(Arte y Cultura) CUBA: El turismo amenaza la cultura nacional

La industria turística invadió en menos de una década todo rincón de Cuba, hasta convertirse en la primera fuente de divisas para la economía, pero también en una seria amenaza para la cultura nacional.

Con más de un millón de visitantes extranjeros al año y planes para seguir creciendo a ritmo acelerado, el turismo es acompañado de un galopante impulso de la industria de la construcción y de servicios y opciones recreativas sólo para satisfacer a quienes llegan de vacaciones al país.

El impacto se siente en el mundo del espectáculo, la arquitectura, las fiestas tradicionales, el folclore, la publicidad y hasta en restaurantes y cafeterías que cambian su oferta de alimentos y bebidas para complacer el gusto del turista.

"¿Quién es el responsable de que haya anuncios lumínicos en Quinta Avenida?", preguntó sin obtener respuesta el historiador de La Habana, Eusebio Leal, durante un congreso de intelectuales realizado en noviembre.

Los anuncios publicitarios proliferan en las mansiones de esa arteria de la capital de la isla que, construida con fines netamente residenciales a mediados de este siglo, fue ocupada en los últimos años por firmas extranjeras y cubanas y centros comerciales.

Más allá de Quinta Avenida, las insípidas vallas de consignas políticas tienen como rivales estridentes anuncios comerciales de productos que los habitantes del país casi nunca pueden tener en su mesa o al alcance de la mano.

"La vida nocturna se ha ido perdiendo. Poco a poco se fueron cerrando los cines de barrio, los cabarets, los clubes nocturnos donde uno iba con su pareja a oir música, bailar y tomarse un trago", lamenta Arsenio Cicero, un crítico cinematográfico.

En su lugar, reaparecen clubes elitistas y campos de golf para turistas pudientes o extranjeros residentes en Cuba y los centros nocturnos que se restacan del olvido y el deterioro, abren sus puertas brindando servicios sólo en dólares.

Tropicana, el más famosos de los cabarets de la isla mantiene sus espectáculos bajo las estrellas a precios prohibitivos, pero desaparecen un número incontable de pequeños centros nocturnos de ese tipo, sustituidos por las discotecas.

Las orquestas de música popular que desde hacía medio siglo animaban esos lugares hasta las cuatro de la madrugada ven reducida a la mínima expresión sus ocasiones de trabajo, y son desplazadas por la música tecno internacional.

A pesar de tener un público garantizado, los cines de barrio fueron cerrando, a veces para restauraciones que nunca se concluyeron o, simplemente, para convertirse de la noche a la mañana en el almacén de alguna empresa.

"La Habana tambien tuvo un Roxy", dijo el trovador Jorge García, y recordó la canción "Los fantasmas del Roxy", del catalán Joan Manuel Serrat.

"El Roxy era el cine de mi barrio, ahora es una fábrica de monedas convertibles", señaló García.

Autoridades locales suelen explicar el cierre de centros recreativos y culturales por los problemas económicos surgidos a principios de esta década, que afectó todas las esferas de la vida, incluida la cultura.

Pero intelectuales reunidos en el congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), una organización no gubernamental pero vinculada al Estado, señalaron entre las razones la desidia, la burocratización y el mercantilismo.

"Hasta las pizzas cambian, para satisfacer a los turistas. Ya no te encuentras una pizza como nos gusta a los cubanos, bien gorda y con mucho queso. Todas están hechas al gusto europeo. Parecen galleticas", afirmó una comentarista de la prensa estatal.

Los ministerios de Turismo y Cultura firmaron hace cuatro años un convenio de vinculación para controlar el impacto del desarrollo turístico en la cultura nacional.

Ese acuerdo promovió la incorporación de obras de más de 300 ceramistas, pintores y escultores cubanos de renombre a la decoración de las instalaciones turísticas.

Pero otro proyecto, de abrir galerías de artes plásticas en los hoteles, tropezó con altos alquileres u otros obstáculos.

La música cubana aún no llega de forma auténtica a la industria del turismo y, en su lugar, los turistas disfrutan de espectáculos que, ávidos de un toque de originalidad, desvirtúan el verdadero folclore y la tradición.

Las ceremonias de la religión afrocubana se convierten en espectáculos y ofenden hasta a los creyentes y proliferan los "souvenirs" y tarjetas postales de gusto objetable y factura foránea.

Para el arquitecto Mario Coyula, miembro del gubernamental Grupo para el Desarrollo Integral de La Habana, resulta preocupante la colonización que supone la arquitectura importada por la industria turística.

Cada vez con mayor frecuencia aparecen en las ciudades y en los polos turísticos de la isla construcciones de concepción foránea, que intentan dar un aire cosmopolita y borran lo peculiar del paisaje nacional.

Se trata de imitar la arquitectura tradicional con cristalerías de colores, rejas, tejas de barro y columnas, pero se ignoran los rasgos sutiles y esenciales de las edificaciones cubanas, como los interiores, los patios y los juegos de luz y sombra, advirtió Coyula. (FIN/IPS/da/ff/cr/99

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