La guerra en la Republica Democrática del Congo (RDC) entra en el nuevo año con los esfuerzos externos de mediación condenados al fracaso, según el consenso general de todas las partes involucradas en el conflicto.
La permanencia en el poder del presidente Laurent Kabila en 1999 dependerá en gran medida de su habilidad para mantener de su parte a sus actuales aliados Angola, Namibia, Chad y Zimbabwe.
Cuando estalló la rebelión, en agosto, tanto Ruanda como Uganda, que apoyan a las fuerzas insurgentes, confiaron que Kabila tuviera que luchar solo.
Pero tropas de Angola, Chad, Namibia, Sudán y Zimbabwe se unieron a las Fuerzas Armadas de la RDC, mientras Libia parece estar dispuesta a financiar la mayor parte de la ayuda militar que necesita Kabila.
La intervención de las tropas de Angola y Zimbabwe en agosto, que fue decisiva para frenar el avance rebelde hacia Kinshasa, y la relación de Kabila con el presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, fueron factores clave para mantener a raya a los insurrectos del Movimiento Congoleño por la Democracia.
Mugabe intervino en la guerra civil de un país con el que Zimbabwe no tiene fronteras comunes, y se arriesga a enfrentar una masiva desaprobación interna. Esos datos pueden determinar la salida de los soldados de Zimbabwe de la RDC una vez que Kinshasa sea puesta a salvo.
La promesa de Mugabe de "llevar la guerra al este" y recuperar poblaciones como Kindu o Kisangani todavía no ha tenido confirmación en los hechos, si bien los aviones Mig de combate de Zimbabwe atacaron repetidas veces las posiciones rebeldes en Katanga septentrional.
La retirada de sus tropas en las condiciones actuales representaría una derrota política para Mugabe, que se ha comprometido a mantener cientos de soldados en la RDC, sin importar costos ni bajas.
Zimbabwe no pudo ganar para la causa de Kabila el apoyo de todos los países miembros de la Comunidad de Desarrollo de Africa Austral, pero Angola y Namibia lo siguieron.
Angola, cuyos soldados se foguearon en una guerra civil de 15 años, es factor crucial en la coalición internacional que respalda al gobierno de la RDC.
Las autoridades de la RDC aseguran que realizarán elecciones de participación plural el año próximo, aunque Kabila ha neutralizado de hecho toda oposición política real, mientras su administración, lidiando con la crisis, tiene como única prioridad ganar la guerra o, al menos, detener al enemigo.
Pese a que hubo rumores de golpe, no hay reemplazante a la vista para Kabila en su bando. Los ministros que sobrevivieron a las destituciones y no fueron enviados a prisión son cada vez más sumisos.
Mientras, personalidades de la oposición, como el ex primer ministro Etienne Tshisekedi, han lanzado propuestas alternativas, pero no están en condiciones de tomar el poder.
Los rebeldes tienen problemas similares. El Movimiento Congoleño por la Democracia afirma desde septiembre que controla 45 por ciento del territorio nacional. No obstante, no pudo mantener la iniciativa militar y política que tuvo en un principio y los errores y contradicciones de sus dirigentes le impiden progresar.
"Es mejor librar una guerra prolongada, pues así tendremos tiempo de ganar el apoyo de la población", arguyó meses atrás el líder rebelde Ernest Wamba-dia-Wamba, cuando sus efectivos interrumpieron su avance hacia Kinshasa y se reagruparon.
No obstante, hay escasas evidencias de simpatia popular por los rebeldes en las áreas bajo su control.
El Movimiento Congoleño por la Democracia gobierna en retazos de territorio, con las comunicaciones entre sus fuerzas obstaculizadas por la destrucción de obras de infrestructura. Las líneas de comunicacion y de mando quedan mudas a menudo.
Muchas de las poblaciones en manos de los insurgentes están desiertas, porque sus habitantes huyeron a la selva. Aquellos que no escaparon se quejan de una alta inflación, de la interrupción del comercio y de escasez de víveres y medicamentos.
Los rebeldes tampoco pudieron abrirse camino en el frente diplomático. Las misiones que enviaron a Europa y Estados Unidos cosecharon muy poco en términos de auténtico apoyo.
El Movimiento Congoleño por la Democracia no fue invitado a la cumbre franco-africana y no tiene participación en las iniciativas de paz del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Kofi Annan, y del presidente francés Jacques Chirac.
El propio Wamba-dia-Wamba, a pesar de sus antecedentes académicos y una honorable historia opositora a las sucesivas dictaduras en Kinshasa, no tiene peso como estratega militar.
Para peor, el denominado "frente amplio" rebelde, una tentatva de sumar a la insurrección a antiguos partidarios de Kabila y del ex dictador Mobutu Sese Seko, ha diluido su identidad.
Mientras, Ruanda no oculta su malestar con Uganda por el respaldo que el gobierno ugandés presta al Movimiento de Liberación Congoleño, de Jean-Pierre Bemba, que actúa por su cuenta y cuya aparición en noviembre demostró que el Movimiento Congoleño por la Democracia no es capaz de aglutinar a toda la oposición armada contra Kabila.
Ruanda quiere que Kabila se marche, arguyendo que sus preocupaciones sobre seguridad sólo se disiparán si una administración amiga se establece en Kinshasa.
La evidencia de que Kabila apoya a las milicias hutu interahamwe (los que luchan unidos, en la lengua kinyarwanda), participante en el genocidio de Ruanda de 1994, y ataques contra los tutsis de la RDC, endurecieron la voluntad del gobierno ruandés, controlado por la minoría tutsi.
La guerra en la RDC esta directamente ligada al intento del ejército de Ruanda de alejar del noroeste del país a los interahamwe.
Cerca de un millón de tutsis y hutus moderados fueron asesinados en 1994 por el régimen hutu impuesto entonces en Ruanda, que tuvo la activa colaboración de los interhamwe. (FIN/IPS/tra-en/cs/mn/ego-ff/ip/98