Hematomas en el cuerpo y la mirada asustada indican que una joven de 19 años, con dos hijos y un embarazo de cuatro meses, se unió al grupo de mujeres agredidas y aterrorizadas por maridos, parientes o compañeros.
Habitante de Vila Nova Brasilia, un barrio pobre de Porto Alegre, en el sur de Brasil, e identificada por un nombre de protección, "Vera" se distinguió de las que aceptan en silencio las agresiones, por dependencia económica o miedo.
Buscó el Puesto de Salud del barrio a fines de noviembre y obtuvo apoyo para escapar a la violencia del marido. Dejó el hogar, denunció al agresor e intenta ahora reconstituir su identidad.
Sus hijos finalmente tuvieron el nacimiento registrado y la Defensoría Pública la ayuda a formalizar la separación y reclamar una pensión alimentaria del marido. Sin haber concluido la enseñanza primaria, busca un empleo para vivir por su cuenta.
La negativa de Vera en callarse es una señal de que la labor en Nova Brasilia puede multiplicar sus resultados. Hace pocos días, llevó al Puesto de Salud a una amiga, también embarazada, que tomó la misma decisión de romper un matrimonio de maltratos.
La enfermera Celia Medeiros Biehler, coordinadora del puesto, pronto reconoció la necesidad de atención especial. "Le dije que es normal que las mujeres queden deprimidas tras el parto, y la muchacha respondió que en su caso era cierto, porque ya se sentía así", y luego confesó que el marido la golpeaba.
Casos como el de Vera son muy frecuentes, pese a los esfuerzos y acuerdos internacionales en favor de los derechos de la mujer.
En Porto Alegre, el Programa de Asistencia a Mujeres Víctimas de Violencia Sexual, ejecutado desde mayo por una red de órganos como la unidad sanitaria de Vila Nova Brasilia, ayuda a evitar nuevos traumas y moviliza el apoyo de otros servicios públicos.
Cada año se registran cerca de 1.200 quejas de estupro en el estado de Rio Grande del Sur, del que Porto Alegre es la capital. La mujer violentada formaliza la denuncia en las comisarías de policía, pasa por examen del Departamento Médico Legal y se le permite la contracepción de emergencia o el aborto.
Lo ideal sería un programa de prevención, según Biehler, quien observó que la mayoría de las agredidas no cuenta con trabajo remunerado y tampoco estudia. Tienen muchos hijos, los primeros en la adolescencia, y se vuelven rehenes de sus compañeros, de los cuales dependen para sobrevivir.
"Malo con él, peor sin él", dicen con frecuencia a la enfermera, que piensa en el futuro prevenir a la población sobre esos riesgos desde la escuela. "Hay que sacar a las mujeres de su posición de víctimas", arguyó.
Gran parte de las que sufren violencia en el hogar no se disponen a denunciarla, menos aún a separarse del compañero. "Los hematomas son, en general, el final de una rutina de amenazas y agresiones verbales", comentó Biehler.
La insensibilidad de funcionarios en las comisarías es otro obstáculo. Además, no hay una legislación suficiente para contener al agresor, que "sólo es detenido cuando mata, y entonces ya es demasiado tarde", lamentó la enfermera.
En Porto Alegre, la Casa de Apoyo Viva Maria acoge mujeres que denunciaron agresores para protegerlas de posibles represalias y amenazas de muerte, por lo que su dirección se mantiene en secreto. Además de residencia temporal, les ofrece capacitación y ayuda a buscar un empleo e instalarse en local seguro.
Son iniciativas insuficientes, pero que empiezan a abrir alternativas a la vulnerabilidad de la mujer en el hogar, evitando desenlaces mortales.
Ese es un tema de discusin en casi todos los países, impulsado por las conferencias mundiales sobre Población y Desarrollo (El Cairo, 1994) y de la Mujer (Beijing, 1995), y sus resoluciones en favor de los derechos femeninos.
Brasil se comprometió a poner en práctica los acuerdos internacionales en esa área, por medio de la Secretaría Nacional de Derechos Humanos, cuyo programa prevé la defensa de las mujeres como una de las prioridades.
Un encuentro de organizaciones no gubernamentales (ONG) en México en noviembre concluyó que, pese a los avances, falta mucho para cumplir la resoluciones de la Conferencia de El Cairo.
Sobre uno de los compromisos -mejorar la atención al aborto legal y humanizar el tratamiento en caso de complicaciones-, se avanzó en Brasil y algunos países más, "pero hubo retroceso en otros", según Marcia Camargo, de la Red Feminista de Salud y Derechos Reproductivos, que reúne a 110 ONG brasileñas.
En Brasil, el aborto es legal en caso de embarazo provocado por estupro o en caso riesgo de vida para la madre. (FIN/IPS/mo/ag/hd/98