El presidente electo de Venezuela, Hugo Chávez, comenzó hoy la poda del sector militar, al que pertenece como teniente coronel en retiro, después que miembros del alto mando se mostraron contrarios a su triunfo durante la campaña.
Chávez se reunió con varios generales y formalizó la designación como su ministro de la Defensa del general del ejército Raúl Salazar, llegado horas antes de Washington, donde había sido desplazado por el presidente Rafael Caldera.
Salazar calificó como normal lo que definió como "un golpe de timón" en el estamento castrense, para introducir "cambios necesarios" en la institución militar, ante la llegada al poder de un nuevo presidente, cuya oferta electoral fue producir una "revolución pacífica y democrática" para reconstruir el país.
Se trató del primer nombramiento de Chávez tras su resonante victoria electoral del domingo, en que obtuvo 56 por ciento de los votos, lo que da idea de la prioridad que el oficial en retiro adjudica al control del estamento castrense.
"Las Fuerzas Armadas siempre están unidas y no tienen problemas sino tareas", dijo Salazar un popular general, que en julio debió asumir la jefatura del ejército, según ha repetido Chávez, quien protagonizó un intento de golpe de Estado en 1992.
En otro gesto lleno de simbolismo, Chávez se trasladó el mismo lunes a despachar desde el Círculo Militar, aledaño al Ministerio de la Defensa, en espera de que se le habilite como residencia provisional la también vecina Residencia la Viñeta, donde habitualmente pernoctan los mandatarios visitantes.
Salazar desmintió la existencia de cualquier fractura interna en el ámbito castrense, donde por primera vez su comadante en jefe por voluntad popular será alguien surgido de sus filas.
Pero Chávez, de 44 años, fue también quien rompió 30 años de apego a la institucionalidad de las fuerzas armadas, cuando en febrero de 1992 protagonizó el primero de los dos cruentos alzamientos de ese año, con lo que abrió una herida interna aún no cicatrizada.
Caldera nombró como comandante del Ejército en julio, en el cargo que por historial habría correspondido a Salazar, a su yerno y polémico general Rubén Rojas, sobre el que el ministro designado se negó este martes a comentar sobre su descontada remoción.
Rojas fue antes jefe de la Casa Militar presidencial, con un alto y en ocasiones resentido poder en la institución armada, según aseguran comentaristas expertos en cuestiones militares.
"No habrá una profunda remoción del alto mando militar, es normal que algunos vayan a ser removidos, pero las fuerzas armadas continuarán en 98 por ciento con la organización que tienen", dijo Salazar, quien después hablo de 92 por ciento.
Salazar habló con los periodistas junto con el ministro saliente de Defensa, Tito Rincón, en lo que ambos señalaron que era una muestra de la gran armonia del proceso de transición iniciado por la llegada de un nuevo gobierno.
El ministro designado se negó a especificar si se está considerando el retorno a las fuerzas armadas de algunos oficiales que participaron en los alzamientos de 1992. Caldera los perdonó y liberó a todos, incluido Chávez, al llegar al poder dos años después, con el único réquisito de pedir la baja.
Hasta que llegó Caldera al poder, en 1994, lo habitual era que los presidentes no hicieran cambios en el área militar cuando asumían el cargo, el 2 de febrero, sino que esperasen a su fecha habitual del 5 de julio.
Pero Caldera realizó una "cirugía mayor" del alto mando y reemplazó al polémico ministro de la Defensa de entonces, el vicealmirante Radamés Muñoz, al que allegados a Caldera y a Chávez coinciden en que proyectó un golpe para evitar que el presidente saliente llegase al poder.
De ser cierto, Caldera estaría recibiendo ahora "su propia medicina", ya que su yerno fue acusado por Chávez en octubre de conspirar para evitar su triunfo y lo emplazó a que lo destituyese, lo que el presidente saliente no hizo.
El origen de aquella crisis estuvo en no desmentidos pronunciamientos de Rojas en actos en distintas guarniciones sobre que las fuerzas armadas no apoyarían ni aceptarían que las comandase "quienes se levantaron en armas contra la República".
Rojas y otros oficiales fueron acusados por articulistas cercanos a Chávez de proyectar un "golpe seco" si el ahora presidente electo ganase los comicios, lo que llevó a Caldera y al ministro actual de Defensa, el vicealmirante Tito Rincón, a pedir que se dejase a los militares fuera del debate electoral.
Chávez reiteró la madrugada del lunes que promoverá la "ciuadanización" de las fuerzas armadas, mediante su activa incorporación a actividades de desarrollo del país, utilizando sus capacidades técnicas y su preparación, en especial en áreas de infraestructura física y apoyo a comunidades pobres.
También afirmó que que en la asamblea constituyente, su proyectada herramienta para refundar políticamente el país, se estudie el otorgar a los militares el derecho a ser deliberantes, para que puedan opinar en política, y también el derecho al voto.
Salazar comentó este martes que "seguridad y desarrollo" son conceptos interdependientes y que uno de los mandatos de las fuerzas armadas es cooperar con el desarrollo nacional, lo que podrían hacer en variadas áreas, como la construcción de carreteras hasta el apoyo en salud y ciencia. (Fin/IPS/eg/98