La búsqueda de la paz siguió este año un proceso desigual en América del Sur. Se resolvieron los dos litigios fronterizos más inflamables, pero una demanda pendiente recibió un portazo en la nariz y un presidente electo mostró cierta ambigüedad sobre el tema.
Uno de los litigios limítrofes solucionados fue el que enfrentaba a Ecuador y Perú, protagonistas de tres guerras en los últimos 56 años, y el otro, el de Argentina y Chile, que hace 20 años estuvieron al borde del enfrentamiento con las armas.
Los presidentes Jamil Mahuad, de Ecuador, y Alberto Fujimori, de Perú, firmaron en octubre un acuerdo de paz que confirma en líneas generales el Protocolo de Río de Janeiro, suscripto por on ambos países en 1942 e impugnado por Quito en 1950.
Ecuador y Perú vivían desde aquel año una tensa y costosa paz armada, interrumpida por enfrentamientos fronterizos y dos guerras que favorecieron a los traficantes internacionales de armas.
El acuerdo de octubre fue fruto de la determinación de los dos mandatarios, que desafiaron los rezagos belicistas de un sector de su población y de sus mandos militares.
El tratado también resultó de la presión diplomática de Argentina, Brasil, Chile y Estados Unidos, cuatro países que detuvieron la guerra de 1995 y sentaron a los contendientes a negociar.
En la fórmula pacificadora, Perú reconoce el derecho de Ecuador a navegar por los ríos amazónicos, una aspiración geopolítica de Quito para acceder al Atlántico, le concede el derecho a establecer dos centros comerciales y la propiedad de un kilómetro cuadrado en Tiwinza, escenario de la guerra de 1995.
Noventa por ciento de los ecuatorianos respaldan la decisión de Mahuad, probablemente porque el presidente supo crear mecanismos de participación de la sociedad civil en la gestación del acuerdo. Mahuad recibirá de la Unesco la distinción de Presidente por la Paz.
En cambio, el acuerdo no fue para Fujimori el éxito político que esperaba, porque 82 por ciento de los peruanos consideran deshonroso entregar Tiwinza, un territorio convertido en símbolo del fracaso de los mandos militares peruanos, que no pudieron desalojar de allí a los soldados ecuatorianos.
Mientras, los presidentes Carlos Menem, de Argentina, y Eduardo Frei de Chile, firmaron el 16 de este mes en Buenos Aires un tratado para resolver la cuestión de los Hielos Continentales, un extenso glaciar en la zona austral, último litigio pendiente entre los dos países.
El portazo en la nariz lo recibió el presidente de Bolivia, Hugo Banzer, quien luego de asistir en Brasilia a la firma del tratado de paz entre Ecuador y Perú, propuso un convenio semejante entre su país y Chile, pero la respuesta de Santiago fue negativa.
Chile ocupó en 1879 la zona que daba a Bolivia salida al océano Pacífico y luego la anexó a su territorio como "compensación por los gastos de guerra". Ese episodio condenó a los bolivianos al enclaustramiento mediterráneo.
Frei mantuvo silencio ante la iniciativa de Banzer y encomendó la respuesta al escalón diplomático más bajo, el cónsul de Chile en Bolivia, Adolfo Carafí, quien negó en nombre de su gobierno que existan problemas territoriales pendientes entre los dos países.
Por su parte, Hugo Chávez se refirió en términos ambiguos y con escepticismo, poco después de ser elegido presidente de Venezuela, a los contenciosos fronterizos que su país mantiene con Colombia y Guyana.
El litigio de Venezuela con Colombia por la delimitación del Golfo de Venezuela movilizó naves de guerra de ambos países en 1987 y la disputa con Guyana, por 159.000 kilómetros cuadrados en la región del Esequibo, incorporada a Guyana, provocó tensiones militares en 1981.
"Creo que no podré poner fin a los litigios con Colombia y Guyana", dijo Chávez el 13 de este mes, una respuesta que podría generar inquietud ante la política que podría manejar frente a sus vecinos ese militar retirado, que se ganó fama de duro y de ultranacionalista.
No obstante, Chávez se manifestó conciliador el día 18 en su visita a Colombia, donde aseguró que las relaciones bilaterales no serán afectadas por la cuestión del Golfo de Venezuela y dijo que las conversaciones avanzan en buenos términos.
El presidente electo de Venezuela invitó hoy a Colombia a integrar un frente que "recupere el vigor político de la integración" de América Latina y el Caribe.
Otro litigio subsiste en América del Sur: la reclamación de Uruguay de una franja de territorio en su frontera noreste, anexado por Brasil. Pero la estrecha urdimbre comercial y política entre esos dos países, socios en el Mercado Común del Sur, parece excluir el riesgo de tensiones.
Las relaciones comerciales y la interdependencia económica son un poderoso factor de paz, como lo demostraron Ecuador y Perú, dos naciones que no interrumpieron su participación en el proceso de integración andina durante las guerras de 1981 y 1995.
Como se ha señalado, las naciones de América del Sur están dispuestas a resolver o pasar a segundo plano los problemas territoriales, para quitar escollos a la integración, y se esfuerzan en mantener los problemas limítrofes al margen de las relaciones políticas y económicas.
Las controversias fronterizas latinoamericanas son resultado de la caótica fragmentación de las administraciones coloniales española y portuguesa.
Al nacer, las repúblicas sudamericanas establecieron sus fronteras en el "uti-possidetis", basado en la jurisdicción de las autoridades coloniales, y en la "libre determinación de los pueblos". Es decir, el derecho de las poblaciones a decidir a que país querían pertenecer.
Pero ninguno de esos criterios era aplicable en las selvas, hasta donde no llegó la administración colonial, interesada sólo en explotar las minas de las sierras y las tierras de la costa.
De tal suerte, en los primeros mapas de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, países que comparten la Amazonia, hay extensas porciones que se superponen, pues reflejaban las expectativas y fantasías de soberanía territorial sobre esa casi despoblada región.
A fines del siglo XIX, cuando "la fiebre del caucho" desató el interés por los bosques húmedos de América del Sur, los países amazónicos comenzaron la disputa por la definición de fronteras en esa región.
Las guerras y los tratados que repartieron el territorio amazónico se produjeron en las dos últimas décadas del siglo pasado y en las dos primeras del actual.
La última de las "guerras amazónicas" fue librada por Ecuador y Perú en 1995 y concluyó con el acuerdo de paz suscrito en Brasilia este año, que establece definitivamente la línea de frontera.
Firmado el tratado, los empresarios de ambos países viven una "luna de miel", dispuestos a acordar buenos negocios, mientras los militares discuten la remoción de las minas antipersonales sembradas en el escenario de la guerra y las cancillerías preparan la colocación de los hitos limítrofes. (FIN/IPS/al/nc-ff/ip/98