FILIPINAS: Presas sometidas a abuso sexual, un secreto a voces

Linda, empleada doméstica de 34 años, tal vez pensaba que ya le había ocurrido lo peor cuando su patrón la acusó de robo y fue enviada a una prisión de Filipinas tres años atrás.

Pero una nueva desventura la esperaba tras los muros de la cárcel. Una noche, en diciembre de 1995, el guardia de la prisión Ronaldo Cahati-an entró a su celda y la violó.

Armado con un cuchillo y una pistola, el guardia reiteró los ataques sexuales en las noches y días siguientes. Linda también era objeto de constantes amenazas de daños corporales y de mayores abusos sexuales por parte de los presos.

Linda tuvo el coraje de denunciar al guardia luego de que este fue asignado a otra unidad penitenciaria. Los demás reclusos, todos de sexo masculino, testificaron a favor de Linda, y el vigilante resultó despedido del servicio.

No obstante, el violador no pasó ni un solo día en prisión ya que la justicia desestimó el caso criminal en su contra porque Linda no pudo solventar los gastos del proceso ni las fianzas para que los testigos fueran conducidos desde la cárcel hasta los estrados judiciales.

El caso de Linda es uno de los pocos episodios de violación acaecidos en las cárceles filipinas que quedó registrado.

Las autoridades del Departamento del Interior y los Gobiernos Locales y la Comisión de Derechos Humanos afirman que pese a que es imposible determinar el verdadero alcance del abuso a las presa, este ocurre con mayor frecuencia de lo que se informa.

La sobrepoblación carcelaria y el equipamiento deficiente de los centros de detención agravan el problema.

Actualmente, las cárceles albergan 2.546 mujeres, cifra que representa 10 por ciento del total de la población carcelaria. No obstante, el número de mujeres recluidas experimentó un crecimiento que duplica al de los hombres en los últimos seis años.

En las prisiones locales, el número de mujeres detenidas creció 85 por ciento entre 1992 y 1998.

Debido a la saturación de las prisiones femeninas, las mujeres son confinadas en las sobrepobladas cárceles masculinas. Esa reclusión, bajo la supervisión de guardias masculinos, coloca a las mujeres en una situación de franco riesgo en lo que refiere a ataques sexuales.

Los Parámetros Mínimos de la Organización de las Naciones Unidas para el Tratamiento de los Presos indican que "los hombres y las mujeres deberán ser recluidos en cárceles separadas", una política que las autoridades carcelarias filipinas no cumplen.

Las celdas permiten a las reclusas tener privacidad y estar seguras frente a los prisioneros hombres.

"Las mujeres deberían estar recluidas en un lugar separado, pero en general sus celdas están frente a las de los hombres", reconoció la Directora del Departamento de Administración de Cárceles y Criminología, Mercedes Foronda.

Sin embargo, el mayor peligro para las presas proviene de los guardias y funcionarios abusivos que ingresan al sector femenino, desatendiendo las directivas internacionales y las propias normas del departamento de cárceles.

Por tanto no resulta sorprendente que Rachel Rualo, oficial a cargo de la Institución Correccional para Mujeres (ICM), afirme que aunque "las reclusas en general no reciben visitas conyugales, es común que estén encinta".

De acuerdo con un estudio del gobierno de 1996, la violación y el intento de violación se encuentran entre las formas más frecuentes de acoso sexual experimentadas por las reclusas y detenidas, seguido de cerca por las caricias y besos.

El estudio afirma que los abusos pueden ocurrie en varias etapas de la detención. El acoso sexual "en general ocurre cuando son investigadas o detenidas".

Los atropellos se pueden producir "en la sala de investigación, detrás del edificio penitenciario, fuera del local de la propia cárcel, camino a una audiencia judicial".

Las activistas femeninas afirman que la violación, el abuso sexual y el acoso representan el poder que el hombre ejerce sobre la mujer. Y ello se ve multiplicado en el contexto carcelario.

"En las cárceles se dan las condiciones para tener un control absoluto sobre la mujer. Las víctimas están indefensas y no pueden hacer nada en su defensa", afirmó Mercedes Contreras, de la Comisión de Derechos Humanos.

Los grupos de derechos humanos internacionales señalan que el abuso sexual en las cárceles es considerado como un "delito sin víctima", ante el cual las autoridades carcelarias no interponen acciones judiciales debido a la creencia generalizada de que la víctima consintió el abuso.

Los ataques sexuales contra las mujeres encarceladas no son nuevo en este país. Durante el régimen de Marcos, varias mujeres detenidas por rebelión o subversión eran acosadas o violadas por los guardias militares.

Pero la presidencia de Corazón Aquino (1986-1992) inspiró el respeto por los derechos humanos entre el personal del gobierno.

Para el sistema carcelario, eso implicó una reorientación de las metas, es decir, en vez de concentrarse en el castigo a los presos se procedió a un tratamiento centrado en la rehabilitación y la reforma de los mismos.

Algunas prisiones experimentaron progresos, pero los cambios orientados a mejorar la situación de las mujeres detenidas son más lentos.

Aunque el manual de operaciones del departamento de cárceles recoge los lineamientos de la ONU en cuanto a que las mujeres presas deben ser manejadas exclusivamente por personal femenino, en la práctica esa norma no se aplica.

Sólo 20 por ciento del personal del departamento de cárceles son mujeres, muchas de ellas asignadas a trabajos administrativos y no a custodia.

Un estudio del departamento del interior realizado en 1996 afirma que algunas prisiones poseían un número de guardias mujeres superior al indicado, mientras que otras no tenían ninguna.

La falta de personal femenino en varias cárceles facilitó los abusos sexuales perpetrados por los guardias y el personal masculino en perjuicio de las prisioneras.

Las autoridades de la prisión admiten que las mujeres ven coartada su libertad de expresión al enfrentarse a guardias y superiores de sexo masculino en una institución integrada predominantemente por hombres.

El Departamento de Administración de Cárceles y Criminología está desarrollando su propio estudio sobre el acoso sexual a las prisioneras, pero enfrenta las mismas dificultades que anteriores investigaciones, según afirmó Carmen Foronda.

"Cuando preguntamos si existe el acoso sexual se nos responde 'no', pero si preguntamos cómo y cuándo sucede, comenzamos a obtener respuestas", concluyó Foronda. (FIN/IPS/tra-en/cij/cb/js/mv/nc-aq/hd/99

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