Varios lugares del mundo, como las costas americanas del Pacífico, padecieron entre noviembre de 1997 y junio de este año el fenómeno de El Niño, grave alteración del clima que provocó catastróficas inundaciones y sequías.
No existe un inventario mundial del número de muertos, casas destruidas, puentes arrastrados, carreteras dañadas y cosechas perdidas, pero sólo en Chile, Ecuador y Perú, los países más afectados en América del Sur, el costo de los daños superó los 2.000 millones de dólares.
El Niño es un fenómeno cíclico que se inicia en el océano Pacífico frente a Australia y se caracteriza por una enorme masa de agua caliente, más extensa que la superficie de Rusia, que se desplaza hacia el este llevada por el viento, alterando el clima en Asia, América y Europa.
El de 1997-98 no fue el más grave y calamitoso pero fue, sin duda, el más estudiado.
Esta vez, la comunidad científica estaba alerta y dotada de medios técnicos para registrar sus características, extensión e impacto inmediato, en busca del conocimiento de su origen y, sobre todo, de aprender a predecir con exactitud sus irregulares ciclos, que se producen cada cuatro a siete años.
Los científicos avisaron con casi cinco meses de anticipación que esta vez vendría un "Niño grande", pero las previsiones gubernamentales fueron insuficientes y en la mayoría de los países las autoridades se limitaron, después, a inventariar los daños y socorrer a los damnificados.
Según el investigador británico John Hemming, ex director general de la Royal Geographical Society, hace más de un siglo que el término El Niño se incorporó al lenguaje científico para referirse a las irregularidades del clima que se producían a fines de diciembre frente a las costas de Ecuador y Perú.
Señaló también que en 1891, la Sociedad Geográfica de Lima informó a sus pares que se había producido un Niño de grandes dimensiones, y que en las habitualmente frías aguas de la costa peruana se encontraron caimanes muertos, traídos desde el cálido norte por las corrientes marinas.
Pero sólo a mediados de este siglo los científicos comenzaron a vincular el fenómeno que provocaba inundaciones en las costas de Perú y Ecuador con las variaciones climáticas y de presión atmosférica que se presentaban en otros puntos del planeta.
Se advirtió entonces que el agua superficial del Pacífico, recalentada por el sol ecuatorial, corre habitualmente hacia el oeste, empujada por los vientos alisios, y que ese movimiento creaba a su vez una corriente fría a mayor profundidad que corre en sentido inverso, generando una enorme correa transportadora.
Esa masa de agua cálida frente a las costas asiáticas origina tormentas eléctricas que inyectan aire tibio y humedad en el aire hasta una altura de 15.000 metros, lo que a su vez provoca elevadas corrientes aéreas en espiral y da lugar a los monzones en India.
Pero en algunos años, por razones que aún no se conocen con exactitud, los vientos alisios disminuyen y una gran masa de agua caliente marcha en sentido contrario, hacia el este, hasta las costas sudamericanas, y origina el llamado fenómeno de El Niño.
El mismo fenómeno que origina copiosas lluvias en algunos puntos origina simultáneamente sequías en otros lugares, pues el aire calentado por la masa de agua cálida tiende a subir rápidamente, provocando vacíos que atraen masas de aire y nubes procedentes del este o del sur.
Mientras que en la costas del sur de Ecuador, Perú y el norte de Chile, así como en el sudeste de Brasil, Uruguay y el noreste de Argentina, las lluvias alcanzaron caracteres de diluvio, se produjeron sequías en el sudeste de Perú, el oeste de Bolivia y el noreste de Brasil.
"Tras El Niño 1982-83 se puso en marcha un programa internacional para investigar las interacciones océano-atmósfera en el océano Pacífico tropical, con el propósito de aproximarse a la predicción", señaló Amelia Díaz, del Servicio Nacional de Meteorología de Perú.
"Los científicos de todo el planeta han intercambiado datos y comprobado la extensión casi mundial del fenómeno llamado El Niño. Aún no se puede predecir con suficiente anticipación su intensidad ni sus ciclos, pero se perciben ciertos patrones históricos", añadió.
Pablo Lagos, director científico del Instituto Geofísico de Perú, considera que se han hecho importantes avances en la comprensión y predicción de El Niño. "Antes del 80 no era posible saber siquiera que el fenómeno estaba en camino", afirmó.
Los avances incluyen una mejor comprensión de cómo los océanos y la atmósfera funcionan como un sistema acoplado y se han elaborado modelos matemáticos para predecir las fases frías y cálidas con varios meses de anticipación.
Lagos indicó que en el observatorio de Lamont, Estados Unidos, se desarrolló el primer modelo matemático del fenómeno, que permitió pronosticar el El Niño que efectivamente ocurrió entre 1986-87, y se pronosticó también el de 1992, aunque el suceso no concluyó en la fecha prevista.
"En el último se produjo un fracaso parcial en el vaticinio, pues recién en mayo de 1997 los modelos matemáticos indicaron que desde octubre-noviembre las costas peruanas y ecuatorianas estarían enfrentando un Niño muy fuerte, que se extendería hasta abril del 98, aunque realidad llegó casi hasta junio", afirmó.
Cuando el observatorio de Lamont advirtió que a fines de 1997 se produciría un Niño de gran magnitud, la comunidad científica se aprestó a estudiar el tema y, con el patrocinio de la Organización de las Naciones Unidas, se realizaron varios congresos para estudiar el fenómeno climático y oceanográfico.
"Se recogió información en escala global, utilizando satélites, boyas y barcos, que está disponible, inclusive en Internet", señaló Lagos.
"Pero se recomienda el desarrollo de modelos matemáticos regionales, de aplicación inmediata en áreas geográficas específicas, para poder recomendar oportunas medidas de prevención", concluyó el científico peruano. (FIN/IPS/al/ag/en/98