La inestabilidad económica de Asia advirtió a los países más ricos que no pueden seguir insensibles ante la crisis de las naciones en desarrollo, declaró el ministro de relaciones exteriores de Indonesia.
"El mensaje de esta crisis a los países industrializados es que si permiten que la tormenta económica despliegue toda su furia, ellos también se hundirán, junto a nosotros, en una gran recesión o incluso depresión de alcance mundial", afirmó este martes el canciller Ali Alatas.
Dirigiéndose a los 133 países que integran actualmente el Grupo de los 77 (creado en 1967 por ese número de naciones en desarrollo), Alatas reconoció que la crisis, que comenzó en julio de 1997 en Tailandia y se extendió a Indonesia ese mismo año, fue un duro golpe para los países pobres y la causa del desarrollo.
"Las empresas y la banca de algunas de las economías en desarrollo más dinámicas fueron brutalmente sacudidas, casi hasta el colapso. Decenas de millones de personas cayeron bajo la línea de pobreza, con ingresos diarios de menos de un dólar. La calidad de vida de poblaciones enteras declinó bruscamente", agregó.
Alatas, que presidió el Grupo de los 77 durante el año pasado, cedió el cargo al canciller de Guyana, Clement Rohee.
"Cuando Indonesia asumió la presidencia de nuestro grupo hace un año, luchábamos contra la furia de una crisis económica y financiera que empezó siendo asiática pero luego se hizo mundial, a medida que sus efectos se derramaron sobre los demás continentes", recordó.
Alatas señaló que la globalización en sí misma no es la raíz de todos los problemas, y sostuvo que si esa poderosa fuerza hubiera sido bien manejada por la comunidad internacional, podría haber sido una bendición para toda la humanidad en vez de "favorecer a los ricos y destrozar a los pobres".
También culpó de la crisis a la "liberalización desbocada de los mercados", a la presión de los países ricos sobre los pobres para que se abrieran a la colocación de sus inversiones, y a la ausencia de restricciones al flujo de capitales y a la exportación de productos manufacturados.
La crisis, que se extendió desde Tailandia e Indonesia a Corea del Sur y Filipinas, y en menor grado a Malasia y Singapur, determinó que el Fondo Monetario Internacional (FMI) proveyera de créditos de emergencia a los países afectados.
La asistencia respaldada por el FMI ascendió a unos 58.000 millones de dólares para Corea del Sur, 43.000 millones para Indonesia, 17.200 millones para Tailandia y 1.000 millones para Filipinas. En noviembre de 1998, cuando la crisis golpeó a América del Sur, el Fondo proporcionó 41.500 millones a Brasil.
El nuevo presidente del Grupo de los 77 advirtió en su discurso que, según ha demostrado la experiencia, no se puede confiar en la globalización y la liberalización para integrarse en forma segura a la economía mundial.
"En realidad, los esfuerzos de los países en desarrollo para aplicar las recetas de la globalización, liberalizando sus economías y abriéndolas a las poderosas fuerzas del mercado, sólo causaron, en la mayoría de los casos, crisis sin precedentes", enfatizó Rohee.
"Hemos sido testigos de incrementos asombrosos en la desigualdad de los ingresos dentro de nuestros países, y de un desarrollo desparejo que conduce a la ampliación de la brecha entre las naciones ricas y las pobres, entre el Norte y el Sur", agregó.
Rohee alegó que la globalización ha aumentado la vulnerabilidad de las economías del Sur, al erosionar los mecanismos de compensación que buscaban mitigar sus efectos adversos.
El canciller de Guyana reclamó que se provea a los países del Sur de las herramientas tradicionales para el desarrollo, incluyendo asistencia financiera, alivio del endeudamiento, mejoras de infraestructura, niveles adecuados de inversión, teconología apropiada y garantías de acceso a los mercados.
"Sólo así podrá haber una esperanza de que seamos participantes, y no meros espectadores, en el mercado global", dijo Rohee.
El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan, también se dirigió a los delegados de los países miembros del grupo, y pronosticó que los desafíos económicos y sociales que se perfilan para 1999 serán tan numerosos y complejos como los del año anterior.
"Muchos de los países miembros del Grupo de los 77 fueron golpeados muy duramente por los acontecimientos de 1998, y saben demasiado bien que la crisis mundial está lejos de haber terminado", señaló Annan.
El secretario general indicó que los datos siguen siendo conmovedores: millones de trabajadores pierden sus empleos, millones de niños deben abandonar la escuela, y los precios de alimentos básicos se duplican o se triplican, quedando fuera del alcance de personas que ya estaban sufriendo graves carencias.
Las redes de seguridad social siguen siendo insuficientes o no existen, mientras aumentan los delitos y la violencia, advirtió Annan.
Incluso los países que han logrado evitar o acotar los efectos de la crisis enfrentan el eterno desafío de alimentar a sus pueblos, luchando contra la pobreza, protegiendo el ambiente, promoviendo los derechos humanos y garantizando un gobierno democrático y una administración pública transparente, añadió.
Annan sostuvo que los organismos multinacionales deben jugar un papel decisivo en esos esfuerzos. "Si en el cielo nublado de la crisis se percibe una delgada franja luminosa, es porque el año pasado fue especialmente fructífero para la cooperación internacional en la ONU", afirmó.
"El diálogo se ha fortalecido, las posiciones previas ante los problemas se han reconsiderado, y en todo esto la voz del Grupo de los 77 ha tenido una importancia central", concluyó el secretario general de la ONU. (FIN/IPS/tra-en/td/kb/mp/aq/if/99