ESTADOS UNIDOS: Las dos vertientes de la oposición a Clinton

Los opositores al presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, creen que debe marcharse de la Casa Blanca, pero no se ponen de acuerdo sobre las razones.

La mayoría parlamentaria del Partido Republicano apunta a las relaciones sexuales extramaritales del mandatario, mientras otros cuestionan los ataques militares de Washington en Medio Oriente o los recortes de gastos sociales destinados a los estadounidenses más pobres, entre otras razones.

La Comisión Judicial de la Cámara de Representantes terminó de aprobar el sábado cuatro artículos del acta de acusación contra Clinton, convirtiéndolo en el tercer presidente en los 222 años de historia independiente de Estados Unidos que afronta el riesgo de ser expulsado de su cargo.

Los integrantes de la comisión votaron en función estricta de su pertenencia partidaria. Los 21 del Partido Republicano aprobaron los cargos, contra 16 del Partido Demócrata de Clinton, quien lleva seis años en la Presidencia.

Las principales acusaciones son las de perjurio, abuso de poder y obstrucción de la justicia. La aprobación de este último cargo fue considerada un "linchamiento" por los demócratas.

Los defensores de Clinton alegaron que todas las acusaciones se basan en un solo incidente, relativamente menor: el engañoso testimonio del presidente durante un juicio civil, en enero, cuando dijo que no tuvo relaciones sexuales con Monica Lewinsky, una ex becaria de la Casa Blanca.

"Los supuestos crímenes de Clinton no son los de un mal presidente, sino los de un marido infiel", declaró Abbe Lowell, asesora legal de la minoría demócrata en la Comision Judicial.

Por su parte, Clinton declaró el domingo que no dejará la Presidencia. "No tengo intenciones de renunciar. Eso nunca pasó por mi mente", dijo en una conferencia de prensa en Israel, donde llegó para tratar de encarrilar el proceso de paz en Medio Oriente.

El mandatario también negó haber cometido perjurio en su testimonio ante el jurado que analizó la acusación del fiscal independiente Kenneth Starr con la intención de conservar la Presidencia, como insinuaron algunos legisladores republicanos.

Según una encuesta realizada la semana pasada, 65 por ciento de los estadounidenses se manifestaron contrarios a la acusación de perjurio contra Clinton.

El presidente reconoció el viernes, en una dramática declaración, que el Congreso debe responsabilizarlo de omitir la verdad respecto de su relación con Lewinsky, se manifestó "profundamente arrepentido" y dijo estar preparado para recibir una reprimenda y asumir las consecuencias.

Su pedido de disculpas fue ignorado por los republicanos de la Comisión Judicial, cuya votación allanó este fin de semana el camino para que el plenario de la Cámara de Representantes decida si Clinton será formalmente acusado.

Henry Hyde, el titular de la Comisión Judicial, urgió a Clinton a renunciar, una decisión que, dijo, sería "heroica".

Pero los republicanos no son los únicos que desean que el presidente termine su mandato antes de tiempo. Otros creen que merece ser acusado, pero por cuestiones que entienden mucho más importantes.

"Francamente, si se libran de él es por la razón equivocada. Me alegrará ver que se marche, porque nunca le perdonaré lo que ocurrió en Ruanda", declaró Michael Fleshman, coordinador de Derechos Humanos del no gubernamental Fondo de Africa.

Fleshman afirmó que Clinton impidió que Estados Unidos intentara frenar el genocidio de 1994 en Ruanda, a pesar de que sus funcionarios sabían que casi un millón de tutsis y hutus moderados eran masacrados por el gobierno de mayoría hutu entre abril y julio de ese año.

Washington incluso demoró durante meses la provisión de vehículos blindados para equipar a tropas africanas enviadas a detener la matanza, agrego Fleshman.

Pero el gobierno de Clinton, conciente del papelón estadounidense en la fracasada misión de las Naciones Unidas en Somalia, no quiso verse entrampado en el genocidio de Ruanda.

Howard Zinn, autor de "La historia del pueblo de Estados Unidos", señaló que Clinton tomó decisiones que derivaron en la muerte de mucha gente, basándose en escasa o ninguna evidencia.

"En 1993, Clinton bombardeó Iraq alegando un supuesto plan para asesinar al ex presidente George Bush. Esa evidencia fue dudosa, y las bombas mataron al menos a seis personas. Hasta la fecha, su gobierno no hizo pública la información en la cual se basó su decisión de atacar Bagdad", dijo Zinn.

"El 20 de agosto, día en que Lewinsky prestó declaración ante el jurado, Clinton bombardeó Afganistán y Sudán aduciendo, sin proporcionar evidencias, que el blanco sudanés era una fábrica de gas nervioso", agregó.

Clinton afirmó que los ataques fueron una respuesta a los atentados explosivos contra las embajadas estadounidenses en Dar es Salaam y Nairobi, de los cuales acusó a un magnate saudita, Osama bin Laden, que vive en Afganistán.

Sudán objetó la afirmación de Washington de que el blanco en ese país, la fábrica Shifa, pertenecía a socios de Bin Laden y que era usada para fabricar armas químicas. Las demandas de Jartum por una investigación de la ONU en el lugar del ataque fueron bloqueadas por Estados Unidos.

En los meses que siguieron al bombardeo, funcionarios estadounidenses admitieron que la evidencia de actividades con armas químicas en la fábrica Shifa podría haber sido un error.

Las decisiones por las que Clinton es objeto de críticas no se limitan a dudosos ataques en otros países.

El activista de derechos civiles Nat Hentoff acusa al presidente de debilitar las leyes que protegen a los procesados de delitos, aunque se lamenta de los abusos de los que él mismo es objeto a manos del fiscal Starr por el caso Lewinsky.

Los problemas de Clinton para obtener credibilidad derivan exclusivamente de sus creencias políticas.

El presidente alteró la línea centroizquierdista de su partido para hacerla más dura contra la delincuencia, recortó el gasto público de bienestar social y afirmo que los individuos debían asumir más responsabilidad moral materia de sexualidad de adolescentes y otras cuestiones sociales.

Ahora, esa postura se volvió en su contra. El mismo presidente que promovió limitaciones al recurso de "hábeas corpus" es vapuleado por los republicanos que lo acusan de obstruir la justicia.

Del mismo modo, el consejo de Clinton a los adolescentes de que moderen su conducta sexual se torna más falsa tras los informes sobre su relación con Lewinsky, que tenía 21 años cuando se encontraron por primera vez en 1995.

La legislación sobre bienestar social de Clinton en 1996 "obliga a las madres a responder a los funcionarios preguntas sobre su vida sexual", incluso la paternidad de sus hijos y los hombres con los que tuvieron relaciones, señaló Gwendolyn Mink, profesora de la Universidad de Caliornia-Santa Cruz.

"¿Dónde están los defensores de la privacidad de estas mujeres? ¿Es que sus derechos no cuentan?", preguntó Mink.

Pero, a pesar de sus ambigüedades, Clinton podría evitar la acusación que requiere la mayoría de los 435 integrantes de la Cámara de Representantes.

Los dos principales diarios del pais, The New York Times y The Washington Post, se pronunciaron contra la interpelación y a favor de una censura del Congreso que señale que el presidente prestó falso juramento.

Una acusación formal en la Cámara requeriría un juicio del Senado contra Clinton para determinar si las acusaciones de perjurio son ciertas, lo que obligará a descubrir "quién tocó qué cosa" y otros detalles embarazosos, explicó el representante Barney Frank, de Massachussetts.

Esto, al parecer, no frenará a los republicanos, decididos a hacer caso omiso de las encuestas, la opinión de la prensa y el sentido común tras el revés que sufrieron en las elecciones legislativas parciales del 3 de noviembre. (FIN/IPS/tra- en/fah/mk/ego/mj/mj/ip/98

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