Eliminar las pérdidas que se producen tras la recolección es una forma de seguir cosechando para los campesinos pobres en Ecuador, gracias a un proyecto en que unen esfuerzos la FAO, el gobierno y organizaciones del agro.
El manejo de los productos en la "poscosecha" es uno de los proyectos que la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) desarrolla en Ecuador en el marco del Programa Especial de Seguridad Alimentaria (PESA).
Entre 30 y 50 por ciento de las cosechas de los pequeños productores agrícolas solía perderse, lo cual agravaba la pobreza que afecta a 80 por ciento de la población rural y aumentaba el abandono de la tierra y la migración a las ciudades.
Los programas de desarrollo agrícola en Ecuador se dirigían prioritariamente a la producción y la productividad, sin atacar a los tradicionales enemigos que enfrenta el campesino una vez que cosechó su producción de papa, maíz o arroz.
Los depredadores son la humedad, los roedores, el gorgojo y otros insectos, pero también los métodos y equipos ineficientes de almacenamiento.
El campesino perdía su producción, sus alimentos y semillas para nuevas siembras, y las urgencias le impedían salir al mercado en buenas condiciones, lo cual aumentaba su pobreza.
En procura de soluciones de fácil acceso, bajo costo y tecnología simple para miles de pequeños agricultores, FAO creó en 1990 el Proyecto Poscosecha con el Ministerio de Agricultura y Ganadería.
El proyecto, que es ahora parte del PESA y tiene apoyo económico del gobierno de Holanda, se renovó en 1994 por cuatro años hasta 1998, con nuevas perspectivas de cooperación.
El objetivo es aumentar la disponibilidad de alimentos de la familia campesina, generando seguridad alimentaria, y propiciar el mercadeo de los excedentes, para mejorar el ingreso de los productores.
La metodología básica consiste en capacitar tanto a campesinos como a técnicos ecuatorianos en tecnologías apropiadas de poscosecha. El Ministerio, con sus centros regionales y sus expertos, brinda la asistencia necesaria para la divulgación.
Se trabaja con 30 organizaciones no gubernamentales (ONG), entidades estatales y privadas, y una veintena de instituciones educativas y de cooperación que adoptaron en sus programas la difusión de las tecnologías mejoradas propuestas por FAO.
Las familias campesinas beneficiadas se cuentan por miles. Solo a través de la Central Ecuatoriana de Servicios Agrícolas (CESA), una de las ONG coejecutoras del proyecto, 10 organizaciones campesinas, con un promedio de 1.000 familias cada una, recibieron tecnología poscosecha.
"Por más esfuerzos que el pequeño campesino haga para mejorar su productividad, si no maneja bien la poscosecha no gana nada", declaró Nicola Mastrocola, de CESA.
Para determinar las técnicas adecuadas, FAO y la Universidad Nacional de Loja condujeron una investigación que cuantificó las pérdidas de los pequeños agricultores tras la cosecha, señalando sus causas y proponiendo posibles soluciones.
Surgieron así variados implementos para el almacenamiento adecuado de papa, maíz, arroz y otros granos secos, como silos de madera, tanques metálicos, bidones de latón reciclados, graneros, fundas plásticas, desgranadoras y trilladoras portátiles.
El común denominador de estos equipos es su bajo costo, su construcción con materiales de fácil acceso y la funcionalidad que prestan para mejorar los productos, con técnicas de fumigación que no contaminan los alimentos.
Los precios varían entre 25 centavos de dólar por la funda plástica y 60 dólares por un troje o granero. El "silo verdeador", para guardar papas que serán utilizadas como semilla en la próxima siembra, puede ser construido por la comunidad con madera y paja.
Varias de las organizaciones participantes ofrecen crédito a los agricultores para equipos más costosos, pero de fácil amortización con las ganancias de una cosecha bien conservada.
Gracias al "silo verdeador", la productividad de la semilla de papa aumenta hasta 16 por ciento, lo cual, sumado al ahorro que supone no comprar semilla, duplica las ganancias.
Los silos graneros metálicos, con un costo desde seis dólares, reemplazan los sacos de tela en que los granos son atacados por roedores, el gorgojo o la humedad, según Mastrocola.
Los sembradores de frijol en Imbabura, al norte del país, se veían obligados a vender de inmediato sus cosechas al intermediario aun a bajo precio, pues temían perder todo por el gorgojo, que ataca a los ocho días de almacenado el producto.
"O vendían su frijol barato en el mercado, o lo perdían, porque no sabían cómo cuidarlo", dijo Mastrocola. Pero hoy en Imbabura, es posiblen guardar y venderlo el frijol tres o cuatro meses después de cosechado, cuando su precio se duplica.
Gracias al proyecto poscosecha de FAO, las comunidades altas de Quisapincha se convirtieron en semilleristas de papa, y hacen negocio de la conservación de semilla para la venta, con lo que, aparte de buenas cosechas propias, tienen recursos adicionales.
El proyecto logró que el gobierno del presidente Jamil Mahuad tome en cuenta la importancia del manejo poscosecha y lo incluya en el plan de desarrollo del país hasta el 2025.
La iniciativa produce beneficios colaterales como la creación de asociaciones de pequeños productores que venden con éxito sus productos directamente al consumidor, informó María Augusta Espinoza, coordinadora del proyecto de FAO.
El enfoque de género que incluye el proyecto promovió un aumento de 37 a 48 por ciento de la participación de la mujer en las actividades de poscosecha, en mejores condiciones que antes.
La mujer es una participante clave en la actividad agrícola a pequeña escala. En algunas zonas del país en que la emigración ha dejado al campo sin hombres, ella asume sola todo el trabajo, lo que resulta más árduo si no utiliza la tecnología adecuada.
El proyecto brinda capacitación para campesinas y comunidades, al promover a las mujeres para que ellas se apropien con más autoridad de su papel en la producción, señala Espinoza.
Una de las organizaciones populares beneficiarias del proyecto es la Unión Popular de Mujeres de Loja (UPML), que trabaja con sus 2.500 socias y socios tanto en la promoción de la agricultura sustentable como en el fomento del ahorro y la promoción de la organización campesina con énfasis en la participación femenina.
Carmen Cumbicus, una de sus dirigentes, señaló que el proyecto poscosecha "dio la oportunidad a una organización campesina dirigida e integrada por mujeres de tener acceso al manejo y el control de recursos".
"Nuestra meta es que cada familia tenga una estructura de almacenamiento", señaló Cumbicus, aunque reconoció que la falta de medios de transporte muchas veces les ha hecho perder valioso tiempo en este esfuerzo.
Pero se siente satisfecha de lograr "demostrar continumente a los compañeros hombres que también somos capaces, pues lo único que necesitamos es tener acceso a la información".
FAO está convencida de que es necesario institucionalizar los métodos de poscosecha y establecer una oferta permanente de tecnología, señaló Espinoza.
Es por esto que el nuevo proyecto, desde 1998 al 2000, creará un Consorcio de Centros de Referencia para venta de servicios en poscosecha, en los que ONG, organizaciones campesinas, personas naturales y todos quienes quieran intervenir, se organizarán para ofrecer asesoría a los pequeños campesinos. (FIN/IPS/gm/mj/dv 01/98