COLOMBIA: La mitad de los jóvenes quieren vivir en otro país

Raúl, un bachiller colombiano que presta servicio militar obligatorio, cree que el año entrante le será propicio: "Me voy a vivir aunque sea seis meses a otro país, conoceré otras cosas".

El deseo de salir de Colombia expresado por Raúl es mayoritario entre los jóvenes de Cali, su ciudad natal, según una encuesta.

"Cuando lo seleccionaron para el servicio militar, creí que me iba a morir. Ahora me dicen que lo mandan al Sinaí, a las fuerzas de paz de Naciones Unidas y creo que ese es mejor destino que permanecer acá, en medio de tantos riesgos", dice Edelmira, madre de Raúl.

Una investigación de la firma privada Market Research indica que 40,5 por ciento de los jóvenes colombianos anhelan cambiar de ciudad y de país.

Raúl no está sorprendido por el resultado del sondeo. "En las conversaciones con los compañeros de colegio siempre surgen referencias a salir del país, por lo menos a estudiar por un tiempo y, a lo mejor, para vivir" en el extranjero.

Raúl estudió el bachillerato en un colegio para sectores de altos ingresos, pero su deseo de viajar al exterior no difiere de las expectativas de jóvenes de estratos medios y bajos, que aspiran a emigrar, principalmente a Estados Unidos o a Venezuela.

Sin embargo, la forma de partida del país depende de la extracción socioeconómica de los jóvenes y sus familias.

Los grupos acomodados prefieren que el joven parta en usufructo de una beca. Entre aquellos de ingresos medios y bajos se apela a algún contacto familiar u ocasional, y hasta por el "hueco", como se conoce a la ruta clandestina hacia Estados Unidos.

En términos generales, Bogotá es la ciudad de la que más gente quiere salir, pero es en la occidental Cali donde el deseo de emigrar es más fuerte entre los jóvenes menores de 25 años.

La encuesta fue realizada entre el 12 y 15 de este mes entre 600 hombres y mujeres mayores de 18 años , elegidos al azar, en las cuatro ciudades principales del país: Bogotá, Medellín, en el noroeste, Cali y Barranquilla, el principal puerto sobre el Caribe, en el norte.

"Vivir en otro país", no en el sentido figurado de cambiar la situación y el destino colombiano, marcado por el conflicto armado interno desde el nacimiento de la República en 1810 y agudizado en la segunda mitad del siglo XX, sino, literalmente, vivir en otro punto de la geografía mundial.

El sondeo de opinión sobre las expectativas para el fin de siglo fue contratado por la Casa Editorial El Tiempo, e indica también disociación entre lo que los colombianos esperan para sí mismos y para el país.

Mientras 48,2 de los consultados expresaron certeza en que en 1999 tendrán mayor bienestar personal – tal vez asociado con su ilusión de salir del país- 30 por ciento dijeron que el futuro inmediato de Colombia será "malo" y 42,8 por ciento, que será "regular".

Sólo 0,7 por ciento de los encuestados pronosticaron para el país un periodo "muy bueno", mientras 8,2 por ciento esperan que sea "bueno" y 17,8 "aceptable".

Es lo que el matemático y físico Antanas Mockus, ex alcalde de la capital y aspirante independiente a la Presidencia en los comicios de junio en que triunfó el conservador Andrés Pastrana llama "esquizofrenia nacional".

Las motivaciones principales de quienes manifiestan querer salir de Colombia son de carácter económico. El desempleo, que afecta a 16,5 por ciento de la población activa, es lo que más inquieta, seguido de la incertidumbre de estabilidad política y económica.

En cualquier caso, también hay quienes encuentran en el desarraigo otras razones, como una vocación nata de emigrantes, según dijo el ex canciller Julio Londoño.

Para Mauricio Pontin, un especialista en la materia, "la realidad de la presencia de flujos migratorios desde Colombia hacia varias naciones del mundo es elocuente por sí misma y no es nueva".

Pontin, autor de un estudio para el Episcopado Católico sobre la emigración de colombianos, cree que se trata de "un fenómeno constante" que desde un cierto punto de vista tiene aspectos positivos. En efecto, alivia tensiones internas, sobre todo las relacionadas con las fuentes de trabajo, y proporciona ingresos en divisas fuertes.

Pero también determina la pérdida para la producción de trabajadores jóvenes casi siempre de buena formación, disgrega las familias y es causa de desequilibrios psicológicos.

El estudio del Episcopado Católico, el último y más completo sobre la emigración, indaga el fenómeno en esta década.

Los colombianos son el grupo de inmigrantes más numeroso de Venezuela. Se trata de 530.000 personas, que fueron registradas en el censo de población de 1990 y de los cuales unos 32.000 no declararon su ingreso en territorio venezolano.

"No es posible decir que la emigración a Venezuela se desaceleró o es cosa del pasado", pese a la crisis económica venezolana, advirtió Pontin.

En cuanto a los emigrantes que optan por Estados Unidos, el primer gran flujo data de los años 60. Entre 1962 y 1964 fueron admitidos en Estados Unidos 30.835 colombianos, que se convirtieron en referencia para los posteriores emigrantes.

En los 30 años siguientes, la población de colombianos registrados en Estados Unidos aumentó a 264.124, y si se cuentan también los hijos de los emigrantes nacidos en ese país, la cantidad total llega a 378.726, de acuerdo con el Departamento de Comercio estadounidense.

El narcotráfico, que tiene en Colombia una de sus principales bases de América Latina, es invocado por autoridades de migración de Estados Unidos y de Europa para contener el flujo de inmigrantes colombianos.

Pero se les puede hallar en sitios muy distantes de este país. Un programa de televisión registró a un colombiano que alquila camellos en el desierto del Sahara. (FIN/IPS/mig/ff/pr/98

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