BRASIL: El nuevo gabinete y la lógica de la subasta ministerial

El presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, sucumbió a la lógica de la subasta al reorganizar su gabinete de ministros, que será anunciado este miércoles, a pocos días del inicio de su segundo mandato consecutivo.

La principal preocupación de Cardoso era organizar un gobierno capaz de transmitir a la opinión pública la idea de que su nuevo equipo estaría asociado a la búsqueda de eficiencia y modernidad, bajo la influencia directa del mandatario.

Pero el presidente acabó enredado en un complejo rompecabezas creado por intereses contradictorios de partidos, grupos de presión y personalidades políticas. Y el resultado final probablemente estará más marcado por quejas y frustraciones que por la sensación de algo nuevo en materia de ejercicio del poder.

El hecho revela la gran dificultad que tienen la mayoría de los presidentes latinoamericanos para romper con las prácticas políticas tradicionales.

Si el mandatario decide negociar con los partidos, es inevitable la subasta de cargos ministeriales. Si asume todos los riesgos movido por la búsqueda de la eficiencia, su actitud es calificada por los partidos como imperial y centralizadora.

Uno de los elementos que más ayudaron en la formación de percepciones públicas sobre el presidente Cardoso fue su pasado como intelectual. En el imaginario popular, sería un hombre capaz de gobernar sin asociarse a lo que en la calle se denomina politiquería.

Cuatro años después de llegar por primera vez al poder, y días antes de iniciar un nuevo mandato que termina en el 2002, el profesor de sociología de los años 70 intenta salvar su imagen original, sin mucho éxito.

Para ampliar su base de apoyo parlamentario, Cardoso buscó atender las demandas de cuatro partidos: del Frente Liberal (PFL, de centroderecha), del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB, centro), del Progresista Brasileño (PPB, derecha) y del Laborista Brasileño (PTB, centroderecha).

Estas cuatro fuerzas forman, junto con la del presidente, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB, centroizquierda), la base de apoyo parlamentario del gobierno.

Pero la maniobra tropezó en una contradición insoluble: mientras Cardoso enfatizaba el discurso de la eficiencia, los partidos aliados estaban preocupados en conquistar puestos en el Ejecutivo capaces de generar empleos y, en consecuencia, asegurar fidelidades políticas orientadas hacia elecciones futuras.

El mandatario perdió una pulseada con los partidos a principios de este mes, cuando diputados de la alianza oficialista se sumaron a la oposición para derrotar una propuesta de enmienda constitucional sobre seguridad social y pensiones.

Esta fue una fuerte humillación impuesta a Cardoso, quien a partir de ese momento perdió también el comando político de la reorganización ministerial, ya que fue casi un chantaje por cuotas de poder, según la comparación hecha por el ministro de Salud, José Serra, uno de los más cercanos al presidente.

El poco edificante espectáculo público de disputas por cargos contribuyó para fortalecer en la opinión pública la idea de que el antiguo profesor de sociología ya no logra controlar la politiquería.

El nuevo gabinete tendrá cuatro nuevas carteras (Defensa, Desarrollo Industrial, Desarrollo Urbano y Secretaría de Gobierno), así como fusiones y desmembramientos de ministerios, pero que en lo fundamental no afectan el equilibrio básico de poder político dentro del gobierno.

Cardoso, el intelectual que surgió como la gran esperanza de renovación política en Brasil y en el continente, corre ahora el riesgo de ser más una víctima del dilema que ya es una constante en América Latina: como lograr la eficiencia en un sistema dominado por partidos que sólo piensan en elecciones. (FIN/IPS/cc/ag/ip/98

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