Los residentes de Sao Paulo, la ciudad más populosa de Brasil, caminan cada día más, no por salud sino por escasez de dinero o de transporte satisfactorio. Además de atascar las grandes urbes de este país, los automóviles las hacen más injustas.
En 1987 se hacían a diario 5,4 millones de recorridos a pie en el área metropolitana de Sao Paulo, la mayor de Brasil. Eso correspondía a 25 por ciento de los desplazamientos. El año pasado, esa cantidad subió a 10,5 millones, 34,3 por ciento del total.
Este estudio, efectuado por las autoridades locales, atribuyó 88 por ciento de esos recorridos a la corta distancia, pero al menos cinco por ciento se justifica por el costo y la lejanía de los servicios de transporte.
Y obviamente son los más pobres que más gastan zapatos para llegar al trabajo o a la escuela: 53,9 por ciento de los que tienen ingreso familiar inferior a 240 dólares, contra 14,4 por ciento de los que ganan por lo menos 7,5 veces más.
Otro estudio, de la Asociación Nacional de Transportes Públicos (ANTP), sostuvo que es incorrecto llamar "vías públicas" a las calles, porque ellas son dominio, cada dia más, de los ricos y sus automóviles.
Entre 70 y 90 por ciento del espacio callejero es ocupado por automóviles en diez de las mayores ciudades brasileñas. "Las calles como un bien público son un mito", sentenció el sociólogo Eduardo Vasconcellos, director adjunto de la ANTP. En Sao Paulo, los ricos "consumen" 8,6 veces más calles que los pobres.
En nueve de las diez ciudades estudiadas bajó en los últimos tres años la cantidad de pasajeros que apelan al transporte colectivo. Sao Paulo, la mayor metrópolis, encabeza la tendencia, con una caída de 11,4 por ciento de 1995 a 1997.
Goiania, en el centro-oeste del país, es la excepción con un aumento de 0,9 por ciento, por tratarse de un área urbana en expansión.
Con menos pasajeros y más calles atascadas, cae la productividad de los ómnibus y las empresas son obligadas a elevar el precio de los pasajes, ante el aumento de los costos, otro efecto perverso para los más pobres.
La explosión de las ventas de automóviles en el país, desde 1994, está por detrás de esa tendencia con un doble efecto: más gente opta por el transporte individual y las calles se atascan, lo cual empeora y encarece el ómnibus.
La extensión de los embotellamientos en Sao Paulo, por ejemplo, se triplicó desde 1992, alcanzando 120 kilómetros en las horas de mayor tránsito, según la Compañía de Ingeniería de Tráfico local (CET).
En consecuencia, los ómnibus no logran superar los 12 kilómetros por hora en promedio, contra 20 kilómetros hace 15 años.
Ante su ineficiencia y el metro limitado a 48 kilómetros de extensión, los pobres caminan y otros buscan alternativas como automóviles, motos y microbuses ilegales, que obstaculizan aun más el tránsito en la ciudad.
Otra consecuencia es la contaminación. En el invierno, cuando se hace más dificil la dispersión de los gases y partículas, el aire de Sao Paulo se convierte en veneno. Aumentan las muertes por problemas respiratorios, en especial de niños y ancianos.
Para reducir el problema, desde 1996 se adoptó la prohibición rotativa a la circulación de una quinta parte de los automóviles cada día hábil de la semana. La población acogió bien la medida, porque mejoró el tránsito, y no tanto por el limitado efecto ambiental.
Las capas de menor ingreso se están endeudando para adquirir viejos automóviles, en un intento por reducir el tiempo perdido entre la residencia y el trabajo, que alcanza un promedio de hora y media para los usuarios del ómnibus en Sao Paulo.
A todo eso se suman las manifestaciones de protesta, que se hicieron frecuentes en las ciudades brasileñas y tienden a intensificarse por la actual recesión económica provocada por la crisis financiera internacional.
Bloquear el tránsito se convirtió en la forma preferida de protesta para vendedores callejeros, maestros, campesinos sin tierra y huelguistas, que luchan por mejores sueldos y condiciones de trabajo, entre otros variados reclamos.
En Sao Paulo, por ejemplo, se registró casi un acto callejero por día de enero a octubre de este año, según la CET, agravando los problemas de tránsito.
Mejorar el transporte público es la solución, según expertos. Pero hay quienes consideran inevitable el congestionamiento de las grandes ciudades.
La tendencia al mayor uso del automóvil es universal, según Willian Aquino de Pereira, que coordinó el estudio sobre transportes colectivos en diez ciudades brasileñas.
Paris tiene una red de metro diez veces mayor que la de Sao Paulo, pero su tránsito es igualmente malo, recordó Luiz Carlos Cunha, director operacional de la CET. (FIN/IPS/mo/mj/tr en/98