesoramiento especial que se requerirá para poder seguir adelante. Esperamos que esta propuesta ayude a zanjar la brecha y hacer que el Consejo avance", declaró el embajador canadiense Robert Fowler.
Numerosos diplomáticos, incluso el presidente del Consejo de Seguridad, Celso Amorim, de Brasil, y el embajador británico Jeremy Greenstock, dijeron que se percibía un creciente esfuerzo para encontrar posiciones comunes sobre Iraq luego de que comenzara a debatirse la propuesta de Ottawa.
Greenstock argumentó que, si bien queda pendiente lo que llamó la "retórica" sobre el futuro de los inspectores de armas de la ONU, los 15 miembros del Consejo de Seguridad coinciden en evitar que Iraq construya un arsenal de armas de destrucción masiva.
Pero es probable que la unidad del Consejo de Seguridad sobre la cuestión iraquí se mantenga esquiva, como lo ha sido desde que Estados Unidos y Gran Bretaña lanzaron ataques militares contra Bagdad durante cuatro días a partir del 16 de diciembre.
Los ataques se decidieron luego del informe de la Comisión Especial de la ONU (UNSCOM) que criticó los obstáculos presentados por el régimen iraquí a los inspectores encargados de verificar el desarme.
Los ataques, que se produjeron tras un período de relativa armonía entre Bagdad y los inspectores de la UNSCOM, llevaron a algunos defensores de Iraq, especialmente Francia y Rusia, a proclamar la necesidad de poner término simultáneamente a las sanciones y a las actividades de la comisión de desarme.
La irritación aumentó en las últimas semanas tras las revelaciones, admitidas por Washington, de que parte de la información obtenida por UNSCOM fue compartida con funcionarios de inteligencia estadounidenses, incluso datos sobre las residencias del presidente iraquí Saddam Hussein y otros aspectos militares.
Richard Butler, titular de UNSCOM, negó reiteradamente que el organismo realizara espionaje por cuenta de otros gobiernos, incluso el estadounidense, sobre el arsenal iraquí.
Sin embargo, la frágil confianza que permitió a UNSCOM cumplir su tarea pese a la division entre los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad -China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia- sobre Iraq, finalizó por romperse al cabo de las revelaciones.
Francia y Rusia solicitan ahora el levantamiento de la mayor parte de las sanciones contra Iraq, si bien el embargo de armas podría mantenerse. Ambas abogan para que las tareas de UNSCOM se realicen por otros organismos de la ONU especializados en cuestiones de desarme nuclear, químico y convencional.
Numerosos diplomáticos expresaron privadamente que no creían en la posibilidad de que UNSCOM siga actuando como antes, porque tanto los ataques como los informes sobre espionaje mancharon su reputación.
Amorim tiene esperanza de que los esfuerzos del Consejo de Seguridad para mediar un acercamiento conjunto sobre Iraq se faciliten por la propuesta canadiense y otras, para que la necesidad de un entendimiento se canalice en pasos concretos.
No obstante, muchos países además de Francia y Rusia, están preocupados por las sanciones, y es posible que cada paso adelante deba asegurar también que se adopten medidas para afrontar las dramáticas consecuencias del embargo de la ONU entre la población iraquí.
Hasta ahora, el gobierno estadounidense sólo está dispuesto a que Iraq venda una limitada cantidad de petróleo, bajo la excepción actual del Consejo de Seguridad, para adquirir víveres y medicamentos, con supervisión de ese organismo.
Sin embargo, esa propuesta es meramente simbólica porque la falta de mantenimiento de la maquinaria petrolera iraquí y sus oleoductos, así como el bajo precio internacional del crudo, hace que Bagdad ya esté extrayendo todo el petróleo que puede para adquirir bienes humanitarios.
Funcionarios de la ONU señalaron que alrededor de 5.000 iraquíes mueren todos los meses de hambre, enfermedades curables y otras consecuencias del régimen de sanciones. Esto ensombreció las deliberaciones del Consejo de Seguridad durante meses, por lo que toda revisión de las futuras relaciones con Iraq deberán tenerlo en cuenta. (FIN/IPS/tra-en/fah/kb/ego/nc/aq/ip/99)