China pudo mantener a raya los peores efectos de la recesión de Asia, pero invertirá gran parte de 1999 tratando de impedir que las oleadas de problemas que se ciernen sobre el país crucen las fronteras.
Hasta el momento, la economía china se mantuvo firme. Mientras los países del sudeste asiático terminan el año lamentando la peor crisis desde la segunda guerra mundial, esta nación gigante, la más poblada del mundo, conmemora 50 años de su fundación y 20 de apertura y reformas económicas.
Beijing recibió grandes alabanzas por cumplir la promesa de no devaluar su moneda, su mayor contribución a Asia durante la recesión.
Pero los responsables de la planificación económica del país encontrarán mayores dificultades este año para evitar la devaluación y mantener la estabilidad económica, debido a las presiones de los mercados internacionales e internos.
Mantener un equilibrio entre las expectativas internacionales y los requerimientos internos probablemente se convierta en un hueso duro de roer para el gobierno.
"China debe salvaguardar su soberanía y su seguridad económica y social, conteniendo y minimizando el impacto potencial de los riesgos internacionales", expresó el presidente Jian Zemin, al conmemorar el vigésimo aniversario de las reformas económicas del fallecido patriarca Deng Xiaoping.
China ya afronta perspectivas de menor crecimiento para el año próximo, con caídas de las inversiones y exportaciones, mientras aumenta el desempleo, emerge el descontento social y el gobierno trata de acelerar la reforma de las empresas estatales.
La economía creció 7,2 por ciento durante los primeros nueve meses de 1998, y los analistas afirman que hay pocas probabilidades de alcanzar el ocho por ciento anual, meta considerada necesaria por el gobierno para mantener bajo el desempleo.
Para escapar a la recesión de casi todos los países vecinos, China decidió embarcarse en un masivo programa de inversiones que mantenga a la economía en ebullición y creae empleos.
Esta política fue denominada "keynesianismo estalinista" por el periódico Asian Wall Street Journal. Para el analista Dong Tao, del Crédit Suisse First Boston de Hong Kong, se trata de un "keynesianismo con características chinas".
El gobierno afirma que su fuerte control sobre la economía mantiene firmes las metas y objetivos económicos establecidos por el proceso de reformas, y que no hay espacio para que se cometan errores.
Los objetivos económicos de las autoridades para 1999 son mantener la estabilidad del yuan, la reforma continua de las empresas del Estado y, lo que es más importante, el desarrollo agrícola para impulsar la economía.
Pero hay problemas por delante, pese a que el gobierno minimiza los efectos de la crisis asiática sobre China.
"El sector exportador del país se enfrentará a un desafío. A causa de la política de cambio fijo entre el yuan y el dólar estadounidense, el mercado chino no ha sufrido grandes impactos hasta el momento", explicó Wen Hai, subdirector del Centro de Investigación Económica de China.
"Pero a medida que los países más golpeados por la crisis financiera inicien su recuperación, comenzarán a competir en los mercados mundiales con China. La velocidad de este proceso podría ser muy alta, y las exportaciones chinas podrían verse severamente afectadas", agregó.
Ya en abril, el crecimiento de las exportaciones había disminuido 13 por ciento. En agosto, las exportaciones, que normalmente representan 20 por ciento del producto interno bruto (PIB), habían descendido 7,5 por ciento frente a las emergentes economías asiáticas.
El Departamento de Estadísticas del Estado afirma que, pese al crecimiento de 7,2 por ciento de las empresas estatales, la misma tasa disminuyó 1,6 por ciento desde octubre en el caso de las empresas con capitales extranjeros, llegando a 13,5 por ciento en noviembre.
El crecimiento industrial se acelera, pero las autoridades admiten que se deteriora la eficiencia, y las ganancias de las empresas estatales se redujeron 59,5 por ciento desde enero a octubre, respecto de igual período del año anterior.
"El problema se creó por la implementación apresurada del plan de reformas para las empresas públicas, y como resultado varias empresas y algunos bancos quebraron" señaló Wen.
"Si el gobierno desea que la producción y las exportaciones vuelvan a su cauce normal, debería inyectar enormes sumas de dinero que creen oportunidades laborales para los trabajadores que han quedado desempleados. De lo contrario, habrá un impacto negativo sobre la economía", sostuvo.
A comienzos de este año las autoridades aceleraron la reforma de las empresas públicas, 40 por ciento de las cuales no son rentables. Pero ese proceso se ve entorpecido porque la propia reforma aumenta el desempleo, cuyas consecuencias se exacerban por la falta de un sistema de seguridad social formal.
Preocupado por el debilitamiento de la economía, el gobierno redujo este año las tasas de interés bancario para estimular las inversiones, pero algunos expertos dudan que esto funcione en el caso de China. Para evitar la feroz competencia, se establecieron controles de precios.
Mientras tanto, las autoridades continúan volcando grandes sumas de dinero en obras de infraestructura, como la construcción de autopistas, puentes y graneros.
Pero Dong Tao, del Crédit Suisse, expresó en una entrevista publicada la semana pasada que el gasto en infraestructura es menos eficaz para crear puestos de trabajo en las áreas urbanas.
Por lo tanto, aunque el crecimiento del PIB sea 8,2 por ciento el año próximo, "ese crecimiento probablemente será el de menor calidad desde el comienzo de los años 80", pronosticó.
Este año, China lanzó medidas para reformar el sector de la vivienda, e invirtió 20.500 millones de dólares en la construcción de 210 millones de metros cuadrados de viviendas económicas.
El viceministro de Vivienda, Song Chunghua, afirma que la construcción de residencias urbanas debería representar alrededor de cuatro por ciento del PIB en los próximos años.
El gobierno abandonó la adjudicación directa de viviendas por unidades de trabajo a comienzos de este año, y la existencia de una gran demanda potencial debería dotar de considerable ímpetu a la economía.
"El año próximo es crucial, porque gran parte de estas nuevas viviendas construidas deben ser vendidas", dijo Song. Si ello no sucede, el mercado local sufrirá un desequilibrio, lo que sobrecargará aun más a los bancos con deudas incobrables y afectará los planes económicos del gobierno.
El gobierno también quiere prestar más atención a la agricultura, casi olvidada por el énfasis en las metas de desarrollo industrial. "Sin duda esto aumentará las inversiones y el consumo, pero en un país tan vasto como China ello puede llevar tiempo", comentó Wen Hai.
El año pasado demostró que el gobierno sigue siendo capaz de intervenir en la economía, debido al control centralizado que mantiene en muchos terrenos, y que está dispuesto a hacerlo cuando lo estime necesario.
Según dicen los economistas como Wen Hai, China no es una economía de mercado en estado puro. El gobierno siempre puede intervenir, y dada la actual situación no tiene otra alternativa que hacerlo.
La paradoja es que el control del Estado, que tanto se criticó a las economías de planificación central, parece ser la herramienta a la que China echará mano para dirigir gran parte de la economía en los próximos años. (FIN/IPS/ap-if/pa- js/js/mv/mp/mj/if/98