Kabedi wa Kabedi huyó al bosque con sus tres esposas y 18 hijos hace un mes, cuando comenzó el bombardeo aéreo de la localidad de Nyunzu, en la región oriental de la República Democrática de Congo (RDC).
Kabedi y su familia se mantuvieron durante 15 días al amparo de la espesura, alimentándose con plantas silvestres y frutas y soportando lluvias torrenciales.
"Estamos sufriendo, no tenemos comida ni medicamentos. Carecemos de elementos básicos como sal y jabón. Esta vida es un infierno", dijo Kabedi.
Kabedi volvió a Nyunzu, que había sido tomada por los rebeldes que intentan derrocar al presidente Laurent Kabila y sólo mostraba devastación.
Nyunzu, ubicada 300 kilómetros al oeste de Kalemie, a orillas del lago Tanganyka, tenía 40.000 habitantes antes del estallido de la rebelión, el 2 de agosto. Se levanta en una zona de tránsito hacia las provincias de Kivu y de Katanga, rica en minerales.
Era un sitio activo, provisto de comercios, bares, restaurantes y escuelas con techos cubiertos de hierba. La guerra y los ataques de los aviones MIG 16 de Zimbabwe lo convirtieron en un pueblo fantasma.
"Luego de que las fuerzas de Kabila fueron derrotadas, los aviones de Zimbabwe empezaron a bombardear nuestro pueblo. Desde el 30 de octubre, los ataques aéreos se volvieron diarios y siembran el terror entre los pobladores", declaró Mutentu Kafyabwenu.
Zimbabwe, junto con Angola, Chad y Namibia, apoya a Kabila contra los rebeldes, que tienen el respaldo de Ruanda y Uganda.
No hubo bajas entre la población civil en el asalto de los rebeldes a la localidad, pero quienes decidieron volver a Nyunzu aún se recuperan del impacto emocional que les causó el ataque.
"La mayoría de la gente huyó al bosque. Vuelven al pueblo en busca de sal y jabón, pero cerca de las 11:00 a.m. regresan corriendo a sus escondites", dijo Kafyabwenu a IPS.
La vida en el bosque también es dura. "Vi morir a dos niños de malaria, y otros dos fallecieron al caer de la espalda de sus madres cuando éstas intentaban escapar del ataque", relató Munyambo Lubuli, de 34 años.
"Mi hijo murió el 7 de noviembre en la selva Luizi, porque no pudimos conseguir medicamentos para curarlo. Desde entonces, la vida no ha sido fácil para nosotros", dijo Baudouin Kumwimba, quien había escapado de Nyunzu en compañía de su esposa.
"Los refugiados duermen sobre la hierba y son golpeados por la lluvia desde la mañana hasta la noche", agregó.
Nyunzu, actualmente bajo asedio de las fuerzas de Kabila, se abastecía de alimentos, especialmente de pescado, en las localidades vecinas de Kindu, Bukavu, Kalemie, Kabalo y Lubumbashi. Ahora que está desconectada de sus proveedores, la dieta básica de la población es mandioca y plantas silvestres.
El deterioro es evidente en todas partes. El hospital de Nyunzu cerró, y las escuelas, iglesias y otros edificios fueron abandonados.
El comercio revive lentamente, a pesar de los ataques aéreos de Zimbabwe. Al atardecer, los pocos comerciantes que lograron recuperar sus mercaderías se instalan en la calle principal y ofrecen cigarrillos, jabón, harina de mandioca, azúcar, sal, arroz y galletas.
También venden cerveza Primus, de fabricación local, y Amstel, introducida de contrabando desde el fronterizo Burundi.
Un comerciante urgió a los rebeldes a conseguir provisiones esenciales para el pueblo. "Necesitamos que los nuevos gobernantes traigan provisiones y medicamentos, y que restablezcan la comunicación por carretera y tren con otras ciudades", explicó.
Los comerciantes de Nyunzu aceptan tanto el viejo franco de Zaire (la denominación que el país tuvo hasta 1997) como el nuevo, emitido este año por el gobierno de Kabila. Un billete de un dólar equivale a 250.00 francos de Zaire o a 2,5 francos de la RDC.
"Este es un mundo de millonarios", dijo un periodista a IPS, mientras pagaba 1,2 millones de francos de Zaire (cinco dólares) por una botella de cerveza Primus.
"No podemos pagar estos precios. Todo es caro, y no tenemos dinero", se quejó Kongolo Milange, de 60 años.
Para aliviar la situación de quienes vuelven a Nyunzu, los rebeldes congoleños, con ayuda de unidades del ejército ruandés, prestan cuidados médicos y entregan algunos alimentos. (FIN/IPS/jbk/mn/ceb-nc-ff/98