La campesina de Jaragarpata, una remota comunidad de los Andes de Perú, manipuló una de las salidas de su sistema de goteo y sentenció, con una amplia sonrisa, que "el riego ya no es cosa de hombres".
"Las mujeres estamos aprendiendo a usar riego tecnificado", explicó. Ella es una de los cientos de mujeres que decidieron retornar a sus lugares de origen, de los que huyeron hace más de una década debido a la violencia política.
"No bastaba con el retorno. Había que ofrecerles alguna alternativa. Las comunidades necesitan financiamiento para adquirir insumos y producir sus alimentos", dijo Ana María Sibille, asesora en materia de Transferencia de Tecnología del Instituto Nacional de Investigación Agraria (INIA).
"Pero para ello es necesario previamente mejorar sus sistemas de riego, capacitarlos para que los alimentos no solo sirvan para su autoconsumo sino que la venta de los excedentes les generen una 'caja chica' que les permita seguir adquiriendo insumos", señaló.
Fue por esa necesidad que surgió el proyecto Producción Sostenida de Hortalizas mediante Aplicación de Riego Tecnificado, dirigido a familias campesinas que fueron forzadas a dejar sus parcelas agrícolas andinas y que paulatinamente retornan a sus tierras de origen.
Pero conseguir financiamiento en un país donde casi 50 por ciento de la población está sumida en la pobreza extrema y las necesidades se multiplican puede ser una misión imposible.
Para el proyecto se requerían solamente 10.000 dólares, destinados a la compra de seis módulos de sistemas de riego, fertilizantes, herramientas y semillas.
"Para eso existe Telefood", dijo Jazmine Casafranca, asistente de Programas de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Esta convocatoria, lanzada por la FAO en 1997, invita a las personas de tod oel mundo a luchar contra el hambre mediante donaciones, en el marco de las celebraciones por el Día Mundial de la Alimentación.
En 1997 se recaudaron dos millones de dólares, que fueron usados para ayudar a los agricultores pobres a producir alimentos en lugares tan diferentes del mundo como Guinea en Africa, Filipinas en Asia o Samoa en el Pacífico.
"Se estableció un fondo especial para garantizar que todos los ingresos de Telefood se utilicen para financiar proyectos agrícolas autónomos cuyo costo sea de 5.000 a 10.000 dólares", explicó Casafranca.
Esos fondos sirven para proporcionar herramientas, semillas y otros suministros esenciales que no incluyen gastos administrativos ni pagos a expertos, capacitación o reuniones, agregó.
Se da preferencia especial a los proyectos conducidos por mujeres, como reconocimiento a su contribución en la producción de alimentos y la lucha contra el hambre, dijo Casafranca.
De acuerdo con los cálculos de la FAO, con un dólar se pueden comprar cinco retoños de árboles forestales para una aldea de Africa, con 10, igual número de gallinas ponedoras que proporcionarán huevos durante todo el año.
Con 30 dólares, un refugiado puede comprar semillas, fertilizantes y herramientas manuales para cultivar hortalizas durante un año entero.
Fue así como comunidades campesinas, clubes de madres y un colegio agropecuario de las provincias de Huanta y Huamanga, en el departamento de Ayacucho, cuna del movimiento maoísta Sendero Luminoso, consiguieron financimiento para sembrar no sólo hortalizas, sino plantas forrajeras y árboles frutales.
En un comienzo, el proyecto estaba pensado para beneficiar a unas 500 personas. Sin embargo, en la práctica el número se ha casi triplicado. Sin embargo, no se necesitó financiación adicional porque el gobierno exoneró los equipos de riego del impuesto general a las ventas.
"Ese pequeño ahorro de 18 por ciento fue considerable para nosotros y nos permitió ampliar nuestro radio de acción a clubes de madres de comunidades más lejanas que inicialmente no estaban incluidas en el proyecto", puntualizó Sibille.
"No nos imaginamos que la población iba a responder de esta manera. Tenían una gran necesidad de tecnificación. Los clubes de madres se pasan la voz y cada día tenemos que atender nuevas solicitudes", corroboró Juan Tinoco, Responsable del INIA en Ayacucho.
"Antes teníamos que rogarle a los pobladores para que aceptara nuestra invitación a visitar la estación experimental. Hoy no damos abasto para atenderlos. Para el Día Mundial de la Mujer Rural por ejemplo, nos visitaron 177 mujeres. Todas querían ver el sistema de riego tecnificado", dijo.
"Nosotras mismas hemos pedido al INIA y al FAO ampliar la línea de producción. Las hortalizas son una gran cosa, pero también necesitábamos alfalfa para nuestros cuyes y árboles frutales que tienen salida en el mercado", expresó orgullosa Olinda, una de las campesinas beneficiadas.
"El proyecto dio lugar a una movilización extraordinaria de mujeres. Se trasladan de una provincia a otra, por sus propios medios, para ver cómo funciona el sistema. En otros casos, realizan actividades para obtener fondos y poder contratar tractores para remover el terreno", expresó Tinoco.
"La introducción del sistema de riego tecnificado por goteo o miniaspersión es una novedad en la zona", reconoció Sibille.
El sistema fue ideado por el INIA especialmente para biohuertos, huertos familiares y viveros de las zonas andinas. Se adapta a diferentes fuentes de alimentación, como manantiales de agua, tanques o reservorios artificiales cubiertos de plástico.
Este sistema es de dos tipos, para huertos familiares multicultivos o para cultivos mayores y monocultivos.
"Cuando nos dijeron que iban a enseñarnos riego tecnificado pensé 'difícil será la cosa', pero nos instruyeron en el INIA y resultó fácil. Por eso queremos que la mayor cantidad posible de madres lo conozcan y les avisamos para que lo usen en sus huertos comunales", expresó una socia del Club de Madres de San Antonio.
Este club no tenía terrenos propios pero consiguió que el colegio agropecuario Ihuaín les donara a perpetuidad media hectárea. En reconocimiento, la FAO lo incluyó en el proyecto y les instaló el sistema de riego de miniaspersión.
"Así que ahora se da una experiencia muy peculiar: las madres versus los hijos entablan una saludable competencia por ver quién produce mejores cultivos", dijo Sibille.
Esta competencia es muy importante porque la mayor parte de los estudiantes del colegio agropecuario son jóvenes que nacieron o vivieron en Lima desde muy pequeños y no están muy adaptados a las costumbres del campo.
"Ellos preferirían vivir en la capital, aunque sea trabajando como lustrabotas o limpiando automóviles y sin poder estudiar. Tenemos que demostrarles que sus posibilidades de desarrollo aquí son mejores que en Lima y proyectos como éste nos ayudan mucho", señaló.
Para la FAO, la experiencia es muy valiosa no sólo porque casi la mitad de la población beneficiaria son mujeres desplazadas que regresaron a sus lugares de origen y encontraron una forma de alimentar a su familia e incrementar sus ingresos, sino porque demuestra al mundo que la iniciativa de Telefood cumple su cometido: ayudar a los agricultores pobres. (FIN/IPS/zp/mj/dv 01/98