El primer ministro Mahathir Mohamad aún controla el timón de Malasia, pero 1999, su décimo octavo año de mandato, promete dificultades y peligros para su poder casi absoluto.
Mahathir intenta superar el momento más peligroso de su mandato, y se propone mantener su línea desarrollista a pesar de la creciente insatisfacción pública, alimentada ahora también por la fuerte recesión económica que afecta a Malasia.
Muchos afirman que su momento está a punto de terminar. Mahathir, cuyo gobierno marcó un crecimiento económico acelerado y sin precedentes para el país, permaneció demasiado tiempo en el poder.
El destino político de Mahathir es impredecible, así como el respaldo que obtendrá el aún desorganizado e inorgánico movimiento opositor Reformasi, surgido en septiembre alrededor del destituido y detenido viceprimer ministro Anwar Ibrahim.
Los desafíos políticos y económicos pondrán a prueba el temple de Mahathir el año próximo.
Se prevé que el primer ministro afiance la alianza con sus seguidores y con la mayoría étnica malaya en su lucha contra el "fantasma extranjero" para obtener apoyo dentro del país mientras dure la recesión, dijo el analista Charles Santiago, de la Universidad Stamford, de Malasia.
Mahathir también espera que los controles de capital y de cambio impuestos en septiembre redunden en estabilidad, pues el modo en que el gobierno maneje la recesión será un factor clave para su permanencia en el poder.
La esposa de Anwar, Wan Azizah, protagonizó este mes el principal cambio del mapa político de este año en Malasia, al fundar el día 10 un nuevo partido llamado Movimiento de Justicia Social (ADIL).
Azizah espera que ADIL brinde una plataforma organizada al clamor por reformas políticas y sociales que creció con la destitución y arresto de Anwar, acusado de corrupción y sodomía, cargos en los que muchos malasios no creen.
El propósito del movimiento de Azizah es "detener la tendencia a un gobierno unipersonal en el que todas las instituciones de gobierno están dedicadas a preservar el poder de cierto individuo".
Controlar la recesión y sus consecuencias es otra de las metas del movimiento.
La oposición opinó que ADIL, el tercer grupo opositor fundado desde septiembre, es una consecuencia lógica de la ola de protestas de Reformasi, desatadas el 20 de septiembre con la destitución y detención de Anwar.
Las protestas pacíficas realizadas cada semana en Kuala Lumpur continuaron hasta fines de octubre, cuando la policía las disolvió de forma agresiva e incluso violenta.
Surgieron manifestantes esporádicos en lugares insólitos. El día 11, unos 200 estudiantes hicieron una manifestación pacífica fuera de la Universidad de Ciencias de Penang.
Las pancartas reclamaban "abolir la ley de seguridad interna" y "liberar los medios de comunicación" y preguntaban "dónde están los derechos de los estudiantes".
Eso supuso un cambio de actitud, pues en las ocasiones anteriores los manifestantes pedían la renuncia a Mahathir y la liberación de Anwar.
A fines de noviembre, el gobierno desafió a Reformasi a crear un partido político y a postularse en las elecciones. "Si hay gente que quiere hacer cambios, pueden hacerlo presentándose en las elecciones", declaró Mahathir.
Mahathir aplastó a varios grupos que no apoyaban a su gobierno o a su grupo, la Organización Nacional de Malayos Unidos. En 1987 arremetió contra el Semangat 46, un grupo rival escindido de su partido.
Los opositores aprendieron la lección que les dio la historia. "No tenemos ninguna intención de entrar en el juego de Mahathir. Hacemos las cosas a nuestra manera", declaró Azizah. Por eso, ADIL decidió no registrarse aún como partido político.
Esa formalidad lo llevaría a compartir el destino de Semangat 46, ya que la aprobación se decide en el Registro de Sociedades que depende del Ministerio del Interior, encabezado por el propio Mahathir.
El analista político Subramaniam Pillai señaló en una conferencia en Manila tres factores que podrían actuar contra el movimiento Reformasi.
El primero es que la comunidad malaya, que prosperó durante el gobierno de Mahathir, "aún depende mucho del gobierno", por lo que se resistiría a pasarse a la oposición. "Se necesita el apoyo de ese grupo para que Reformasi se sostenga", dijo.
El segundo factor es la gran disparidad de los grupos en que se compone la oposición, dijo Pillai. El tercero es la falta de una "ideología coherente", por lo menos hasta ahora.
"La concientización comenzó, en especial entre los jóvenes" de la comunidad malaya, mientras "la crisis económica redujo las posibilidades del oficialismo de reclutar malayos de clase media", señaló Pillai.
"Hay un largo camino por recorrer antes que la gente vote a la oposición. Hoy no existen alternativas viables", en especial para los votantes urbanos, observó Santiago.
El caso Anwar despertó fuertes oposiciones, pero los integrantes de organizaciones de la sociedad civil admiten estar indecisos entre el proyecto político y económico de Mahathir y el de Anwar.
La oposición apoya a Mahathir en su intento por controlar el capitalismo desenfrenado, pero disiente con su política de reprimir todo disenso.
Por otro lado, si bien los opositores se identifican con la defensa de los derechos humanos y el pluralismo de Anwar, no están de acuerdo con sus ideas económicas, que respaldan las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI) contra la crisis.
Premesh Chandra, del Congreso de Sindicatos Malasios, señaló que Mahathir es, ante todo, un pragmático que puede cambiar de una idea a la contraria en una noche "si le conviene".
La imposición de controles al capital no es, para Mahathir, "parte de una ideología sino una cuestión práctica", sostuvo Chandra.
Chandra coincidió en que Anwar está más "influido por ideas monetaristas", pero "no parece una marioneta del FMI o un ciego seguidor de Occidente". A pesar de las dudas surgidas por el largo período que estuvo en el gobierno de Mahathir, Anwar es uno de los posibles líderes de la oposición.
"Lo importante es nombrar a alguien que respete los derechos humanos y la confianza que se le brinde", dijo Chandra. (FIN/IPS/ap-ip/js-an/ceb/mj/ip/98