Un censo promovido por la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica de Perú arrojó inquietantes cifras sobre la situación de los enfermos mentales que deambulan sin rumbo por las calles de esta capital.
Los datos preliminares han permitido establecer que el número de hombres supera al de mujeres, que casi la mitad están desnutridos y otro 35 por ciento, deshidratados.
Casi 80 por ciento manifiesta tener familia, pero por lo general no quiere hacerse cargo de ellos, y sólo la tercera parte ha recibido tratamiento psiquiátrico en algún momento.
"Cuando hay un loco desnudo en la calle, se le esquiva, se cruza a la vereda del frente y se mira a otro lado, nadie se detiene a pensar que ese hombre o esa mujer es un ser humano, está loco pero tiene derechos", dice Isabel Alvarez, una de las responsables de la campaña de la Conferencia Episcopal.
La iniciativa de censar a los enfermos mentales surgió de la necesidad de conocer su realidad y sensibilizar a la sociedad sobre un problema que disgusta.
"No se pretende internarlos ni mucho menos perseguirlos, se pretende ubicarlos y darles el seguimiento adecuado para que puedan vivir decorosamente", afirma Alvarez.
La idea ha convocado al Instituto de Salud Mental Honorio Delgado, el Instituto Nacional de Estadísticas e Informática (INEI) y estudiantes de medicina y asistencia social de varias universidades del país.
Durante 3 días en octubre pasado se dieron a la tarea de recorrer las calles de Lima, teniendo cuidado de no confundir a los enfermos mentales.
"Fue realmente muy difícil. Tuvimos que comenzar por vencer nuestros naturales temores. No sabíamos cómo iban a reaccionar, si nos iban a atacar, pero curiosamente la mayoría fueron muy asequibles", dice Javier, uno de los encuestadores.
"Se notaba que algunos hacían verdaderos esfuerzos por hilvanar la frase correcta, se esforzaban por agradar", interviene Sonia, otra de las participantes.
Los estudiantes iban en grupos y mientras uno conversaba con el enfermo, otros evaluaban su aspecto físico, calculaban su edad y establecían un perfil de su modo de vida.
Después, como quien se despide, uno de ellos le daba una pequeña palmadita en la espalda, una forma que encontraron para pegarle una etiqueta que lo catalogaba como "censado".
Con las estadísticas como argumento, la Conferencia Episcopal se propone interesar a las municipalidades, parroquias e instituciones distritales representativas para que asuman responsabilidades con los enfermos mentales de sus respectivas localidades.
Alvarez dice que se pretende terminar con "esa práctica indigna de llevar a los enfermos mentales de un distrito a otro, para evitar que afecten determinadas zonas".
"Si los que tenemos algún poder de decisión internalizamos esta idea, será más fácil incluso la labor con la familia, porque muchos tienen familiares que se avergüenzan de ellos o simplemente los ignoran", añade.
Pero el problema de los enfermos mentales que deambulan por las calles es mucho más complejo, no sólo por el rechazo de la familia, sino por la falta de una infraestructura adecuada para su tratamiento y el desinterés del sistema de salud por este sector de la población, cuya cifra exacta no se conoce.
"La mayor parte de los enfermos mentales se encuentran en la periferia de la ciudad, en las barriadas se ven los casos más dramáticos, seres que a su enfermedad mental suman males físicos sin que a nadie le importe", señala Elmer Chávez, médico de una barriada del sector este de la ciudad.
Según el censo, en las barriadas se encuentra el mayor número de enfermos mentales abandonados a su suerte.
"En un lugar como éste, dónde reina la pobreza, la lucha por sobrevivir, por poder tomar al final del día una sopa aguada, es cuestión de vida o muerte, los enfermos mentales pasan a un segundo plano, ¿quién se encarga de su tratamiento?", se interroga Chávez.
Perú, un país de 24 millones de habitantes, cuenta con 33.687 médicos a nivel nacional, de los cuales sólo 422 son psiquiátras. (FIN/IPS/zp/ag/hd-he/99
