Para clausurar el Año Internacional de los Océanos, una exposición de piezas de orfebrería, cerámica, madera, hueso y piedra invita a retroceder 2.000 años para encontrarse con los habitantes primigenios de Colombia, que quisieron perpetuar el agua como símbolo de vida.
De los orfebres, talladores y alfareros, de sus creencias, mitos y rituales dan testimonio 342 piezas seleccionadas por el Museo del Oro para la exposición "El mar eterno retorno", que estará abierta al público hasta abril en el centro de Bogotá.
Algunas de las piezas expuestas forman parte de la colección permanente del Museo del Oro, considerado como el más importante del mundo en su género, y muchas otras se presentan por primera vez en el país. En todos los casos corresponden a poblaciones indígenas que aún sobreviven en el territorio colombiano.
Las comunidades indígenas representan el 1,8 por ciento de la población de Colombia, de 36 millones de habitantes, según el Departamento Nacional de Estadísticas.
Habitan en los 32 departamentos del país, aunque con mayor presencia en la norteña península de La Guajira, sobre el Caribe, en el Cauca (sudoeste), en el litoral Pacífico (este), y en la Orinoquia y Amazonia (sudeste).
Con un carácter eminentemente simbólico, la muestra es recurrente en objetos y representaciones marinas como conchas y caracoles. Dividida en 10 temas a partir del mar origen de la vida hasta el ritual, pasa por las ofrendas, las lagunas, la gente, los ríos, las ciénagas, y los animales acuáticos.
El peso de la exposición está en la orfebrería, con 200 piezas, seguida por un centenar de cerámicas y un número menor de objetos de madera, hueso y piedra.
El mar, como un hecho real y próximo o con el peso de su ausencia, es reflejado en textos de la mitología de los pobladores prehispánicos, como los Koguis, habitantes de la Sierra Nevada de Santa Marta, en el norte del país, sobre el litoral Caribe.
"Primero estaba el mar./ Todo estaba oscuro./ No había sol, ni luna, ni gente, ni animales, ni plantas./ El mar estaba en todas partes./ El mar era la Madre./ Ella era espíritu de lo que iba a venir./ Y ella era pensamiento y memoria", dice.
Las costumbres rituales de llevar ofrendas al mar siguen existiendo en los Koguis y los Ikas de la Sierra Nevada, que viajan hasta el Caribe para ofrecer sus presentes a las deidades.
La arqueóloga Ana María Falchetti, guionista de la exposición, afirma que las comunidades de zonas que no son de litoral también han mantenido vínculos con él "como un territorio lejano, desconocido, sobrenatural y misterioso".
En el conocimiento del mar fue decisivo el comercio entre grupos del interior y costeros. Por eso en la exposición las representaciones de caracoles provienen de comunidades de la región andina como los Uwa, de la central Sierra Nevada, del Cocuy, que aún hoy lo emplean como un signo de inicio del ritual.
Antes, los Muiscas -probladores ancestrales de la Sabana de Bogotá- los usaban para colocar ofrendas a sus dioses.
Según Falchetti, hay documentos que relatan que el caracol, algunas vasijas de cerámica y mochilas simbolizaban el útero, y se empleaban en rituales sobre la fertilidad.
Para estas comunidades de montaña y altiplano, las lagunas de páramo eran el equivalente del mar, origen del hombre. Las lagunas conducen al mundo de abajo, a la Madre Tierra cuya fertilidad se debe propiciar con ofrendas.
"El sol es un hombre con máscara de oro./ de esa máscara salen rayos,/ y esos rayos hacen que la vida nazca y que todo crezca", dice un mito Kogui.
Variantes de esos mitos se encuentran en culturas y lenguas de las que Colombia tiene un variado espectro.
La mayor diversidad étnica se encuentra en los departamentos de Amazonas, Vaupés Putumayo, Guainia, Caquetá y Guaviare, en el sur, donde viven 44 grupos, 55 por ciento de las etnias y 12 por ciento de la población aborigen. El resto se concentran en la zona andina, la Orinoquia y los litorales Pacífico y Caribe.
Las comunidades aborígenes cobraron preponderancia desde 1991, dado el reconocimiento de pluriculturalidad y multirracialidad contenido en la actual Constitución, promulgada ese año.
En Colombia hay 479 Resguardos y Reservas Indígenas, con una extensión del 24,5 por ciento del territorio nacional.
Sobre estas zonas la Constitución estableció gran autonomía de las autoridades indígenas para el manejo, uso y aprovechamiento de los recursos naturales, auunque en concordancia con restricciones establecidas en los códigos para el resto del territorio.
De hecho, la población aborigen habita en muchas zonas de Reserva Natural. De los 45 Parques Nacionales Naturales que hay en Colombia, 19 se superponen a Reservas y Resguardos Indígenas.
En concordancia con el mayor reconocimiento que el conjunto del país hace de las comunidades aborígenes supervivientes, la exposición "El mar eterno retorno" fue la actividad más destacada que se realizó con motivo del Año Internacional de los Océanos.
El director de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), Federico Mayor, hizo "un llamado de alerta hacia la necesidad de proteger sus más preciados recursos" y como una afirmación del compromiso de "salvaguardar los derechos de las futuras generaciones".
Tal vez a muchos de los visitantes de la muestra "El mar eterno retorno" los objetos prehispánicos les evoque los comentarios de Cristobal Colón.
"Peces como gallos de los más finos colores del mundo, azules, amarillos, colorados… y otros pitados de mil maneras. Y los colores son tan finos que no hay hombre que no se maraville y tome gran descanso al verlos", narró Colón en el Diario de su primer viaje. (FIN/IPS/mig/ag/cr/98