Cómo enfrentar el desempleo en América Latina es una pregunta que angustia a especialistas de la región, porque de su respuesta depende en gran medida el alivio de la pobreza en muchos países y su ingreso con buenos auspicios al nuevo milenio.
Según el Banco Mundial, desde 1990 a la fecha la creación de empleos se ubica en 2,8 por ciento, medio punto debajo del crecimiento de la década pasada, en tanto el desempleo subió en el mismo período de seis a ocho por ciento.
Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que 1998 culminará con una tasa promedio de desempleo de 8,4 por ciento, superior en 1,2 puntos porcentuales a la de 1997 y similar a la existente en la región en 1985.
Pero lo verdaderamente dramático podría ocurrir el próximo año, si se cumplen sus vaticinios de una tasa de desempleo abierto de 9,5 por ciento.
La OIT ha advertido que esas estimaciones están hechas considerando un escenario "no demasiado pesimista". Aún así, el porcentaje previsto es superior al desempleo registrado en el momento más agudo de la deuda externa durante la pasada década.
El aumento del desempleo es también la principal preocupación para la población latinoamericana. Una encuesta simultánea realizada en 17 países de la región reveló que 19 de cada cien personas consideran al desempleo como el problema más serio de nuestro tiempo.
La preocupación superó incluso a otros problemas típicos de la región, como la pobreza, las drogas y el narcotráfico, la corrupción y la inestabilidad laboral. En la misma encuesta, denominada "Latinobarómetro", 65 por ciento declaró sentirse "preocupado" o "muy preocupado" de perder su empleo.
Los países donde más ha aumentado el desempleo en el último año son Brasil, Chile, Colombia y Perú.
Las mujeres y los jóvenes resultan los más afectados. Víctor Tockman, representante regional de la OIT, precisa que el desempleo en estos dos segmentos de la población sigue siendo más alto que el promedio de cada país y que la peor parte la llevan los jóvenes, cuyas tasas superan incluso a las de las mujeres.
Así sucede en Perú. Mientras el promedio nacional de desempleados es de ocho por ciento, las mujeres desempleadas son 11,2 por ciento y los jóvenes 13,9 por ciento, pese a la existencia del programa de Formación Laboral Jovenil que absorbe parte importante de mano de obra joven.
"Yo no entiendo este contrasentido, a mí nadie me da trabajo porque dicen que no tengo experiencia y no sé cómo la voy a adquirir si no me dan una oportunidad de demostrar lo que valgo", afirmó José Morón, de 24 años, egresado de administración de empresas.
Estadísticamente, él engrosa las filas de los que se cansaron de buscar trabajo, o sea casi el cuatro por ciento de los desempleados de Perú, país de 24 millones de habitantes.
En el otro extremo se ubica Horacio Gutiérrez, 48 años, obrero calificado de metalmecánica.
"Cuando la empresa cerró, agobiada por la competencia del exterior, pensé que conseguiría trabajo rápidamente por mi experiencia y mi buena calificación, ¡qué equivocado estaba!, en este país la experiencia no se valora y los mayores de 40 años somos viejos a los que nadie quiere", afirmó.
El trabaja en lo que encuentra y asume las tareas domésticas porque su esposa es microempresaria, nombre que esconde muchas veces un empleo precario. "Ella trabaja por su cuenta, es decir un día vende baratijas, al otro cose ropa, también sabe hacer artesanías en cerámica", comentó.
En el último año, el sector informal creció 4,5 por ciento mientras que el empleo moderno se contrajo en algunos sectores o, simplemente, no creció.
Eduardo Lora, especialista del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), dijo que en el rubro de la informalidad se incluyen desde los trabajadores de servicio doméstico, hasta los que trabajan por su cuenta o en negocios con menos de 10 empleados.
"Son trabajadores invisibles, para los que no hay ni beneficios laborales ni estabilidad", señala.
Por su lado, la OIT ha llamado la atención sobre la precarización laboral que trae consigo la informalidad y la tendencia creciente de empresas formalmente constituidas de incorporar trabajadores sin contrato o con contratos temporales, que es también una forma de informalización.
En Argentina y Colombia, por ejemplo, el 60 por ciento de los trabajadores sin contrato están ocupados en empresas grandes que usan este sistema para evadir obligaciones laborales.
Jaime Sánchez, investigador de la no gubernamental ADEC-ATC, dice que la informalidad está incrementando la precarización laboral a los niveles que se dieron en los origenes del sindicalismo.
"Hay una realidad que no se puede ocultar: los índices de subempleo crecen mientras los adecuadamente empleados disminuyen, y eso a pesar de los esfuerzos de muchos gobiernos para mostrar estadísticas favorables", aseveró.
A juicio de los especialistas, las mediciones tramposas, las cifras maquilladas y otras argucias estadísticas de los gobiernos de la región, no hacen sino demostrar el retroceso que el empleo viene sufriendo en América Latina y la imposibilidad de hallar una solución.
En el caso peruano, por ejemplo, las autoridades de trabajo se ufanan de haber reducido espectacularmente las cifras de subempleo de casi 78 a 42 por ciento.
Y es que de acuerdo a una nueva medición, que no considera las horas de trabajo sino los ingresos percibidos, todo el que gane mensualmente más de 178 dólares es calificado como "adecuadamente empleado", cifra que gracias a este sistema subió de 12,7 a 49,2 por ciento. (FIN/IPS/zp/ag/lb-if/98