El primer ministro de Pakistán, Nawaz Sharif, logró algunas concesiones del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, en su visita a Washington, pero no consiguió todo lo que pretendía.
PTV, la red de televisión estatal, retransmitió imágenes de Sharif con Clinton en su reunión del miércoles en Washington, y del primer ministro respondiendo preguntas en una concurrida conferencia de prensa el jueves.
Funcionarios de la cancillería afirman que las relaciones bilaterales son más fuertes que nunca, pero esas declaraciones podrían estar destinadas al público ya que Sharif partió de Islamabad con la promesa de resolver varios problemas con Washington durante su visita de tres días a Estados Unidos.
Sharif es partidario de las relaciones oficiales personalizadas y esperaba que una cita franca con Clinton convencería al presidente de levantar las sanciones impuestas a Pakistán a partir de 1990.
Clinton accedió el miércoles a eliminar algunas de las sanciones y reiteró la promesa de resolver la disputa sobre la adquisición de Islamabad de 28 aviones caza F-16 por 658 millones de dólares, cuya entrega está retrasada desde 1990 debido a las sanciones.
Las últimas sanciones las impuso Washington contra India y Pakistán en mayo, cuando ambos rivales de Asia meridional realizaron ensayos nucleares.
Sharif también esperaba avanzar en lo que Islamabad considera ha sido un "sustancial cambio de política" de Washington sobre la cuestión de Cachemira, es decir la disputa que Pakistán mantiene desde hace 50 años por la soberanía del estado septentrional de India.
Islamabad considera que para Washington el futuro de Cachemira debe decidirse por mediación internacional. Pero Clinton confirmó a Sharif que Washington sólo actuará como mediador si "ambas partes desean la participación de Estados Unidos".
India declaró una y otra vez que se opone a la intervención de terceros y rechazó las acusaciones de violaciones a los derechos humanos en Cachemira, donde sus fuerzas de seguridad reprimen a un movimiento separatista.
Desde que la rivalidad entre los dos vecinos se transformó en una abierta carrera nuclear, Islamabad procuró volcar el alboroto internacional a su favor en el tema de Cachemira. Muchos creen que la disputa puede convertirse en el foco de propagación de otra guerra en la zona nuclearizada.
India y Pakistán libraron dos guerras por Cachemira en los últimos 50 años, la última en 1971, y periódicamente se intercambian acusaciones en los foros internacionales. India también protestó por los comentarios de otros países al respecto.
En la cumbre de países no alineados celebrada en Sudáfrica en agosto, el primer ministro indio Atal Bihari Vajpayee protestó formalmente luego de que, en su discurso inaugural, el presidente sudafricano Nelson Mandela calificó a la cuestión de Cachemira de disputa que debe resolverse.
Islamabad en seguida aprovechó la oportunidad presentada por lo que consideró una censura internacional contra Nueva Delhi.
Luego de que Israel y la Autoridad Nacional Palestina negociaron, con la mediación de Washington, el acuerdo de Wye Plantation a fines de octubre, Clinton recibió una carta de Sharif instándole a cumplir una función similar en el conflicto de Cachemira.
Sharif le dijo a Clinton que estaba destinado a cumplir un papel histórico para resolver el conflicto de Cachemira y que tenía la obligación moral de tomar un rol activo. Pero Clinton no se convenció.
Washington tiene sus dudas. En primer lugar Clinton quería que Sharif fijara un plazo para firmar el Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares. India y Pakistán expresaron su voluntad de firmar, pero no lo han hecho.
Como Sharif es el único actor de la política paquistaní, habiendo neutralizado en la Constitución a la presidencia, las fuerzas armadas y el poder judicial -que orquestaron la derrota de tres gobiernos entre 1990 y 1996-, puede imponer su propia agenda.
"Sharif debería ofrecerle a Washington ser su socio para definir y fomentar el avance del progreso humano y la seguridad mundial, en lugar de sonar como un protegido de Clinton ofreciendo cooperar con el control de los narcóticos, el antiterrorismo, etc.", escribió un columnista.
Sharif dirige el gobierno más fuerte de la historia paquistaní. Políticamente no se siente amenazado por la oposición dividida, que no aprovechó el caos económico al que lanzó al país ni su vuelco a la derecha que escandalizó al sector liberal. (FIN/IPS/tra-en/nz/an/aq/ip/98