La guerra, el hambre, enfermedades y la pobreza fuerzan a centenares de viudas de Wau, una asediada ciudad del sur de Sudán, a dar a sus hijos en adopción.
Más de 16.000 niños de Wau quedaron a cargo del Consejo de Iglesias de Sudán y de organizaciones no gubernamentales (ONG) como Dawaa Islamia y Care Internacional, que operan en esa ciudad, la segunda del sur del país por su población.
Niños de seis a 11 años se vieron de pronto abandonados, debido a la guerra entre fuerzas del gobierno y el Ejército Popular para la Liberación de Sudán (SPLA), que se ha cobrado más de un millón y medio de vidas desde mayo de 1983.
La mayoría de esos niños recibieron albergue en improvisadas viviendas de bambú y piso de arena, cuyas paredes están cubiertas con sacos gastados.
En una de las viviendas, una cuidadora, viuda, se lamenta ante la mención de tres de sus hijos, muertos por desnutrición en junio.
"Mis tres hijos sobrevivientes tampoco están muy bien. Casi no tienen comida, y su salud se deteriora tan rápido que tengo miedo de que mueran", dice la viuda.
Su vecina, Mama Alang, de unos 35 años, comparte el mismo dolor. Su hijo, desnutrido, está tan débil que no puede ni ahuyentar el enjambre de moscas que revolotean sobre su rostro.
"Llora porque no comió nada ayer y no hay ninguna esperanza de que coma algo hoy", dijo Alang, que perdió a su marido cuando el comandante Kerubino Kwanyien Bol, un señor de la guerra del sur, se incorporó al SPLA, hace algunos meses.
El marido de Alang, que era oficial de policía, fue muerto por milicias progubernamentales durante un combate entre las fuerzas de Bol y el ejército.
El SPLA exige la autodeterminación del sur de Sudán, donde prevalecen los cultos africanos tradicionales y el cristianismo, mientras que la población del norte, de origen árabe, es mayoritariamente islámica. La sharia, o ley islámica, rige en el país desde 1983.
Antes de la muerte de su esposo, Alang tenía en su casa "mucha comida, vestimenta, un televisor color y una radio". Pero ahora, "todo eso desapareció. La guerra acabó con todo. Ya no quedan esperanzas de una vida mejor para mi familia".
Agregó que en junio perdió a dos de sus hijos en junio, y que los tres sobrevivientes no van a la escuela, porque tienen hambre y no tienen uniforme.
Otra viuda, Mama Awin, que trabaja con la ONG británica Salven a los Niños, contó una historia similar. "Gano poco, no me alcanza para alimentar a mis hijos", afirmó.
Al igual que el resto de los huérfanos y las viudas, Awin vive en Nazarat, uno de los siete campamentos para desplazados que han sido levantados en Wau. Casi todos los niños de Nazarat están desnudos y descalzos y a menudo hambrientos, debido a la falta de comida.
Más de 7.000 personas murieron entre junio y julio en los campamentos de Wau por enfermedades derivadas de la desnutrición y los voluntarios de ayuda afirman que 100.000 de los 400.000 habitantes de la ciudad necesitan ayuda alimentaria urgente.
No hay agua potable ni medicamentos contra la diarrea y la tos ferina, que causan la muerte de 10 o 15 niños por día, para la mayoría de los 250.000 desplazados que llegaron a Wau, advirtió John Akot, de Médicos sin Fronteras-Holanda.
El Programa Mundial de Alimentos señaló que la hambruna en Bahr El Gazal, la región sureña de Sudán de la que Wau es la ciudad más importante, amenaza la vida de más de 2,6 millones de personas, y que en ciertas áreas, la desnutrición aumentó a 60 por ciento.
La ayuda para los campamentos de desplazados de Wau es lenta e irregular, porque los funcionarios de gobierno frustan los esfuerzos de las ONG con trámites burocráticos.
Niños solos, procedentes del medio rural, pueblan las calles de la localidad. Uno de ellos, de 12 años, explicó que sus padres murieron camino a Wau, y que no tiene idea si hay sobrevientes entre los otros mimebros de su familia, que quedaron en su pueblo de origen.
"Si consigo los medios para hacerlo, volveré a casa. La vida es más dura en Wau que en mi pueblo", dijo el niño, que no quiso ser identificado por razones de seguridad. (FIN/IPS/tra- en/nb/mn/ceb-ff/pr/98