El ex comandante de paracaidistas Hugo Chávez Frías está a punto de alcanzar, con los votos de los desposeídos de Venezuela, el poder que en vano intentó tomar por asalto el 4 de febrero de 1992.
Ese día nació a la política y aun a la leyenda: dominada la rebelión y cautivo el cabecilla Chávez, éste pide por televisión a la última unidad sublevada que se rindiera ante los leales al gobierno constitucional del presidente Carlos Andrés Pérez.
Chávez, debutante ante las cámaras, pero aplomado en medio de sus nerviosos captores, improvisó una arenga a sus soldados que consumió 72 segundos, para concluir: "Yo asumo, ante ustedes y ante toda Venezuela, la responsabilidad por este movimiento militar bolivariano".
Esa imagen de Chávez, que galvanizó en su favor simpatías populares y ha sido la sombra de la política venezolana desde entonces, guía a sus seguidores y muestra tanto la causa como los rasgos de ese oficial retirado, favorito para ganar las elecciones de este domingo.
En primer lugar, Chávez irrumpió en escena como jefe de una asonada -que cobró 20 vidas- contra un mandatario legalmente elegido. "Jamás pensamos implantar una dictadura, no queríamos el poder para nosotros y habríamos llamado a una asamblea constituyente", repite.
Sus adversarios jamás creyeron esas palabras, y en la campaña electoral que acaba de finalizar pidieron a los venezolanos que voten por la democracia y contra la dictadura. "Chávez ganará, pero se trata de un salto atrás, a tiempos dictatoriales", dijo Pérez el viernes.
En segundo término, su movimiento ofrece una propuesta ideológica y política "bolivariana", asaz confusa y además común para todos los venezolanos, que se consideran a sí mismos "hijos de Simón Bolívar" y por ello en deuda con el legado de sus libertadores del siglo XIX.
Sus rivales desdeñaron ese discurso, pero en este año electoral "fue un error garrafal dejarle a Chávez desocupado el espacio bolivariano", señaló el analista político Fausto Masó. Las citas de Bolívar, tótem de los venezolanos, son una constante en cada intervención de Chávez.
En tercer lugar, la irrupción armada fue defendida por Chávez como insurgencia contra décadas de predominio de las cúpulas políticas y contra la corrupción. Llegada la hora en que los venezolanos se rebelan ante el declive constante de su nivel de vida, fácilmente encontraron héroe y culpables.
Por último, la presencia de ánimo que mostró durante su rendición televisada proporcionó a su figura un atractivo descollante, con los políticos tradicionales pareciendo a su lado personajes uniformes y grises.
Chávez es un mestizo de las llanuras del suroeste venezolano, donde nació hace 44 años, el segundo de los cinco hijos del maestro de escuela Hugo de los Reyes Chávez y de Elena Frías.
La suya fue la vida de un muchacho humilde, apasionado por el béisbol -deporte rey de Venezuela- al punto que decidió ingresar en la Academia Militar atraído por los magníficos entrenadores que el instituto había reclutado para desarrollar ese juego entre sus cadetes.
Apasionado por Bolívar y por la historia, permitiéndose escribir poemas o hacer pinturas ingenuas, Chávez hizo la carrera de las armas "y ya desde que era subteniente conspiraba", según relató a IPS uno de los políticos izquierdistas que ahora le acompaña y requirió el anonimato.
Organizó desde 1992, con oficiales medios, un "Movimiento Bolivariano", que se expandió como una logia clandestina en el ejército hasta que se produjo la cruenta y fallida asonada de 1992.
Muy joven se casó con Nancy Colmenares, con quien tuvo tres hijos -ya tiene un nieto- y quien le acompañó hasta poco después de que, en marzo de 1994, el presidente Rafael Caldera perdonara a los militares insurrectos de 1992.
Chávez se casó nuevamente en 1997 con una periodista 11 años más joven que él, Marisabel Rodríguez, con quien tiene una hija.
Volcado a la política entre civiles a partir de 1994, Chávez viajó a Cuba, donde confraternizó con el presidente Fidel Castro e hizo elogios a la revolución en la isla, y ante los comicios regionales de 1995 mantuvo una posición antisistema con tintes de izquierda, llamando a la abstención.
Pero desde 1996, su Movimiento Bolivariano adoptó una posición favorable a la lucha electoral, descartando otra rebelión en los cuarteles. Intelectuales de la izquierda marxista acudieron entonces junto a Chávez y a su grupo de fieles oficiales retirados, los "centuriones".
"Soy un hijo de la violencia, peo ya no la quiero", ha dicho Chávez, en medio de constantes referencias a que ahora es "un guerrero de la paz, del amor y de la verdadera democracia". A la vez, insiste en que para nada se parece a los "militares gorilas" que han asolado América Latina.
Hace un año, Chávez ocupaba un lejano cuarto lugar en las encuestas, pero remontó a medida que la caída del ingreso petrolero acentuaba las tribulaciones de la población pobre y encontraba campo maduro su llamado a "enfrentar el neoliberalismo salvaje".
De palabra fácil, verbo encendido, sentido del humor, astucia para retroceder en un debate hasta envolver a su interlocutor, pronto Chávez se ubicó como el candidato diferente al establecimiento político tradicional, ganando el favoritismo para su coalición Polo Patriótico.
Como tesis política desempolvó la propuesta de 1992 de llamar a una asamblea constituyente y consiguió el éxito porque, como esa entidad puede rehacer los poderes constituidos, mostró a quienes le siguen una manera práctica de "barrer a los políticos corruptos".
Se declara partidario de una "economía humanista", destacando que debe favorecer el empleo y los beneficios sociales. Hay aprensión entre los inversionistas por la inestabilidad que pueda causar su gestión de gobierno, sobre todo por la presión de las expectativas que ha despertado.
Si Chávez gana, como insinúan las encuestas, su gestión se llenará de gestos como el del 4 de febrero. Para muestra, una frase de tantas: "Si la escasez de recursos es muy aguda, prefiero despachar desde una carpa (tienda) de campaña antes que quitar dinero a la universidad". (FIN/IPS/jz/ff-mj/ip/98