La venta en Japón de productos derivados del tigre cuya importación está prohibida hace 18 años acaba de ser demostrada con pruebas concluyentes por activistas por la conservación de especies en peligro de extinción.
Japón es signatario, desde 1980, de la Convención de Comercio Internacional sobre las Especies en Peligro, que prohíbe el comercio internacional de tigres (con la excepción de las subespecies siberianas) y de cualquiera de sus partes.
El Ministerio de Comercio Internacional e Industria, a cargo del control de la comercialización de especies animales, aseguró que Japón ha respetado la prohibición en los últimos 18 años.
"Los productos disponibles en plaza fueron importados antes de que se estableciera la prohibición de 1980", afirmó un funcionario del Ministerio que reclamó reserva sobre su identidad.
No obstante, los activistas divulgaron una cinta de video que muestra la venta de productos derivados del tigre en las principales casas dedicadas a la medicina tradicional japonesa.
Según los activistas, la grabación prueba que los productos prohibidos aún ingresan al país, y la necesidad de prohibir, además del comercio internacional, las ventas dentro de Japón.
Varios propietarios de tiendas especializadas en medicina tradicional fueron filmados cuando afirmaban que los productos prohibidos les llegan con regularidad desde China.
Japón es el mayor mercado mundial para los productos derivados del tigre, y los precios de esa mercadería son allí superiores a los de China, Corea del Sur, Hong Kong, Indonesia y Taiwan, países donde también se practica ampliamente la medicina tradicional asiática.
En una escena del video, un comerciante local afirma que un hueso entero de tigre, al que llama "una de las mejores partes del animal", podría ser adquirido por unos 800 dólares. Los penes completos, envueltos en celofán, se comercializan en unos 1.200 dólares.
"La venta de estos productos no está prohibida en Japón, y eso contribuye en gran medida a la extinción de la especie más amenazada del mundo", afirmó Debbie Banks, activista del Agencia de Investigación Ambiental (EIA), con sede en Londres.
"Si Japón toma medidas drásticas contra ese comercio, habremos dado un gran paso hacia la preservación de los tigres salvajes", agregó Banks.
No quedan en el mundo más de 5.000 tigres salvajes. La destrucción de su hábitat, la disminución de otros animales que suelen ser sus presas y el lucrativo comercio internacional de sus restos amenazan aun más a esa población decreciente.
Las leyes japonesas prohíben el comercio de productos claramente derivados del tigre, como uñas, garras y piel. Pero los activistas denuncian que, por un vacío legal, pueden ingresar sin trabas los artículos que contienen el pene o los huesos triturados del animal.
En 1995 y 1997, los activistas, portando cámaras ocultas, ingresaron a 26 farmacias en las principales calles de Tokio y Yokohama y registraron la venta de tónicos, polvos, pastillas y otros productos que contenían pene y huesos de tigre.
En la popular tienda Seibu, los precios de los tónicos de tigre oscilaban entre 80 y 70 dólares por botella. Los vendedores explicaban que el líquido contenía pene de tigre, que, según la creencia, acentúa la virilidad de sus consumidores.
Polvos que contenían el mismo órgano del animal, así como píldoras de hueso de tigre, a las cuales se atribuye la virtud de aliviar el reumatismo, eran vendidos en Akahige, una importante cadena de tiendas que comercializa productos de medicina tradicional.
"Los productos podían ser falsos pero se vendían como si fueran genuinos, lo cual es muy preocupante", sostiene Banks. Según encuestas telefónicas al azar realizadas por la EIA, 46 por ciento de las tiendas de medicina china de Japón confirmaron la venta de artículos derivados del tigre.
Banks afirmó que las etiquetas suelen detallar "qué porcentaje de tigre" contiene el producto. Por lo tanto, agregó, la detección no debería constituir un problema, y "los vendedores deberían ser procesados".
Otros activistas citan el ejemplo de Gran Bretaña, donde la policía llevó a cabo una campaña contra las tiendas de medicina china establecidas en Londres y confiscó productos derivados del tigre.
Una campaña de toma de conciencia sobre los riesgos de extinción de los tigres, organizada por la policía británica, contribuyó a reducir el comercio significativamente. "Una campaña similar de la policía japonesa sería de gran ayuda. No estamos pidiendo demasiado", afirmó Banks.
La activista dijo que China, Corea del Sur y Taiwan han adoptado más y mejores medidas que Japón para detener ese comercio ilegal. Taiwan, por ejemplo, creó una fuerza policial para vigilar sus especies animales en peligro de extinción.
El director de las Reservas de Tigres de India, P. K. Sen, realizó un llamamiento al pueblo japonés, trasmitido por Banks, en el que solicita que se "apruebe la legislación para detener el comercio de restos de tigre en forma inmediata".
Banks visitó recientemente India, país que alberga a 3.000 de los 5.000 tigres existentes en el mundo.
Los conservacionistas tienen la esperanza de que la campaña internacional contra la comercialización de tigres no sea ignorada por el gobierno de Japón, que en ocasiones anteriores cedió a la presion internacional en defensa de especies en peligro.
En 1990, Japón prohibió la importación de marfil luego de recibir, durante años, críticas por aceptarla. Lo mismo ocurrió con la importación de caparazones de tortuga, muy apreciados por los japoneses.
Los activistas advierten que Japón parece disponerse a reanudar la importación de marfil procedente de Botswana, Namibia y Zimbabwe, países donde se registró un incremento en sus poblaciones de elefantes.
Durante la investigación, los activistas de la EIA también descubrieron que las tiendas japonesas vendían una amplia gama de productos derivados de otras especies en riesgo de extinción.
Los conservacionistas detectaron la comercialización de vesículas biliares de oso, cuernos de rinoceronte, víboras, lagartos, manos y cabezas de mono, cornamentas de ciervo, caballitos de mar, penes de foca, penes de lobo, tortugas, insectos e incluso el feto entero de una ballena.
Para defender el comercio de esos productos, el gobierno japonés afirmó que la conservación debe ser sustentable, y que tanto la cultura tradicional como las industrias que se nutren de esos productos deben ser protegidas.
Un funcionario del Ministerio de Comercio sostuvo que esta cartera debe procesar miles de pedidos de autorización para importar, con permisos especiales, productos que involucran a la fauna, y que no puede inspeccionar cada uno de los que ingresan al país. (FIN/IPS/tra-en/ap-en/sk/cb/mv/nc/mj/en/98