El gobierno de Tailandia estimula la emigración de trabajadores para aliviar el creciente desempleo, mientras presiona a los inmigrantes para que abandonen el país.
Hace cinco años, Veerapong Seevichaiwong volvió a Tailandia luego de desempeñarse durante un largo período como soldador de acero en Arabia Saudita, y juró que nunca volvería a trabajar en el extranjero.
Eran buenos tiempos entonces en este país y Veerapong podía formular esa clase de promesas. Pero en julio de 1997 la devaluación del bath, la moneda nacional, marcó el comienzo de la crisis económica y cerca de dos millones de personas no tienen empleo.
Veerapong, de 39 años, busca otra vez trabajo fuera del país. "En estos tiempos de crisis las cosas ya no son tan buenas. No quiero volver trabajar en el extranjero, pero tengo que hacerlo por mis hijos, por su educación. Es muy difícil ganar el dinero suficiente en Tailandia", explicó.
El suyo es un sentimiento compartido por miles de tailandeses, que ahora buscan desesperadamente empleo fuera del país para mejorar sus ingresos y mantener a sus familias.
Para muchos, ir a Japón, Singapur o Taiwan es una opción mejor que quedarse en este país, incluso ahora, que las secuelas de la recesión regional disminuyen la demanda de mano de obra extranjera en toda Asia oriental.
Si consiguieran empleo en Tailandia, sólo ganarían entre 2,7 y 5,5 dólares por día. Fuera del país pueden obtener más de 19 dólares diarios.
De acuerdo con las estimaciones oficiales, es probable que el número de desempleados aumente a dos millones (seis por ciento del total de la fuerza de trabajo) a fines de 1998.
El gobierno alienta la emigración de trabajadores, porque la considera conveniente para reducir el desempleo.
El Ministerio de Trabajo y Seguridad Social ofreció establecer centros de asesoramiento legal y otorgar préstamos para los tailandeses que emigren, y también ha presionado para que los gobiernos de otros países les encuentren empleo.
El ministerio ofreció capacitación en varias áreas y en idioma inglés para los trabajadores tailandeses antes de enviarlos a fuera del país.
Se considera que los trabajadores emigrantes pueden encontrar ocupación especialmete en Japón, Taiwan y Oriente Medio.
No obstante, el número de trabajadores procedentes de Tailandia en el extranjero disminuyó en los últimos años, a medida que la economía del país mejoraba. En 1997, la cifra era de 152.071. En 1996 habían sido 185.436, y un año antes, 202.296.
El interés del gobierno en que los trabajadores emigren también deriva del hecho de que sus remesas de dinero son un aporte muy importante a las reservas de moneda extranjera.
El Banco de Tailandia afirma que los trabajadores que están fuera del país enviaron 621 millones de dólares a través de bancos comerciales en 1997. En 1996 habían enviado 1.300 millones, y el año anterior, 1.150 millones.
Al tiempo que estimulan la emigración de mano de obra, los gobernantes tailandeses adoptan severas medidas contra los inmigrantes.
Del millón de inmigrantes estimado en Tailandia, todos ellos ilegales, más de 800.000 proceden de Birmania. Por lo general son personas que cruzaron a pie la permeable frontera entre ambos países.
Más que inmigrantes, la mayoría son refugiados, principalmente de grupos étnicos minoritarios (karen, shan y lisu), que huyen del gobierno dictatorial de Birmania.
"Su situación es terrible. Con la crisis económica, muchos perdieron su empleo y a otros no les pagaron. Además, el gobierno (birmano) ha lanzado una campaña policial para empujarlos a irse", advirtió Pipa Curwen, activista de una organización no gubernamental que trabaja con refugiados birmanos.
La mayoría de los birmanos en Tailandia se desempeñan en la pesca, la agricultura y la construcción, donde pocos tailandeses eligen trabajar.
Aunque la mayor parte de los birmanos todavía no han sido persuadidos de regresar a su país, son altamente vulnerables a las amenazas de deportación, ya que su ingreso en Tailandia fue ilegal y el gobierno se niega a reconocerlos como refugiados.
Tailandia se rehusó a ratificar la Convención de 1990 de la Organización de las Naciones Unidas sobre la Protección de los Derechos de todos los Trabajadores Emigrantes y los Miembros de sus Familias. Sólo nueve países la han ratificado, y se necesitan 20 para que entre en vigencia.
Las empresas tailandesas pagan a los inmigrantes apenas la mitad del salario mínimo oficial. Estos trabajadores no disponen de cobertura de salud ni de servicios educativos para sus hijos.
Los trabajadores procedentes de India o Bangladesh no están en una situación tan precaria como los birmanos, pero también se han visto afectados por el colapso de la economía tailandesa.
Cerca de 50.000 trabajadores inmigrantes, llegados de Asia meridional, trabajan como vendedores ambulantes o tienen puestos de comida en Pahurat, la bulliciosa "pequeña India" de Bangkok.
"La persecución a los trabajadores extranjeros es un hecho poco feliz. Tailandia es, a su vez, un país exportador de mano de obra, y el gobierno debería darse cuenta de que su propia gente probablemente puede sufrir el mismo maltrato en el extranjero", señaló un diplomático asiático radicado en Bangkok.
Luego de la crisis económica de Asia, otros países comenzaron a deportar a los trabajadores extranjeros, a menudo mediante tácticas de "mano dura".
Según informes periodísticos, no menos de 10.000 rabajadores inmigrantes se han visto forzados a abandonar Corea del Sur, otrora un imán para los buscadores de empleo, y el gobierno sucoreano espera que la cifra llegue a 230.000 (incluyendo a 146.000 trabajadores ilegales) para fines de este año.
Desde el comienzo de la crisis económica, el año pasado, más de 600.000 surcoreanos perdieron su empleo.
También Malasia expulsó a partir de mediados de 1997 a gran parte de los trabajadores extranjeros, en especial a los que habían llegado de Bangladesh e India. Pero no ha sido duro con los inmigrantes indonesios, cuyo país es el más golpeado económica y políticamente por la crisis.
Los controles implantados por el gobierno malasio para impedir la fuga de divisas afectaron a miles de tailandeses que trabajan en Malasia.
A medida que se agudiza la crisis asiática, tienden a incrementarse las tensiones entre los países en relación con el problema de los trabajadores inmigrantes, y se ponen a prueba todas las promesas de amistad realizadas en las últimas décadas. (FIN/IPS/tra-en/tag/js/mv-mp/ff/lb pr/98