Todo empezó como un proyecto para ayudar a pequeños campesinos a sembrar árboles como un medio para evitar la erosión del suelo, pero al cabo de los años se transformó en un modelo de desarrollo rural que se extenderá por toda Costa Rica.
Se trata de un sistema agrosilvopastoril, puesto en práctica en la noroccidental provincia de Guanacaste, una zona de Costa Rica de amplias llanuras degradadas por la erosión eólica, la ganadería extensiva y el cultivo de arroz.
La iniciativa pretendía ayudar a los beneficiarios del Instituto Costarricense de Desarrollo Agrario (IDA), entidad encargada de la distribución de la tierra, a hacer las plantaciones, así se reforestarían amplias zonas y los campesinos tendrían al cabo de los años un capital importante en madera.
Sin embargo, el proyecto no prosperó y, poco a poco fue cambiando su perfil, hasta convertirse en una propuesta diferente, de uso diversificado de la parcela, aunque el árbol es aún elemento central.
Este sistema se empezó a promover en 1992, con el mismo objetivo inicial: estimular la reforestación y evitar la erosión de suelos, que genera pobreza y provoca escasez de alimentos en las zonas rurales.
El modelo consiste en dividir la parcela según los propósitos del agricultor. Por ejemplo, un sector para agricultura, otro para especies maderables, una tercera para el ganado, un área para animales domésticos, un vivero forestal o para la agricultura no tradicional.
La división entre una y otra área, así como los límites de la propiedad, se hace con cercas vivas. Es decir, con árboles plantados.
La distribución depende de los planes de manejo de la propiedad que debe hacer el parcelero para tener acceso a los recursos del proyecto, financiado por el gobierno de Holanda a través del Fondo de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
El modelo agrosilvopastoril da al campesino la posibilidad de tener varias en su finca varias fuentes de ingresos, dependiendo de lo que decida producir. Pero, sobre todo, le garantiza el alimento básico. La seguridad alimentaria es una de las prioridades de la FAO.
El proyecto, cuyo costo en 10 años es de cinco millones de dólares, se realizó hasta marzo de este año en la región de Chorotega, un área de 10.140 kilómetros cuadrados de la provincia de Guanacaste.
Vidal Núñez fue uno de los campsinos beneficiados por el trabajo conjunto de la FAO y el IDA en esa región. Posee 14 hectáreas en un asentamiento de la zona, en las cuales dispone de un banco a bajo costo de proteína vegetal para su ganado, constituido por árboles.
"Cuando me dieron esta parcela era sólo hierba y monte", explicó Vidal, convertido en un campesino exitoso que ni siquiera recurre al crédito para financiar sus cosechas.
Johnny Mantilla, oficial de la FAO encargado del proyecto, dijo a IPS que en la región de Chorotega se cumplieron los objetivos: que el campesino aprenda a sembrar árboles porque le son útiles y concretar un programa de desarrollo rural para áreas de pequeñas dimensiones.
Ahora Mantilla dirige la ejecución del proyecto en otras regiones del país, como el Pacífico central y Huetar Norte.
Esta última es la región próxima a la frontera con Nicaragua e incluye poblaciones como Los Chiles y Upala, comprendidas entre las más pobres del país. Allí "abundan las zonas de alto riesgo de grave degradación ambiental y los campesinos viven en el límite entre la pobreza y la posibilidad de su inserción en la economía nacional", dijo Mantilla.
El proyecto se aplica en otras zonas del país debido a que tuvo éxito en la región de Chorotega. Ese buen resultado se mide, por ejemplo, por el aumento en 30 o 40 por ciento del valor de las parcelas una vez puesto en marcha el modelo agrosilvopastoril, destacó Mantilla.
Los encargados del proyecto pretenden que el sistema se convierta en elemento de arraigo del campesino a su finca, pues el IDA tiene serios problemas para lograrlo. En efecto, cerca de 80 por ciento de los parceleros abandonan la tierra que se les otorgó.
Mantilla aseguró que no en todos los asentamientos se puede tener éxito con el proyecto, porque hay algunos muy marginales, muy degradados. Otros no están a cargo de campesinos agrícolas, sino de obreros sin experiencia en procesos de producción.
"En la región Chorotega trabajamos con 40 asentamientos, pero tuvimos éxito real en 18. En el Pacífico central y en la Huetar Norte pretendemos trabajar con 10 asentamientos en cada zona, para que se constituyan modelos", explicó.
Oscar Salinas, director administrativo financiero del IDA y director nacional del proyecto, explicó que el Instituto tiene alrededor de 600 asentamientos en todo el país, donde pretende fomentar el desarrollo rural.
El objetivo es ayudar al pequeño productor "a superar el subdesarrollo, que pueda salir adelante por sus propios medios, porque el Estado no puede mantenerlo", declaró Salinas.
Agregó que, aunque el proyecto tiene menos de un año de ejecución en las nuevas regiones, ya hay experiencias positivas en los ocho asentamientos en que se implementa.
"Queremos llevar este modelo a todo el país, ofrecerlo como una opción a los pequeños agricultores, como una oportunidad para que no falte el alimento y a la vez obtener dinero con la producción", dijo Salinas. (FIN/IPS/mso/ff/dv/98