Chile tendrá en 1999 el año económico más duro de la presente década, con un crecimiento del producto interno bruto (PIB) entre dos y tres por ciento y una tasa de desocupación en torno a 10 por ciento.
Existe un virtual consenso entre el gobierno, economistas, empresarios y sindicatos en relación a las dificultades que el país tendrá en los primeros meses del año entrante, como conscuencia de las señales recesivas que dejará 1998.
Los más pesimistas creen que la economía decaerá durante todo el primer semestre y que, como consecuencia de ello, sólo en los últimos meses del año habría una leve recuperación que no compensaría los retrocesos.
Quienes piensan así suscriben el pronóstico del Fondo Monetario Internacional (FMI) en cuanto a que el PIB chileno no crecerá más de dos por ciento en 1999, tasa inferior a la de 2,4 por ciento de 1985.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) prevé en cambio un crecimiento de tres por ciento, que es compartido con moderado optimismo por el equipo económico del gobierno del presidente Eduardo Frei.
Sólo el Banco Central, con un optimismo que los demás consideran exagerado, estima que el país podría crecer en 1999 en 3,5 por ciento, con una recuperación que ya se comenzaría a evidenciar en el segundo trimestre del año.
Este año, el PIB de Chile crecerá alrededor de cuatro por ciento, de acuerdo a Cepal, con una relación ventajosa en América Latina, ya que el producto regional sólo aumentaría 2,3 por ciento.
La agencia de la Organización de las Naciones Unidas asigna a Chile un papel relativamente decoroso para el próximo año en el concierto regional, en tanto estima que el conjunto de América Latina y el Caribe sólo crecerá uno por ciento.
El problema para los chilenos no radica tanto en las comparaciones con sus pares latinoamericanos y caribeños en un año que se proyecta como difícil para toda la región, sino en la pérdida de dinamismo en su proceso de desarrollo.
La economía chilena fue considerada un ejemplo para América Latina desde mediados de la década del 80, cuando fue la primera no sólo en remontar la recesión, sino en crecer desde 1986 a tasas por sobre cinco por ciento.
Esta tendencia se consolidó desde el restablecimiento de la democracia en 1990 y durante la presente década el país registra un promedio anual de crecimiento del PIB, incluyendo este modesto año de 1998, de 6,9 por ciento, el más alto de la región.
El crecimiento de las dos últimas décadas se logró gracias a un modelo volcado al exterior, con una oferta exportadora que no sólo conquistó mercados sino que además atrajo en gran volumen inversiones externas.
La expansión del comercio tuvo un terreno privilegiado en los mercados de Japón y del sudeste asiático, que llegaron a concentrar más de 35 por ciento de las ventas del país, como compradores de productos mineros, hortofrutícolas y pesqueros.
Esto hizo de la chilena una economía altamente vulnerable a la crisis que desde julio de 1997 comenzó a irrumpir desde Tailandia para trasladarse progresivamente a todo el sudeste asiático y durante 1998 a Japón y Rusia.
Chile debió soportar este año una caída en los precios internacionales del cobre que llevó al metal rojo a sus peores cotizaciones de los últimos 11 años, considerando sólo los valores nominales y no los reales.
La dura sequía que se abatió sobre el territorio chileno en el año que termina, traída por el fenómeno climático de La Niña, golpeó también duramente a la agricultura, ya afectada por la menor demanda externa desde Asia.
Las altas tasas de interés con que el Banco Central defendió la estabilidad cambiaria y sus metas de inflación provocaron un decaimiento no sólo agrícola, sino también de otros sectores de alta generación de empleo, como la construcción.
Como consecuencia de todos estos impactos, la tasa de desempleo, de 6,1 por ciento en diciembre de 1997, aumentó a 7,1 por ciento en noviembre y los expertos anticipan que en el primer trimestre de 1999 llegará a alrededor de 10 por ciento.
La culminación del año sorprende al gobierno del presidente Frei abocado al estudio de medidas para la defensa del empleo y a los sindicatos en estado de alerta, ya que temen que el peso de la crisis recaiga una vez más sobre los trabajadores.
El Ministerio del Trabajo propuso la reactivación de un proyecto de ley para crear un seguro o subsidio de desempleo, al tiempo que postula nuevos mecanismos de negociaciones salariales consensuadas entre gobierno, empresarios y sindicatos.
Los temas sociales adquirirán en 1999 en Chile una gravitación mayor a la habitual, por tratarse de un año de campañas políticas para las elecciones presidenciales del 11 de diciembre.
La gobernante Concertación por la Democracia, de centroizquierda, bregará por conservar el gobierno conquistado en los comicios de diciembre de 1989, en tanto la derecha, que apoyó a la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-90), buscará desbancarla.
Cuando culmina 1998, los pronósticos y tendencias son favorables al oficialismo, lo cual refleja la percepción del público en cuanto a que la crisis económica no es responsabilidad del gobierno, sino provocada sobre todo por factores externos.
En cualquier caso, las dificultades de 1999 no alcanzarán jamás las dimensiones de la recesión iniciada en 1982, cuando el PIB tuvo una baja de 13,1 por ciento y el desempleo llegó a 20 por ciento de la fuerza de trabajo. (FIN/IPS/ggr/ag/if/98