Las "rondas campesinas" de Perú, fuerzas paramilitares rurales que precipitaron la derrota de la organización guerrillera Sendero Luminoso tras obligarla a replegarse a las ciudades, afrontan ahora un destino incierto.
Las "rondas" fueron una respuesta popular a la guerra civil que lanzó en 1980 el maoísta Sendero Luminoso, conflicto que costó a Perú mas de 27.000 muertos y desaparecidos y que se extendió hasta 1994.
El líder senderista Abimael Guzmán se rindió ese año, luego de que la policía destruyó la base de la organización en las ciudades, en la cárcel de máxima seguridad en la que hoy continúa preso.
El gobierno y los mandos militares rechazaron inicialmente las "rondas campesinas", pero el fracaso de su política antiinsurgente los obligó a aceptarlas, e incluso a proporcionarles armas. Ahora, reconocen el importante papel estratégico que jugaron, pero no saben qué hacer con ellas.
Se desconoce el número exacto de hombres y mujeres organizados en estas milicias campesinas. Algunos los estiman en 30.000, cálculo que se basa en el hecho de que el gobierno de Alberto Fujimori les entregó 14.000 escopetas y que más de la mitad se consiguieron armas de fuego por su cuenta.
El historiador Eduardo Toche señaló que las rondas "son un nuevo factor de poder campesino surgido en la guerra civil".
"Todavía no se han convertido en un problema, pero en un escenario social en transición, como es la zona rural de la sierra peruana, podrían convertirse en focos futuros de violencia armada", agregó.
Mientras, el sociólogo Jaime Antezana explicó que "en algunas zonas se está produciendo un relajamiento de las actividades de las rondas campesinas, porque las tareas de seguridad han pasado a ser secundarias".
"Pero donde se teme un rebrote del senderismo, se mantienen vigentes y activas", agregó.
Antezana añadió que es posible que las rondas tiendan a convertirse en un movimiento político, aunque todavía no surgió en ellas un líder de convocatoria nacional, pero sí varios de nivel regional.
Mientras analistas independientes y del gobierno se muestran preocupados por el futuro de esta singular experiencia social, los ronderos siguen desfilando por las callejuelas de las aldeas, o patrullando las inmediaciones de sus comunidades, armas al hombro y a veces semiuniformados.
Las rondas o "comités de autodefensa", como se las denomina oficialmente, fueron una iniciativa popular para combatir a los ladrones de ganado en la sierra norte de Perú, y alrededor de 1985 surgieron espontáneamente en la sierra central y sur central entre comunidades desprotegidas por el repliegue policial.
Después de poner en fuga a los policías rurales, los guerrilleros senderistas nombraban comisarios encargados de organizar la vida comunal en tiempos de guerra sobre la base de duras pautas políticas y sociales maoístas.
El ex presidente Fernando Belaúnde Terry (1980-1985) abdicó de su responsabilidad y entregó el control total de las zonas de emergencia a las fuerzas armadas.
El Ejército peruano, entrenado sólo para combatir a otros ejércitos o para reprimir violentamente a la población civil, puso en práctica una política de intimidación masiva y masacró a las comunidades sospechosas de simpatizar con Sendero Luminoso, tratando de obtener su respaldo a la fuerza.
Sendero Luminoso hacía lo mismo, pues también masacró a comunidades que se resistían a su autoridad o no apoyaban sus ataques a las fuerzas del gobierno.
Atrapados entre dos fuegos, la mayoría de los campesinos huyó a las ciudades de la costa, pero los que decidieron quedarse en sus tierras se armaron para librarse de las represalias.
El gobierno del socialdemócrata Alan García (1985-1990) logró que los mandos militares aceptaran la existencia de las rondas enfrentadas a Sendero Luminoso. Pero el Ejército no admitió que el Estado proporcionara armas de fuego a las fuerzas paramilitares, objetivo que Fujimori logró en 1991.
"Los jefes militares desconfiaban de las rondas. Temían que fuera una estratagema subversiva y los alarmaba que los partidos de izquierda parlamentaria las apoyáramos", dijo el ex legislador Carlos Tapia.
"Nosotros promovimos la idea de las rondas tomándola de la experiencia de las sierras de Cajamarca, porque era la única forma de impedir que los campesinos fueran víctimas inermes", agregó.
La decisión de Fujimori cambió el curso de la guerra, porque los militares dejaron de tratar como enemigos potenciales a los campesinos indígenas, mientras los senderistas comenzaron a tener dificultades para desplazarse.
Pero restablecida la paz y cuando las autoridades y la policía retornaron a las áreas rurales, la interrogante fue cuál sería el papel social y político que les correspondería a las rondas en la nueva situación.
Disciplinadas militarmente, armadas con escopetas, hondas, lanzas, garrotes y "tirachas" (fusiles de fabricación artesanal de un solo disparo), las "rondas " son fuerzas que aún hoy siguen integradas a las estructuras sociales campesinas.
Algunas respaldan a las autoridades comunales tradicionales, o a las nombradas por el gobierno en Lima, y colaboran con el reasentamiento de las decenas de miles de familias que escaparon de la violencia política y retornan a sus aldeas con apoyo de programas gubernamentales.
Pero algunos jefes "ronderos" quieren seguir ejerciendo la autoridad de la que gozaron durante los años de guerra. Otros han sido acusados de abusar de los campesinos e incluso de colaborar con el narcotráfico.
Uno de los mas conocidos dirigentes ronderos, Pompeyo Rivera, conocido como "Comandante Huayhuaco", fue acusado en 1994 de haber recibuido dinero de una banda de narcotraficantes.
Después de dos años de prisión, fue absuelto por falta de pruebas y en 1996 viajó a Lima para gestionar apoyo a viudas y huérfanos de ronderos. Pero no obtuvo nada, salvo algunos artículos periodísticos.
De vuelta en su tierra, Rivera está empeñado, según diversas fuentes, en la creación de un movimiento político sobre la base de las "rondas campesinas". (FIN/IPS/al/mj/ip/98
