La nueva moneda común de la Unión Europea (UE), el euro, podría tener consecuencias trascendentes para las reglas e instituciones de la economía mundial, a pesar de su escaso impacto inmediato sobre el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En el 2002, el euro será la única moneda de al menos 11 de los 15 países de la UE. A partir del 1 de enero de este año, los países asociaron sus tasas de cambio en forma irrevocable a través de la Unión Económica y Monetaria europea.
"Por primera vez desde el imperio romano, buena parte de Europa tiene la misma moneda", señaló Robert Solomon, profesor invitado de la Brookings Institution, influyente grupo de estudios de Washington.
De esta manera, el escenario está preparado para una nueva ronda de disputas sobre la forma en que se rige la economía mundial, y especialmente sobre la visión que tiene Estados Unidos de la libertad de los mercados financieros, según Robert Wade, economista político de la Universidad Brown.
Los europeos "harán lo que sea necesario para mantener al euro y a la unión monetaria en camino frente a la actual crisis mundial, incluso controles contra los altibajos de los movimientos de capital", comentó Wade.
La aceptación de los controles de capitales se extendió en los ámbitos académicos, políticos y empresariales tras el comienzo de la crisis económica mundial en julio de 1997, pero la posición oficial estadounidense y la opinión imperante en los círculos financieros de este país se oponen a los controles.
"Estados Unidos necesita recurrir a los ahorros del resto del mundo, lo que es más fácil si los mercados financieros del mundo están integrados", explicó Wade.
"La tasa de ahorro estadounidense es sumamente baja con respecto a la norma internacional. Para mantener sus altos niveles de consumo e inversión, Estados Unidos debe obtener préstamos del resto del mundo", agregó.
"La alternativa, la financiación de la inversión a través de un mayor ahorro interno, exigiría la drástica caída del consumo, lo que causaría una recesión masiva", dijo.
Las propuestas que tiene Washington para una nueva "arquitectura" de las finanzas mundiales exigen normas más rigurosas de transparencia, responsabilidad y uniformidad a nivel internacional.
Estas bastarán para asegurar la libertad de movimiento del capital, con un mínimo de inestabilidad, aduce el gobierno.
Pero la UE favorece un mundo de zonas monetarias, cada una con cierto grado de protección del dinero "volátil", una idea que tiene el apoyo de muchos países asiáticos. "Estados Unidos subestima la creciente convergencia de opiniones entre Europa y Asia sobre este tipo de propuestas", aseguró Wade.
La defensa de los controles de capital no sólo implica que los gobiernos asiáticos pretenden proteger sus economías de los repentino ingresos y salidas de capitales especulativos, argumentó Wade.
También se basa en el hecho "de que las economías asiáticas no necesitan recurrir a los ahorros del resto del mundo", afirmó.
Los asiáticos tienen "el mayor volumen de ahorro del mundo", indicó. En promedio ahorran 35 por ciento o más del producto interno bruto, comparado con el 15 por ciento de Estados Unidos.
"No pueden invertir productivamente sus ahorros internos, menos aun los ahorros adicionales que proceden del exterior", señaló Wade en el número actual de la revista Foreign Policy.
En las sesiones anuales del FMI y el Banco Mundial celebradas en Washington en octubre, funcionarios europeos apenas ocultaron su desprecio por las declaraciones estadounidenses que aseguraban que los controles de capitales estorban el crecimiento económico.
La mayoría de los miembros de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico tuvieron este tipo de controles hasta los años 80, mucho después de haberse industrializado, replicaron.
El FMI recomendó cautela al liberalizar los mercados financieros y reconoció que los controles de capitales quizá sean necesarios para ayudar a los países en transición. Pero hasta el momento sólo se ofreció a discutir el ritmo de los cambios, no los objetivos.
No se han modificado el consejo directivo del FMI ni la distribución de los votos entre los miembros. Resta saber si la unificación monetaria generará mayor solidaridad y firmeza entre los europeos del consejo.
Tampoco se sabe si harán causa común con los países en desarrollo contrarios a los mercados de capital sin controles, a los que el financista multimillonario George Soros describió como un "equipo de demolición".
El FMI anunció que se invitará a un representante del Banco Central Europeo a las sesiones del consejo directivo sobre "políticas monetarias y de cambios comunes a la zona del euro".
Como la carta del FMI limita la calidad de miembro a los países, la "zona del euro no podrá designar un miembro ni elegir directores ejecutivos".
"Con respecto a la política monetaria, el FMI deberá consultar con el Banco Central Europeo", precisó Solomon.
"Pero las relaciones con el FMI se complicarán en cuanto a los tipos de cambio. La representación en otros foros como la OCDE, el Grupo de los Siete (países industriales) y …otros por el estilo también se complicará", aseguró.
Los 11 países de la zona del euro son: Alemania, Austria, Bélgica, España, Finlandia, Francia, Holanda, Irlanda, Italia, Luxemburgo y Portugal. Por ahora, Dinamarca, Gran Bretaña y Suecia optaron por excluirse de la unión monetaria. Grecia no pudo cumplir los requisitos para ingresar al grupo.
Alemania y Francia ocupan sus propias bancas en el consejo de 24 miembros del FMI. Bélgica se representa a sí misma y a Austria. Italia también representa a Portugal. Luxemburgo, Holanda y España se representan a sí mismos, pero sus directores ejecutivos también representan a varios países no europeos.
Canadá representa a Irlanda y Dinamarca representa a Finlandia.
La economía combinada de la UE asciende a 8,1 billones de dólares, comparado con el producto interno bruto estadounidense de 7,8 billones, según la OCDE. Aunque 80 por ciento del comercio mundial se maneja en dólares, Europa genera un tercio de las exportaciones mundiales. (FIN/IPS/tra-en/aa/kb/aq/if/99