La globalización y la tiranía del sector financiero sobre la economía real tuvieron este año confirmación contundente. Además de lecciones, 1998 deja secuelas que serán más dolorosas el año próximo en algunos países latinoamericanos.
Brasil constituye la mejor expresión de ese drama, en el que cualquier país mediano puede caer repentinamente y arrastrar al mundo al colapso, con un poder de contagio totalmente desproporcionado respecto de su influencia en épocas de bonanza.
En el cuarto año de una estabilización alabada por todos, Brasil ofrecía al mundo un mercado en franca expansión, en el que en algunos años se duplicaron las ventas de automóviles y las de televisores se triplicaron.
Por eso atrajo cerca de 24.000 millones de dólares en inversiones extranjeras directas este año, siendo superado sólo por China. Sus privatizaciones le aportaron una suma similar, al extenderse al sistema de telecomunicaciones, vendido en julio por 18.900 millones de dólares.
Amenazado por la crisis asiática de octubre de 1997, el gobierno brasileño reaccionó rapidamente con alza de intereses y 51 medidas fiscales. Aumentó sus reservas cambiarias a 74.656 millones de dólares en abril.
Al contrario de los países asiáticos en crisis, su sistema bancario fue saneado en los años anteriores y se encaminó la corrección de vicios, como el uso político de bancos estaduales, en proceso de privatización o liquidación.
Líder de un bloque económico subregional cortejado, el Mercado Común del Sur (Mercosur), y con un presidente de prestigio internacional, el sociólogo Fernando Henrique Cardoso, quien logró una fácil reelección en octubre, Brasil parecía acercarse al brillante futuro que siempre se le atribuyó.
Pero había críticas de mal agüero. Conocidos economistas señalaron vulnerabilidad en el déficit externo, de 32.000 millones de dólares al año, y fiscal, de unos 60.000 millones de dólares, demasiado para una economía de 800.000 millones de dólares.
La moratoria rusa, en agosto, derribó el castillo de naipes. Las reservas brasileñas se redujeron en 21.500 millones de dólares durante septiembre y la fuga de capitales prosiguió en los meses siguientes.
El economista Edmar Bacha, destacado miembro del gobierno brasileño en los años anteriores y hoy director de un banco en Nueva York, apuntó la urgencia y la probabilidad de un apoyo internacional al país.
Brasil, por su peso econmico, amenazaba la estabilidad mundial y a la vez constituía la oportunidad de parar el dominó de la crisis financiera internacional.
Ya en octubre se diseñó la operación de salvamento, que terminó por sumar 41.500 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI), bancos de desarrollo y gobiernos de 20 países ricos. Brasil comenzó a recibir esos recursos este mes.
El mundo termina el año sin experimentar el pánico de meses anteriores. Las bolsas se mantuvieron prácticamente impasibles ante el bombardeo de Iraq por parte de Estados Unidos y Gran Bretaña, y la aprobación del juicio político al presidente Bill Clinton.
Dos meses atrás, estos dos hechos probablemente hubieran sido motivo de fuertes caídas.
Pero los daños en la economía real ya se hicieron efectivos y se prevén graves efectos sociales para el próximo año. El primer semestre de 1999 será de recesión en Brasil, con un desempleo sin precedentes, prevén todos los sectores salvo el gobierno.
Esto repercutirá en toda América del Sur, en especial en países directamente dependientes del mercado brasileño, como los del Mercosur, integrado también por Argentina, Paraguay y Uruguay, y al que están asociados Bolivia y Chile.
En consecuencia, la economía de América Latina debe crecer sólo uno por ciento en 1999, frente a 2,3 por ciento este año, estimó la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
El producto interno bruto brasileño caerá uno por ciento, según la previsión oficial, incluida en el acuerdo con el FMI. Ese desempeño supone alguna recuperación a partir del segundo semestre.
Como efecto directo, Argentina, que creció 5,2 por ciento este año, bajará el ritmo a tres por ciento el próximo, según el último informe del FMI. Pero los riesgos permanecen en la economa global y pueden empeorar las proyecciones actuales, advirtió el organismo multilateral.
Brasil sigue bajo amenaza. Los inversores siguen con desconfianza la marcha de su ajuste fiscal, prometido varias veces y nunca cumplido. Los países, especialmente los endeudados, se reducen a la condición de un banco vulnerable, sujeto a la fuga de capitales y a la quiebra, si pierde credibilidad.
Muchos economistas creen que será inevitable una devaluación del real, hipótesis que atemoriza a Argentina, que coloca un tercio de sus exportaciones en Brasil, y se teme que pueda desestabilizar la economía, con mayor recesión e inflación como ocurrió en países del sudeste asiático. (FIN/IPS/mo/ag/if/98