Un anciano de rostro colorado, barba blanca y abrigo rojo se adueña de la navidad en Bolivia y ha desplazado al tradicional "Niño Jesús", que durante muchas décadas fue el dueño y señor de las fiestas de fin de año.
Está en casi todos los anuncios publicitarios de televisión haciendo de vendedor de cada anunciante, e induce al consumo, predicando permanentemente que "Navidad sin regalos no es Navidad".
En las puertas de los comercios se encuentra una versión en carne y hueso, envolviendo de rojo el cuerpo de algún empleado que debe reir todo el tiempo, entregar volantes publicitarios, escuchar las ocurrencias de los niños, tomarse una foto con ellos e invitar a pasar a la tienda a comprar.
Obligado a conservar su apariencia clásica con gruesos abrigos nórdicos, finge no asfixiarse en el caluroso verano sudamericano, con temperaturas que en el caso de las ciudades bolivianas oscila entre 25 y 38 grados.
No se sabe en qué momento se adueñó de la fiesta navideña de esta parte del mundo ese personaje que en el norte de Europa deriva de San Nicolás, una figura simbólica asociada con los cultos a la fertilidad. Pero su presencia comenzó a sentirse a principios de la década del 80.
Y terminó derrotando a la figura del Niño Jesús, a quien antes rendían su homenaje los católicos en Navidad, como expresión de esperanza, pero también de pobreza, humildad y austeridad. El Niño Jesús aún vive en las provincias y zonas rurales, pero en las ciudades bolivianas ya casi es un recuerdo del pasado.
La figura de Papá Noel ha comenzado a ser mirada con ojos críticos debido a su constante presencia en los medios de comunicación y el comercio.
El escritor boliviano Arturo Von Vacano dice que en su infancia el centro de la fiesta era el Niño Jesús y que su presencia en la noche de su nacimiento no reclamaba más gastos ni lujos que el cariño compartido entre los presentes en su fiesta.
Y propone luego una serie de contrastes entre las dos figuras. El Niño Jesús nació y vino al mundo para hablar, luchar, enseñar y finalmente morir por los pobres, mientras en el caso de Papá Noel, basta mirarlo para saber que nunca conoció un día de hambre ni sabe lo que es la pobreza, afirma.
Un poco en broma y un poco en serio, y con gran dosis literaria, el escritor desmitifica al Papá Noel cuando dice que su barba también le molesta, porque es falsa y es como un antifaz: oculta su cara y oculta su piel, aunque no muy bien.
Y remata su crítica con un duro cuestionamiento social: "Por un niño que ve su media llena en su chimenea, hay millones de niños que no tienen chimenea, ni media, ni un mendrugo que llevarse a la boca. ¿Por qué? Porque este Nicolás nunca ha pensado en ellos. No sólo es mentiroso. Es injusto también".
Tampoco le gusta la risa de Papá Noel, dice Von Vacano, porque usa su carcajada para no contestar las preguntas que le hacen los niños inteligentes. Mientras, cuando el Niño Jesús preside su fiesta, los hombres aprenden de él que los mejores regalos del mundo no pueden comprarse porque en verdad no tiene precio.
"Sabiendolo como lo sé, ¿cómo podría cambiar yo algún día a ese Nicolás por el Buen Jesús? ¡Jamás de los jamases!", expresa el escritor.
Pero, entretanto, en las radios, los canales de televisión y las calles continúa escuchándose en diciembre el "jo, jo, jo" burlón de un Papá Noel que se pasea con montones de regalos entre sus brazos en un país pobre, y entre copos de nieve en ciudades que en estos días se asfixian con el calor. (FIN/IPS/ac/ag/cr/98