La recesión económica de Asia obliga a las mujeres a hacer grandes sacrificios en la familia, el trabajo o la escuela, y especialistas advierten que si no se adoptan políticas adecuadas, en pocos años quedarán anuladas décadas de trabajo invertido para mejorar la condición femenina.
La crisis, que se desencadenó en julio de 1997, empuja a cada vez más mujeres a emigrar en busca de trabajo y a ejercer la prostitución.
"Existe la necesidad de diseñar políticas macroeconómicas sensibles a las necesidades de las mujeres, y de no cargar con los ajustes a este grupo que ya sufre desventajas", según un artículo de Jayati Ghosh, del Centro de Estudios y Planeamiento Económico de la Universidad Jawaharlal Nehru, de India.
El artículo de Ghosh sobre mujeres y liberalización económica en la región de Asia-Pacífico se discutió en un foro organizado por la Comisión Económica y Social de las Naciones Unidas para Asia-Pacífico.
Si bien las cifras oficiales del aumento del desempleo en Asia no se fijan especialmente en el impacto causado en las mujeres, es evidente que las primeras golpeadas por la falta de trabajo son las mujeres del sector industrial, y en particular las de más edad.
En Tailandia, por ejemplo, donde más de 300.000 personas perdieron el trabajo en el último año, activistas aseguran que la mayoría de los desempleados son mujeres.
Los "empleadores consideran que es más fácil despedir a las mujeres, así que son más vulnerables en tiempos de crisis, como ahora", explicó Voravidh Charoenlert, economista y asesor sindical de Bangkok.
Como señala el artículo de Ghosh, la posibilidad del despido fácil fue una de las mayores razones por la cual las mujeres consiguieron trabajo durante los años de bonanza económica en los 80 y comienzos de los 90.
Existe la idea de que las trabajadoras son más tratables y obedientes ante la autoridad, menos inclinadas a organizarse en sindicatos, más dispuestas a aceptar salarios más bajos, menos impacientes por ascender y más fáciles de despedir, usando criterios tales como el casamiento o el embarazo, explicó Ghosh.
Según la Organización Internacional del Trabajo, la cantidad de mujeres que trabajan saltó de 27,7 a 37,2 por ciento del total en Indonesia, y de 49,5 a 55,2 por ciento en Tailandia entre 1980 y 1996.
En China, otro país asiático en el que aumentaron las industrias dedicadas a la exportación, el número de mujeres trabajadoras aumentó de 48,9 a 55,6 por ciento entre 1980 y 1996.
Si bien muchos de los trabajos que tuvieron las mujeres durante el auge económico de Asia eran poco calificados y mal remunerados, Ghosh afirmó en su artículo que a pesar de ello, el incremento de mujeres empleadas resultó cultural y socialmente benéfico.
Dada la fuerte tradición patriarcal que prevalece en Asia, la capacidad de ganarse el sustento fue una herramienta importante para la transformación de las relaciones de género, argumentó Ghosh. La crisis económica tiende a revertir los aspectos positivos de este proceso.
Mientras las mujeres que trabajan en la industria pierden sus trabajos en el sector informal, muchas mujeres se vieron forzadas a aceptar trabajos mal remunerados como domésticas, debido a la caída de los ingresos de sus hogares.
Existe el temor de que la crisis obligue a muchas mujeres a ejercer la prostitución, con frecuencia en el exterior.
"Mujeres y niños, sobre todo las jóvenes, son cada vez más vulnerables ante la tentación o la coerción… de emigrar al exterior en búsqueda de empleo", dijo Saisuree Chutikul, senador del parlamento tailandés y presidente de varios organismos que trabajan contra el tráfico de mujeres e infantil.
"Por desgracia, muchas terminarán en centros de prostitución en países como Japón y Taiwan", afirmó.
Las empleadas domésticas, que comprenden la mayor parte de las trabajadoras emigrantes asiáticas, también padecen graves problemas debido a la crisis y a la caída de la demanda por sus servicios.
En Hong Kong, por ejemplo, las domésticas filipinas fueron sometidas a un congelamiento arbitrario de sus salarios e incluso despedidas por sus empleadores.
A la larga, el mayor daño a la condición de la mujer asiática lo pueden provocar los programas de ajuste estructural recomendados por el Fondo Monetario Internacional, que ya entregó más de 100.000 millones de dólares para rescatar a las economías de la región, dijo Ghosh.
Los programas de "reformas" ya obligaron a los gobiernos a recortar los programas de seguridad social, los subsidios y a aumentar la dependencia de los mecanismos del mercado controlado por el sector privado.
El recorte de los subsidios estatales afectará la seguridad alimentaria, un problema crítico en países de gran población como China, India e Indonesia.
El menor consumo de alimentos debido a la suba de los precios tendrá consecuencias negativas para las mujeres y las niñas, las primeras en ser privadas de la parte que les corresponde en épocas de escasez.
La crisis también tendrá graves consecuencias a largo plazo sobre la educación de las niñas, que son obligadas a dejar la escuela y a ayudar a aumentar el ingreso de la familia, sostuvo Ghosh.
Es probable que esta situación perpetúe e incluso aumente la brecha tradicional y los niveles de educación entre hombres y mujeres en la región.
En Tailandia, por ejemplo, la tasa de analfabetismo de las niñas se redujo a la mitad entre 1980 y 1990. En el último año, tras el comienzo de la crisis, el absentismo escolar se triplicó y la mayoría de los alumnos que abandonan la escuela son niñas.
Si los gobiernos no enfrentan específicamente los problemas de las mujeres, el resultado podría ser la erosión paulatina de la condición de la mujer. "La reacción tradicionalista en épocas de crisis económica podría resultar en la 'redomesticación' de las mujeres", advirtió Ghosh. (FIN/IPS/tra-en/bs-ss/js/ceb-aq/hd-dv/98