El pronóstico para el próximo invierno en Rusia es pesimista, desde que se supo que la cosecha de cereales apenas alcanzó los 50 millones de toneladas. La disparada de los precios de la carne y de los lácteos conduce a creer que el consumo de esos productos decaerá abruptamente.
No obstante, medios oficiales aseguran que el país no sufrirá escasez de alimentos este invierno a pesar de haber tenido la peor cosecha de cereales desde la segunda guerra mundial
«Los rumores acerca de una hambruna inminente son exagerados. Quienes los lanzan son importadores de alimentos en busca de ganancias», afirmó el ministro de Agricultura, Viktor Semyonov, y agregó que las reservas alimentarias existentes en el país son grandes.
Estados Unidos ofreció ayuda alimentaria a Rusia y prometió la entrega de una elevada cantidad de trigo, una propuesta que determinó fluctuaciones anticipadas de los precios internacionales de ese cereal.
En coincidencia con la posición oficial, la Unión Cerealera de Rusia presionó contra el aumento de las importaciones, argumentando que el país tiene aún suficientes granos para cubrir sus necesidades.
«No vemos que sea necesario importar este año más cereales que habitualmente», sostuvo el presidente de la Unión Cerealera, Arkady Zlochevsky.
Estados Unidos acordó dar a Rusia 1,5 millones de toneladas de trigo y 100.000 toneladas de otros alimentos, más un crédito blando de 600 millones de dólares para la adquisición de productos alimentarios.
La prensa rusa manifestó desconfianza acerca del verdadero interés de Washington al ofrecer su asistencia.
El gerente de ventas del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, Chris Goldthwait, que encabezó la delegación de su país en el diálogo previo al acuerdo, señaló que su gobierno confía en que el paquete de ayuda alimentaria de 600 millones de dólares sea distribuido adecuadamente.
Por su parte, algunos expertos rusos advirtieron que la ayuda humanitaria y los créditos de Estados Unidos para comprar alimentos se convertirán en baza de una batalla por controlar el multimillonario mercado en ese rubro.
«La ayuda alimentaria constituye una modalidad más de subsidio por parte de Occidente», explicó a IPS Nikolai Kharitonov, economista de la Universidad de Moscú y secretario ejecutivo del Congreso de Seguridad Alimentaria de Rusia.
«La ayuda y las exportaciones subsidiadas (de Estados Unidos) darán el golpe final a los agricultores rusos, que ya son económicamente poco productivos», sostuvo Kharitonov.
Entre 1985 y 1990, Rusia importó un tercio de su consumo de alimentos, en particular de cereales. Entre 1991 y 1997 la importación se mantuvo, pero consistió sobre todo en alimentos procesados. Algunos expertos afirmaron que Rusia importa ahora más de la mitad de los alimento que consume.
La afirmación es cuestionada por funcionarios de gobierno.
«En 1997, el comercio interno de alimentos alcanzó a 60.000 millones de dólares. Los importadores de alimentos controlan sólo 17 por ciento de ese mercado», aseguró Alexander Korolev, director del departamento de comercio de alimentos del Ministerio de Agricultura.
«Las importaciones anuales de alimentos sumaron 10.000 millones de dólares en los últimos años, pero decayeron considerablemente en los últimos dos meses», agregó.
«No disponemos de datos estadísticos fiables, pero supongo que, antes de la crisis, los importadores controlaban entre 40 y 60 por ciento del mercado», explicó Kharitonov.
La importación de alimentos disminuyó debido al colapso del sistema bancario y a la incertidumbre sobre el valor del rublo. Esta declinación reducirá las opciones de compra del público.
El primer ministro Yevgeny Primakov anunció la creación de una reserva alimentaria de emergencia de 600 millones de dólares para ayudar al país a sobrellevar «uno de los períodos más complejos y difíciles de su historia».
El gobierno disminuyó los impuestos a las importaciones de carne vacuna, porcina, ovina y caprina para los próximos seis meses, con el fin de «estabilizar el mercado de alimentos y apoyar a la industria procesadora nacional».
A pesar de la caída constante de la importación de alimentos, la oferta aún podría sobrepasar la demanda, ya que millones de rusos no reciben su salario desde hace meses, y millones de familias sólo tienen medios mínimos de subsistencia.
En consecuencia, la población come más pan y papas, y el consumo de leche y carne disminuyó a los niveles de 1960. El consumo de carne anual por persona decreció de 70 kilos en 1990 a 48 en 1997, y el de leche, de 378 a 235 kilos. Paralelamente, el consumo de papas aumentó de 84 a 108 kilos por habitante.
En cambio, para quienes pueden pagar, las largas y desesperadas filas de la era soviética en las tiendas de alimentos son un recuerdo lejano. Los importadores ingresan en el país desde trigo hasta fruta fresca.
Los expertos y los funcionarios de gobierno argumentan que Rusia confía excesivamente en la importación de alimentos, y esbozaron la posibilidad de adoptar medidas proteccionistas para apoyar a los productores nacionales.
El Kremlin y los legisladores están de acuerdo. «Rusia debería asegurarse independencia y seguridad alimentaria», afirmó el presidente Boris Yeltsin, el año pasado, al lanzar una campaña para estimular al público a comprar productos de origen nacional.
La Duma, cámara baja del parlamento, adoptó este año un programa de Seguridad Alimentaria, e hizo un llamado a conseguir que el producto interno cubra al menos 80 por ciento de las necesidades mínimas.
Yeltsin aseguró el año pasado que Rusia estaba preparada para convertirse en «Gran Estado Cerealero», y exhortó al país a vender 10 millones de toneladas de la zafra 1997 en el mercado mundial.
Los agricultores obtuvieron una cosecha de 88,5 millones de toneladas en 1997, casi 20 millones más que en el año anterior. En 1996, la cosecha de cereales fue de 69,3 millones de toneladas y fue superior a la de 1995, que había alcanzado a 63,4 millones.
Pero aún con un superávit de 10 millones de toneladas de cereales, Rusia no logró convertirse en el «Gran Estado Cerealero», ya que las exportaciones de la cosecha de 1997 no llegaron a 1,5 millones de toneladas.
«La competencia internacional es parcialmente culpable de esta caída», dijo a IPS Anatoly Butenko, vicepresidente de la compañía estatal de comercio de granos Exportkhleb.
«Otro factor determinante fue el diseño de las terminales cerealeras de los puertos, pensadas solamente para la importación, puesto que los ingenieros soviéticos jamás concibieron la exportación como posibilidad.», dijo Butenko.
El fracaso del programa de exportaciones puede ahora convertirse en factor favorable, ya que el excedente no vendido del año pasado constituye una importante reserva para alimentar a la población durante un invierno que se presenta amenazante. (FIN/IPS/sb/sas/ceb/nc-ff/98